TAYLOR PHINEY: EL CICLISTA TRES VECES OLÍMPICO CONVERTIDO EN ARTISTA POR UNA LESIÓN
No ha sido un deportista al uso ni desde sus comienzos ni hasta el día de su retirada, anunciada en octubre de 2019. Su caso es inusual, pues que un deportista de élite, que ha sido tres veces olímpico, decida retirarse a los 29 años para dedicarse al arte no es cosa que se vea todos los días. Pero ya llegaremos a por qué y cómo acabó tomando esa decisión. Taylor Phiney es (o, mejor decir, ha sido hasta ahora) un ciclista no estrella, pero tampoco del montón. El pasado exitoso de su familia le ha tenido que pesar. Hijo del también ciclista Davis Phinney, bronce en la contrarreloj por equipos en los Juegos de Los Ángeles 84 y de Connie Carperter, campeona olímpica en la carrera de ciclismo en ruta en esos mismos Juegos de Los Ángeles y que antes se había dedicado al patinaje de velocidad, llegando a ser olímpica en Sapporo 72. En el seno de una familia así no era ilógico que Taylor también se dedicara al deporte de las dos ruedas. Pero no era un “niño de papá” (o de papás), ya que el mismísimo Lance Armstrong se fijó en él en 2008 y le fichó. Taylor ya había destacado como junior, llegando a proclamarse campeón mundial sub-23 de contrarreloj.
Que destacara en las pruebas de contrarreloj -ganando hasta seis medallas en Mundiales- nos hace deducir que podía dedicarse con éxito al ciclismo en pista, cosa que hizo, aunque siguió perteneciendo a diversos equipos con los que participaba en las grandes pruebas en ruta del calendario. En carretera se hizo con una etapa en el prestigioso Giro de Italia, la más importante en esa modalidad deportiva en lo diez años que ha durado su carrera. Como además resultó ser en la etapa prólogo Taylor tuvo el honor de vestirse con la maglia rosa que caracteriza al líder del Giro. Pero, como decimos, Taylor también brilló en la pista. En dos Mundiales de esta especialidad logró alzarse con cuatro medallas, dos de ellas de oro (ambas en persecución individual), así como una plata en 1km contrarreloj y un bronce en Ómnium.
Nos interesa aquí su participación olímpica y a ese respecto hay que decir que Taylor Phiney estuvo en tres Juegos, debutando a los 18 años en Pekín 2008, donde logró un más que digno séptimo lugar en la prueba de persecución individual en pista. También estuvo en las dos ediciones olímpicas sucesivas y, aunque nunca lograra una medalla, estuvo a punto de hacerlo. En 2012 había puesto el foco precisamente en la cita olímpica, donde iba a competir tanto en las pruebas ciclistas de ruta como contrarreloj. En ambas acabó en cuarto lugar, a un paso del podio. Phiney aspiraba a medalla en los Juegos de Río, concretamente en la prueba de contrarreloj. Sus aspiraciones se desvanecieron, pues ni se acercó (acabó 22º a cinco minutos del campeón).
Hemos mencionado que Lance Armstrong se fijó en él. Que no quepa sospecha alguna de dopaje sobre Taylor Phinney, quien incluso manifestó en su momento su rechazo a la práctica -legal- realizada por compañeros suyos de tomar pastillas de cafeína y analgésicos. Es el momento de explicar cómo Taylor Phinney ha llegado a cambiar de pasión: del deporte al arte. De hecho, al hacer pública su retirada ha querido destacar que ahora el arte es su única pasión y, como tal, quiere dedicar su vida a ella. Todo ocurrió debido a una lesión del ya ex ciclista ocurrida en 2014. Estaba entrenando y se cayó. Fue una mala caída, que le destrozó su pierna izquierda. Los médicos le dijeron que probablemente no volvería a poder montar, pero sí que lo hizo, a base de sacrificios. Estuvo recuperándose de la grave lesión catorce largos meses, durante los cuales entró en conocimiento directo de la práctica del arte. La pintura iba a ser la que llenaría las largas horas de reposo obligado. Llegó a montar un estudio de arte en su hogar, pero no fue sólo la pintura la que le atrajo, sino que también empezó a componer música. Había que llenar tan largos huecos con algo y a Taylor el parón sacó su lado creativo. Cuando volvió a la bici su rendimiento ya no era el de antes. En los cuatro años y medio posteriores sólo se hizo con dos victorias. La suma de todo ello le hizo llegar a una conclusión: ya no estaba dispuesto a sacrificarse tanto por un deporte, un muy duro deporte, que no le ofrecía apenas satisfacciones. Sin embargo, crear arte y música sí que le llenaba. Las prioridades habían cambiado.
Ahora que se ha retirado ha confesado que su “pasión está en otra parte”. Atentos a las galerías de arte a partir de ahora. Pueden exponer obras de este olímpico y ciclista profesional.