MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 49: LA POLÉMICA FINAL DE ROMA 60 QUE CAMBIÓ LA NATACIÓN
Roma 1960, testigo de la que puede haber sido la final más polémica en la natación olímpica (con permiso del mismísimo señor Phelps y su polémica final en Pekín 2008 de los 100m mariposa). En la prueba reina, los 100m estilo libres en su modalidad masculina, ocurre un pandemónium. Para empezar, faltan dos de los mayores favoritos. El estadounidense Jeff Farrell había sufrido ese mismo verano una operación urgente de apendicitis. Su compatriota Jon Henricks, vigente campeón, sufrió una enfermedad intestinal al llegar a Roma, siendo eliminado en semifinales. El australiano John Devitt, plata en los Juegos anteriores de Melbourne 56, se convierte así en el máximo favorito. Junto a él Lance Larson, quien se manifiesta como la sorpresa del disminuido Team USA. Especialista en mariposa gana, sin embargo, en los 100 libres durante los Trials de su país que decidirán la participación olímpica, ante su propia sorpresa.
Noche del 26 de agosto, viernes. Empieza la final de la carrera reina. En el primer largo a la piscina del Estadio Olímpico de la Natación en el Foro Itálico el brasileño Dos Santos coge la delantera. Devitt, en la calle 3 y a su lado, en la central de la 4, Larson ven que el sudamericano ha quemado sus naves demasiado pronto, así que el dúo empieza la remontada. La primera ventaja la adquiere, aunque ligeramente, el oceánico. A falta de 25 metros Devitt distingue la sombra de su contrincante. Ya están ambos combatiendo cuerpo a cuerpo, igualados. Larson bracea con una fuerza extraordinaria. El final de la piscina y de sus metros ya están ante ellos y ambos tocan la pared de la piscina con un fuerte golpe. Devitt está convencido de haberlo hecho en segundo lugar y felicita al americano, que alza los brazos en señal de victoria. El resto de los competidores felicitan también al americano por su triunfo, aunque apurado. Ya fuera de la piscina, mientras se estaba secando, llegan las malas noticias para Larson: hay un problema, no está clara su victoria.
En esa época la tecnología no estaba tan avanzada como lo está ahora. Los puestos finales se determinaban mediante este complejo sistema: por cada calle hay tres cronometradores marcando el tiempo de cada nadador. Al menos dos de sus tiempos tienen que coincidir. Paralelamente, otros 24 jueces se apostan horizontalmente a la llegada. Doce en cada lado, esos doce en cuatro filas unos encima de otros. Ellos también tendrán voz y voto en cuanto al resultado final se refiere.
En el caso de esta final que nos compete todos esos jueces llegaron a esta conclusión: los cronometradores dieron un tiempo inferior a Larson, uno paró su cronómetro en 55.00, mientras que los otros dos lo hicieron en 55.1. En cuanto a Devitt los tres le dieron un tiempo de 55.2 segundos. En lo que respecta al resto de jueces (de los 24 tres se fijan en cada puesto) dos de tres dieron a Devitt el primer puesto, pero también dos de tres determinaron que el mismo Devitt había terminado en segundo lugar. Es decir, de los seis jueces que determinaban el primer y el segundo puesto tres se decantaban por Devitt en primer lugar y tres en segundo lugar, exactamente lo mismo que respecto a Larson: tres votos para primer lugar, tres para segundo. Había pues, un empate, aunque los cronometradores se inclinaban por victoria de Larson. Y entonces intervino el juez principal, el sueco Hans Runströmmer, quien se inclinó por Devitt. Lo hizo contra las reglas, pues en realidad, pese a ser el juez principal –que, por cierto, no se había situado en la línea de meta y tenía peor visión- no tenía el derecho a desempatar. El reglamento indicaba que esa misión sólo podía encomendarse a una máquina, que daba al americano un tiempo de 55.10 y al Aussie de 55.16.
El equipo estadounidense apeló, aportando imágenes de vídeo en la que Larson parecía ser el ganador. El jurado de apelación estuvo liderado por el mismísimo presidente de la Federación Internacional de Natación, Jan de Vries, quien rechazó la apelación. Una vez acabados los Juegos las protestas norteamericanas no cesaron, exigiendo la entrega de la medalla de oro a su nadador. Todas las apelaciones fracasaron, pero casi le amargaron a Devitt la ceremonia de su boda. Mientas se estaba casando, la FINA estaba reconsiderando la decisión. Devitt llegó a declarar que estaba dispuesto a devolver su medalla, pasado ya un año de los Juegos.
Toda esta polémica sirvió para algo: obligó a la introducción del cronometraje electrónico en la natación en los Juegos a partir de entonces. En teoría, solo en teoría, ya no tendría por qué haber más controversias.