CHRISTINE ONGARE: LA HISTORIA HUMANA DE TOKIO 2020
Puede ser -ya lo es, de hecho- la protagonista de una de las historias más humanas de los Juegos de Tokio 2020. Representa la humildad personificada y se aleja significativamente de las estrellas que todos esperan (esperamos) ver sobre los podios de los Juegos Olímpicos de la capital nipona. Reúne todas las características de deportista en absoluto mediático: mujer, de raza negra, proveniente del continente africano y practicante de boxeo. Todo hacía prever que su nombre no ocuparía los titulares que adornarán los Juegos de Tokio. Y, sin embargo, lo ha hecho. Su sola clasificación olímpica lograda en el preolímpico de la zona africana y su historia personal, narrada ante los micrófonos del Olympic Channel tras lograr la clasificación, ha llamado la atención de los medios que, por una vez, han dejado de prestar atención a los escándalos en el deporte (que los hay, desgraciadamente) y han puesto el punto de mira en la sencilla y humana vida de Christine Ongare. La narración entre lágrimas de detalles de su vida se ha convertido en viral. Veamos por qué Ongare ha dado la vuelta al mundo.
Esta keniana no se dedicó nunca al atletismo, tan popular en su país y que tantos éxitos ha dado a Kenia. Antes que el boxeo probó el fútbol, pero se dio cuenta de que no era lo suyo. Entonces pasó a la gimnasia acrobática, pero tampoco le convenció. Estaba destinado que el deporte que más se adecuaba a ella tenía que ser el boxeo, un deporte de lucha donde uno se cae para después levantarse y seguir peleando. Es ésta la metáfora de su vida, la definición de la propia vida personal de esta púgil africana. Ongare se clasifica por primera vez para unos Juegos Olímpicos con 26 años. Lo hace cuando hace 14 que quedó embarazada. Sí, las cuentas son correctas: fue madre con 12 años. Por desgracia, su caso no es excepcional en su país. Como ella misma contó: “Hay muchas niñas en mi país que se quedan embarazadas siendo aún menores de edad, lo que les lleva a una situación desesperada. Te las encuentras después, ya madres, alcoholizadas, sin pareja, solas”. (Según in informe realizado en 2018, en los próximos 20 años 2.3 millones de niñas en Kenia occidental quedarán embarazadas antes de cumplir los 18 años). Ella misma es hija de una madre soltera y sola, la cual se hizo cargo de su propio hijo ya que Christine seguía siendo una niña cuando dio a luz. Para su hijo su abuela es su madre, pues como madre le ha tratado.
Huelga decir que la situación económica que siempre ha vivido Christine Ongare ha sido siempre desesperada. Ha nacido y vivido en un gueto y si no llega a ser por la ayuda económica -además de la humana- de su madre no habría podido sacar adelante a su hijo. “Mi vida ha sido dura, pero no me gusta hablar de eso”. Tras dar a luz Christine quiso volver a la escuela, pero no había dinero suficiente para pagarla. Sin poder acabarla, sin título alguno, todas las puertas estaban cerradas para una aún muy joven Christine. Entonces descubrió el boxeo. Por una vez en la vida tuvo suerte y encontró buenos entrenadores, que le proporcionaron la motivación suficiente.
Ahora ella ha llegado lejos…hasta los Juegos Olímpicos. Su caso quiere producir un efecto llamada en las chicas de su país, que encuentren en el boxeo una salida, como ha sido en su caso, pese a las dificultades que le y las rodean. “Muchas chicas de mi país no se dedican al boxeo, aunque quieren, porque primero tienen que cumplir sus necesidades más perentorias”.
Toda su vida ha sido una lucha. Sin poder entrar en el Ejército (una salida para poder sobrevivir) por falta de título académico alguno, sin poder pedir ningún préstamo…El poder clasificarse para los Juegos Olímpicos le ha supuesto abrir esa puerta que se le resistía cerrada. La puerta a la esperanza y a ingresos económicos que permitan su subsistencia y la de su familia. No busca éxitos deportivos, busca “simplemente” que el boxeo y los Juegos Olímpicos le permitan vivir con dignidad. Se merece eso, algo mucho más valioso que cualquier medalla olímpica que se reparta en Tokio 2020.