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MASCOTAS OLÍMPICAS: ÉXITOS Y FRACASOS

Las mascotas olímpicas no se sabe si sirven como embajadoras de la edición en cuestión, para aportar dividendos con la venta de sus productos de merchandising, para identificar unos Juegos particulares o para animar al público durante la competición. Sea como sea a veces han generado rechazo, otras –las menos- han sido acogidas con cariño. Unas son de lo más tradicionales, otras, de lo más rompedoras. Todas contienen en su imagen elementos olímpicos representativos, como los colores olímpicos, los aros olímpicos –presentes en casi todas- o también y muy frecuentemente, son representaciones de algún aspecto muy intrínseco del país. En ocasiones solo hay una mascota, en otras van en pareja –como en Atenas 2004, los hermanos Atenea y Febo, derivados de dioses de la Antigua Grecia y con forma extraña de cono- y ya el colmo es ir en grupo –en Pekín 2008 llegaron a ser cinco, todas ellas representando a cuatro animales típicos del país más uno que representaba a la llama olímpica-. Desde hace algunos años también los Juegos Paralímpicos tienen su mascota propia, íntimamente relacionada con la de sus hermanos Juegos Olímpicos.

Aunque parezca que siempre han estado así, no fue hasta los Juegos de Invierno de Grenoble 64 cuando apareció la primera mascota, en su caso una especie de esquiador. Las mascotas a veces son fácilmente reconocibles; otras, como en el caso de Atlanta 96, son tan extrañas que se la llegó a llamar Whatizit (=¿qué es eso?) Denominada posteriormente Izzy, sufrió numerosos cambios ante las múltiples críticas y hubo de ser rediseñada en parte.

Si Izzy es el ejemplo de fracaso (nunca fue querida por el público) en las antípodas se encuentra Misha, osito que representó a los ya algo lejanos Juegos de Moscú 80. Pese a su clasicismo a ultranza Misha ha superado todos los años que le separan de los Juegos de Moscú y sigue siendo reconocido y, sobre todo, recordado, además de querido. Quizá ayudara a cogerle cariño la serie de dibujos animados que se realizó en su día y que le dio a conocer en todo el mundo. Puede que Misha haya sido la mascota olímpica más presente en el resto de países –aparte del organizador-. Este amistoso y simpático oso se hizo tan popular que llegó a viajar al espacio acompañando a dos cosmonautas.

En el otro extremo, en cuanto a popularidad se refiere, se encuentran otros de ediciones olímpicas incluso muy posteriores porque ¿alguien recuerda al ornitorrinco Syd, el puercoespín Millie o el kookaburra Olly–ave típico de Australia- de Sidney 2000? Por el contrario, otra mascota que perdura en el imaginario colectivo, y contra todo pronóstico, es Cobi. Por cierto, un inciso: las mascotas olímpicas en muchas ocasiones cogen su nombre de la ciudad en la que se celebran los Juegos o en algo de ellas. Así tenemos a Syd por Sidney y Millie por el Millenium Park donde se celebraban pruebas, mientras que Cobi adoptó su nombre por el COOB (Comité Olímpico Organizador de Barcelona 92). Nadie puede negar que Cobi fue de lo más innovador y nunca visto hasta entonces en cuanto a mascotas olímpicas se refiere: de diseño cubista, plano, con ciertas dudas incluso sobre qué animal era. A priori tenía todas las papeletas para resultar un fracaso, sin embargo a día de hoy es la mascota olímpica que más productos ha vendido. Y eso pese a su mal comienzo: como pasa con todas las mascotas, Cobi fue presentado en la ceremonia de clausura de los Juegos anteriores. En su caso apareció a modo de figura hinchable gigantesca…y desnuda. Un horror para Javier Mariscal, su creador. Mariscal lo concibió siempre vestido. De hecho, había un Cobi para cada deporte olímpico, vestido ad hoc. El hecho constatable es que Cobi no ha caído en el olvido, cosa que sí ocurrió con otras mascotas.

Hay que destacar que ha habido casos de interactuación entre mascotas de ediciones muy lejanas. Estamos hablando de la habida entre el ya citado Misha y una de las de Sochi 2014: el Oso Polar. Los dos son osos y los dos representantes de Juegos celebrados en el mismo país. Con 34 años de diferencia el Oso Polar de Sochi quiso hace un guiño a su antecesor Misha, vertiendo una lágrima en la ceremonia de clausura, tal como Misha hizo en su momento.

El proceso de selección de una mascota olímpica puede ser de dos maneras: o concurso entre diseñadores profesionales o concurso abierto a todo el mundo. Es mucho más frecuente el primero, aunque la elección del nombre definitivo sí que es común que se haga por medio de una votación popular, generalmente entre niños.

Los orígenes de las mascotas son de lo más pintoresco, habiendo dos tendencias: o bien escoger a animales representativos del país (como, por citar alguno, el tigre surcoreano en Seúl 88 con el nombre de Hodori) o conceptos más abstractos, como en el caso de Londres 2012. Wenlock, su mascota, debe su nombre en la Sociedad Olímpica Wenlock que albergara los Wenlock Games en el siglo XIX que inspiraron a Pierre de Coubertin. Se supone que la mascota representa las últimas gotas de acero sobrante de la construcción del Estadio Olímpico. Su diseño se completa con más símbolos olímpicos: cinco brazaletes representando los cinco colores olímpicos; en su cabeza se representa el podio y, finalmente, las líneas de su cuerpo que convergen en el logo central simbolizan todos los caminos que llevan a Londres 2012. Un último detalle: su frente simboliza en su forma el techo del estadio olímpico.

Podríamos hablar y hablar de cada una de las mascotas: su simbología y orígenes, su éxito y su fracaso. Aquí hemos querido mencionar a las más recordadas…o a los fracasos más cantados.

Las mascotas de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Londres 2012: Wenlock y Mandeville

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