JOHN SHUSTER Y SU ORO EN CURLING EN PYEONGCHANG: DE OBJETO DE BURLA A HÉROE NACIONAL
Todo, absolutamente todo, el pasado más remoto, el más reciente y el presente, hacían pensar que, una vez más, el equipo de curling liderado por John Shuster y que representaba a Estados Unidos en los Juegos de Pyeongchang, iba a irse de un gran campeonato -los Juegos de Pyeongchang- con un nuevo fracaso. Uno más de los malos resultados a los que se estaba acostumbrando peligrosamente el grupo formado por tres hombres de Minnesota y uno de Wisconsin. Pero el destino les tenía preparado algo a lo que no estaban acostumbrados: la mayor gloria deportiva posible, el oro olímpico.
Y eso que el equipo del skip (líder de los equipos de curling) Shuster parecía gafado desde hacía más de una década. Desde que John Shuster consiguiera la medalla de bronce en los Juegos de Turín de 2006 participando en el puesto de lead (el que tira las dos primeras piedras y, en teoría, el menos experimentado o con menos habilidades), Shuster había caído en picado. Tras la buena experiencia olímpica del 2006 –primera medalla para su país, por ende, en este deporte-, John Shuster creó su propio equipo. En el periodo que va de 2007 a 2014 no cosechó más que fracasos, salvo en campeonatos nacionales o en los clasificatorios de Estados Unidos para los Juegos Olímpicos, lo que le permitiría participar tanto en la cita de Vancouver 2010 como en la de Sochi 2014. En la ciudad canadiense Shuster fue definitivamente el miembro de su equipo –también llamado rink en el curling- que más falló. En concreto, en las definitivas piedras finales en tres de los primeros cuatro partidos. Suficiente para que el entrenador tomara una decisión insólita: sustituirle por el jugador reserva. Ese que en muchos campeonatos ni se estrena y, ni mucho menos, sustituye al skip del equipo.
Pero John Shuster no se rindió. Se unió a otro equipo ya existente –el liderado por Craig Brown- en el puesto de tercero o viceskip. Solo estaría una temporada, reorganizando su equipo al año siguiente. Un bronce en un campeonato nacional les proporcionaría la plaza para poder participar en la competición de selección para la siguiente cita olímpica en Sochi. Primero lo ganaron, luego consiguieron la plaza olímpica para su país en el torneo preolímpico hasta llegar finalmente propiamente a los Juegos, en Sochi. De nuevo, el fracaso en la mayor competición mundial: sólo vencen en dos de los nueve encuentros de la liguilla. Decepcionante noveno puesto final.
Tras el nuevo fracaso Shuster y sus compañeros fueron expulsados del programa de alto rendimiento. Es entonces cuando el skip, en lugar de venirse abajo –y pese a ser motivo de burla nacional al crear a partir de su apellido el verbo “shuster” refiriéndose a fastidiar algo del todo- quiere continuar con el equipo, con sus componentes de siempre, denominando su formación con el significativo nombre de “los rechazados”. Sin ayudas oficiales, siguen en pie. Entre otras medidas, el propio Shuster decide adelgazar, a base de una dieta y de ir al gimnasio, algo que no había hecho en su vida. Así, logra perder casi 16 kilos. Aunque bien es verdad que, dada la presión y los resultados, Shuster y su mujer se pensaron si realmente merecía la pena seguir. Parecía que los Juegos Olímpicos no estaban hechos para el “team Shuster” o el “team Shuster” para los Juegos. Pese a ello, el equipo gana el campeonato nacional de 2015, lo que les lleva, el siguiente año, a volver al programa de alto rendimiento de su país.
Y llegaron los Juegos de Pyeongchang. La última oportunidad para John Shuster y los suyos de participar en una cita olímpica. Y durante gran parte de la competición, pareció que había vuelto el gafe. De los seis primeros encuentros, sólo habían podido ganar en dos de ellos. Ello les ponía en una difícil posición: se imponía ganar en sus tres últimos enfrentamientos para poder acceder a la fase final de los cuatro mejores. Lo peor es que esos tres rivales eran potentes y se jugaban a su vez el pase: Canadá, Gran Bretaña y Suiza. Y, de repente, el Team Shuster no hizo un “shuster”, sino que ganó todos ellos. Superó más tarde a Canadá –toda una potencia- en semifinales, para enfrentarse a los máximos favoritos (la Suecia de Niklas Edin) en la final.
Ganar la plata en Pyeongchang ya habría supuesto mucho más de lo que Shuster y sus chicos esperaban en un principio. Es más, en medio de la competición y cuando peor marchaban las cosas, a John Shuster le pasó por la cabeza abandonar. De cualquier manera Estados Unidos se había plantado en la final y, en lugar de ser arrollados por la todopoderosa Suecia, le plantó cara empatando a 5 tras siete ends, a falta sólo de tres. En el octavo, Shuster se redimió por completo: de sus fallos en Vancouver, de su fracaso en Sochi; de las derrotas en la liguilla en Pyeongchang. Él fue el artífice de la inesperadísima victoria de Estados Unidos gracias a una magistral jugada que provocó un doble take-out que tuvo como consecuencia la ventaja para su equipo de cinco insuperables puntos. Demasiada ventaja incluso frente al gran Niklas Edin. El equipo de Shuster se había convertido en campeón olímpico, el primer oro –además- para su país en esta especialidad.
¿Se trata de un cuento o de una realidad? Se trata de deporte, de Juegos Olímpicos, de sueños hechos realidad, de esfuerzo, de mentalización y, por qué no, de un poco de suerte.