CHRISTINE “KIKI” CARON: LA ESTRELLA DE LA NATACIÓN FRANCESA REINA DE LA POPULARIDAD EN LOS ´60
Su nombre, Christine Caron, puede que no les suene ahora, pero en los años 60 esta nadadora francesa era el o la deportista del país galo más apreciado, admirado, seguido y hasta idolatrado. No podía salir a la calle sin que una multitud se abalanzara sobre ella para pedirla un autógrafo -sin posibilidad de realizar “selfies” por aquel entonces- e, incluso, le rasgaran la ropa en medio del ímpetu y la pasión que causaba.
Christine -“Kiki”, como se la denominaba- era joven, deportista, exitosa, guapa y con estilo propio. Resultaba un soplo de aire fresco. Para darnos idea del elevado índice de popualridad que gozaba sólo decir que, cuando entraba en las tiendas, directamente le regalaban la ropa…e incluso joyas. Las sacas de correo que recibía con regularidad eran enormes ¡y muchas cartas contenían propuestas de matrimonio!. Llegó a hablarse de “Kikimanía” y es que este modelo de nueva joven, alejada de los patronos hasta entonces impuestos, representaba a la juventud de los 60. “Hice soñar a los jóvenes del momento”, declaró 50 años más tarde al diario “Le Monde”. Nos preguntamos qué habría ocurrido en los tiempos actuales de redes sociales. Pero Kiki Caron además de popular era una gran deportista. De hecho, consiguió para Francia una de las dos únicas medallas en los Juegos Olímpicos de Tokio 64.
Nacida en 1948 llegó a participar en dos ediciones olímpicas: la de Tokio 64 (de la que nos ocuparemos más adelante) y la de México 68. En esta última ocasión se convirtió en la primera mujer francesa en ser la abanderada de su país en unos Juegos Olímpicos. Dada su popularidad y el nada baladí hecho de haber sido medallista en los anteriores Juegos, cualquier decisión que no la hubiera convertido en abanderada habría sido altamente criticada e incomprendida. Christine empezó a nadar desde niña y a los 16 ya era una primera figura. Su hermana mayor Annie se adelantó a ella consiguiendo ser olímpica en los Juegos de Roma 60. Desde muy temprano se vio que Kiki no solo tenía capacidad para ser una nadadora de éxito, sino que se la veía con grandes posibilidades de convertirse en la mejor espaldista del mundo. Si nos atenemos a los resultados finales de su carrera podemos afirmar que el pronóstico se cumplió, pues ganó 14 campeonatos nacionales y batió récords (nacionales, europeos y uno mundial) tanto en espalda como en mariposa (su segundo estilo preferido) en las distancias de 100 y 200 metros. También triunfaba a nivel internacional, destacando el oro europeo conseguido en Utrecht en 1966 en los 100m espalda. Es más, llegó a participar en los campeonatos nacionales de otros países, potencias de la natación, llegando a ganar en las pruebas de Méjico, Australia y Estados Unidos.
Centrémonos en su participación olímpica. Tuvo la desgracia de que en su mejor momento, cuando se celebraron los Juegos de 1964, el calendario olímpico no incluía la distancia de 200m espalda. De haberlo hecho su palmarés habría engordado casi con toda seguridad. Kiki, además de un gran estilo propio y dueña de grandes habilidades natatorias, también era una trabajadora sacrificada. Conocedora de que su punto débil era el giro se obligaba a sí misma a practicarlo en exclusiva durante 45 minutos al día. La final de los Juegos de Tokio 64 la enfrentaba a otras tres nadadoras con posibilidades de medalla, así que al menos una de ellas se quedaría sin subir al podio. Pocos meses antes Caron había batido el récord mundial de la mítica Donna de Varona en su prueba favorita: los 100m espalda. Pero las estadounidenses Cathy Ferguson y Ginny Duenkel, además de la estrella local Satoko Tanaka, podían muy bien superarla en la final olímpica. Resultó ser una de las finales más igualadas de la historia. Tres de las nadadoras tocaron casi a la par. Al acabar la carrera ninguna era consciente de su puesto final. Afortunadamente fue la primera vez que se usaron cojines electrónicos en la llegada y éstos fueron los que finalmente determinaron el orden de llegada y los tiempos: Ferguson primera, Caron segunda y Duenkel tercera, con una separación de tres décimas entre primera y tercera, entre el oro y el bronce.
Caron, pues, se llevó la plata -que muy bien podría haber sido el primer puesto- pero arrasó en el índice de popularidad de los Juegos. Su glamour, que se hizo patente incluso desde el aterrizaje de la delegación francesa en la capital nipona, llegó a intimidar de alguna manera a sus rivales, según declaraciones de la propia Tanaka. Fue sin duda la deportista más fotografiada de esos Juegos.
La denominada por su entrenadora Suzanne Berlioux como “temperamental” Caron aprovechó su tirón tras su retirada de la natación. Kiki se dedicó al mundo de la música y el cine, algo que no sorprendió a nadie. También fue modelo, pero su actividad postolímpica más sorprendente fue que llegara a ser piloto y participara en el rally París-Dakar. Resumiendo su vida tras la natación diremos que intervino en tres largometrajes; se realizó un documental sobre ella; grabó discos como cantante; publicó su autobiografía con prólogo de Johnny Hallyday; se creó una linea de piscinas con su nombre; vendió cabañas de sauna; fue madrina del equipo francés de natación durante varias ediciones olímpicas; fue recibida por todos los presidentes de Francia desde De Gaulle y por reyes y jefes de estado de todo el mundo…y sigue recibiendo propuestas de matrimonio (“al menos cinco por semana”, confiesa). Todo un personaje.