Momentos Olímpicos Mágicos

MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 37: EL DÍA EN QUE EL PÚBLICO CAMBIÓ UNA NOTA DE GIMNASIA EN UNA FINAL OLÍMPICA

El momento olímpico del que hablamos en el artículo de hoy, además de insólito e inaudito, tiene dos caras de una misma moneda: escándalo de una parte y ejemplo plausible de deportividad. Los protagonistas de cada una de las caras son los jueces encargados de la final de barra fija de los Juegos de Atenas 2004 y Alexei Nemov, gimnasta ruso en los últimos momentos de su brillante carrera.

Nemov, que se había ganado desde el inicio el cariño del público -de todos los públicos fueran del país que fueran- gracias a su simpatía natural, fue uno de los mejores gimnastas de la historia. Para cuando protagonizó el episodio que narraremos ya se había colgado al cuello la friolera de doce medallas olímpicas, cuatro de ellas de oro, dos platas y seis bronces, repartidas entre las ediciones de Atlanta 96 y Sidney 2000. A Atenas 2004 acudió ya en el declive de su carrera, pero capaz aún de realizar ejercicios dignos, cuanto menos, de hacerle regresar al podio. O eso al menos es lo que apreció el público heleno que llenaba el Pabellón Olímpico ateniense.

En realidad, lo que ocurrió durante la final en el aparato de barra fija hizo de Nemov la enésima víctima de los gravísimos errores de los jueces presentes en dichos Juegos. Una gota que colmaba un vaso que ya estaba a punto de sobrepasarse. La injusticia cometida sobre el ruso vino a sumarse al descarado error que había concedido previamente el oro al estadounidense Paul Hamm en el concurso individual (y que la propia Federación Internacional de Gimnasia reconoció pero no reasignó), así como el oro no otorgado a la rusa Svetlana Khorkina. Se realizaron muchas reclamaciones en esos Juegos, en forma de declaraciones públicas de los propios gimnastas o de oficiales por parte de sus federaciones nacionales, pero ninguna llegó a buen término. Sin embargo, el enésimo grave error cometido sobre Nemov sí iba a tener consecuencias, aunque desgraciadamente para su protagonistas, no inmediatas sobre él, sino en el futuro.

Alexei Nemov realizó un ejercicio casi perfecto, puntuado sin embargo excesivamente bajo según muchos y, sobre todo, el público. Toda la grada abucheó con vehemencia mediterránea la puntuación de los jueces. No hizo falta que fueran espoleados ni por el propio gimnasta ni por el equipo ruso, aunque alguno de sus componentes animaba al respetable. La pitada fue sonora como nunca y puede que batiera la duración en cuanto a finales olímpicas se refiere, pues el público griego –y de otras nacionalidades presentes, ya que pitaban todos a una- contestó ruidosamente la nota durante seis minutos. Tanto es así, que el siguiente gimnasta en salir –paradójicamente Paul Hamm- no podía iniciar su ejercicio. Nemov, abrumado, reaccionó de una forma de lo más deportiva. Tras el asombro inicial tuvo que sentarse en una silla, cabizbajo, debatiéndose seguramente entre la sensación de injusticia cometida contra él con la de agradecimiento al público.

Los jueces, en todo ese intervalo, no sabían muy bien cómo reaccionar. Hubo mucho movimiento entre ellos. Algo había que hacer para calmar el ambiente. La medida que tomaron fue inútil: le subieron la nota, sí, pero esas décimas (de 9.725 a 9.762) eran del todo insuficientes incluso para alcanzar el bronce. Simplemente subió dos puestos (acabaría en el quinto lugar), así que el público volvió a arreciar en sus sonoras protestas un par de minutos más. Solo gracias al propio perjudicado en este asunto, Nemov, Hamm pudo por fin salir. El ruso aplaudió al público a modo de gracias y le pidió que se calmara y acabara con la protesta. Ese gesto le honró como deportista y campeón olímpico. Ante todo respeto al rival.

Lo que siguió fue una continuación de desatinos, pues a Paul Hamm, que no clavó la salida, los jueces dieron una nota excesiva de 9.812 que, como era de esperar, fue protestada ruidosamente. Asimismo al surcoreano Yang otorgaron una nota que favorecía a Paul Hamm. Menos mal que al final el oro fue a parar, en justicia, al italiano Igor Cassina, lo que calmó al público y minimizó en parte el tremendo bochorno realizado por los jueces. Pero Nemov se quedó sin medalla, eso es cierto. Nunca llegó a criticar -al menos en público- a los jueces. Sí estará agradecido de por vida al cariño mostrado por el público en aquella célebre ocasión. De algo vale al menos saber que a partir de entonces, por culpa de este escándalo, se cambió el sistema de puntuación, válido desde 2006.

Nemov pidiendo calma al público

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *