JOANNIE ROCHETTE: EL BRONCE MÁS ADMIRADO
En muchas ocasiones admiramos a los deportistas por sus cualidades innatas, otras muchas por las horas de dedicación que ponen para adquirir el nivel requerido. En esta ocasión admiraremos a la patinadora de artístico Joannie Rochette por ser capaz de superar una tragedia personal en pos de una ansiada medalla olímpica en su propio país.
Joannie lo tenía todo para dedicarse al patinaje: haber nacido en Montreal, tener un padre entrenador de un equipo de hockey, saber patinar desde los ¡22 meses! Y una madre inspiradora que la apoyó siempre. Pero no todo es un camino de rosas, sobre todo en la temporada 2004-05, cuando se separó por primera y única vez de su habitual entrenador, Manon Perron, y sólo se reunieron después de un encuentro en el que discutieron nuevas actitudes, normas entre los dos y, sobre todo, respeto. Al año siguiente se haría realidad el sueño de Rochette: convertirse en olímpica. Lo realizó en Turín 2006, donde acabó entre las 10 primeras, pero en perspectiva estaba la siguiente cita olímpica, a disputar en su propio país.
Para entonces Joannie ya había adquirido más experiencia, había ganado prestigiosas pruebas del Grand Prix como el Skate Canada o el Trofeo Eric Bompard. Joannie, que siempre destacó por su elegancia y delicadeza interpretando temas clásicos en sus programas oficiales (El “Concierto de Aranjuez” o “El pájaro de fuego” de Stravinski), era también capaz en los programas de exhibición de bailar al ritmo de Shakira o Madonna, ya estaba más que preparada para la cita de Vancouver de 2010
Pero ocurrió lo inesperado. Su madre Therese, que había recorrido los más de 4.500 kilómetros entre Montreal y Vancouver para apoyar a su hija, falleció inesperadamente de un ataque al corazón tan solo 30 horas antes de que su hija tuviera que saltar al hielo. Joanne, que entonces contaba con 24 años, salió a la pista ovacionada por su público, realizando un ejercicio sin errores. Se llevó una medalla de bronce que sabía más que el oro. Joannie confesaría que le temblaban las piernas “pero mi madre estaba allí conmigo dándome fuerza. No soy una heroína. Sabía que tenía que darlo todo y concentrarme en la Joannie atleta y no la Joannie persona” De hecho, para ella, según confesó, salir al hielo a patinar fue un auténtico alivio. Patinar le sirvió de terapia.
Pocas veces los espectadores (los 14.200 que abarrotaban el pabellón y los millones que lo veían por televisión) se sintieron tan aliviados con la concesión de una medalla olímpica.
Un comentario
Robi
qué gran historia! No la conocía