LA PATADA MÁS INOPORTUNA DEL CAMPEÓN OLÍMPICO DE TAEKWONDO ÁNGEL MATOS
Ángel Matos tenía que haber pasado a la historia del olimpismo como lo que fue: todo un campeón olímpico. El máximo galardón que puede conseguir un deportista lo logró en la edición de Sidney, en el deporte del taekwondo y en la modalidad de hasta 80 kilos. Matos es cubano y el orgullo de su país, incluyendo el de Fidel Castro, que apoyó al deportista en sus peores momentos. Éstos se produjeron en la Olimpiada de Pekín, cuando Matos protagonizó un incidente que, afortunadamente se da con poquísima o nula frecuencia. Un borrón en la brillante carrera del cubano que duró milésimas de segundo, pero que fue suficiente para empañar su hasta entonces impecable trayectoria.
Sucedió durante su enfrentamiento contra el kazajo Arman Chilmanov que dirimía la medalla de bronce. El cubano había parado el juego –algo que entra dentro de lo reglamentario- debido a una lesión, pero estas pausas tienen un tiempo limitado que Matos, a juicio del árbitro, había superado. En esos momentos Matos iba ganando el combate, que se encontraba en sus segundo asalto, por 3-2. A favor del taekwondista isleño hay que decir que su lesión no fue moco de pavo, requiriendo incluso cuatro puntos. Ángel Matos se estaba reincorporando cuando el árbitro sueco Chekir Chelbat decidió que había excedido el tiempo permitido. La decisión de Chelbat de descalificarle por haber sobrepasado el tiempo de pausa no fue en absoluto bien recibida por Matos ni por su entrenador, Leudis González, quienes la protestaron airadamente. Pero el deportista cubano se excedió en su protesta, llegando –y aquí está el quid de la cuestión y lo que le hizo aparecer en toda la prensa deportiva mundial- a patear al propio árbitro. Un hecho inaudito que, como decimos, ha provocado que Ángel Matos sea más conocido por esa inoportuna patada realizada sobre la persona inadecuada que por haber ganado años antes el oro olímpico. Para su desgracia, no será recordado para el mundo por su logro deportivo, sino por su actitud antideportiva motivada por un momento de rabia.
Bien es cierto que, a posteriori, el deportista pidió disculpas, pero no le inhibió de cumplir la punición impuesta por la Federación Internacional de Taewondo de sancionarle de por vida, tanto a él como a su entrenador. Matos salió entonces en defensa de su entrenador, echándose él todas las culpas sobre sí mismo. No tenía en cuentan en ese momento el deportista que, en medio de todo el incidente, su entrenador no dejó de gritar que el árbitro estaba comprado. Su pupilo insistió en que sólo él cometió el error y que, en realidad, su entrenador intentó impedir el comportamiento cuanto menos criticable de Matos. “Lamento haber involucrado a mi entrenador sin tener nada que ver”, intentó disculpar Matos, reconociendo asimismo su comportamiento antideportivo.
El entrenador de Matos siempre insinuó que había un trasfondo oscuro con la descalificación de su deportista. No llega a explicarse por qué el árbitro tomó esa decisión tan extrema cuando estaba siendo atendido por una lesión medianamente seria. “El árbitro tomó la decisión de terminar el combate, sin tener la más mínima ética profesional”, afirmó bien a las claras. La decisión, sin vuelta atrás, pudiera venir –según insinúa Leudis González- de lejos, pues un año antes, disputando el Mundial de 2007, Matos sufrió algo parecido en muy similares circunstancias. Contra el mismo rival –Chilmanov- y también en el combate por el bronce. No lo vieron nada claro los cubanos, quienes llegaron a realizar una protesta por la “parcialidad de los jueces”. Para el entrenador de Matos estaba claro que en ambos casos los kazajos habían comprado al árbitro.
Ángel Matos quería acabar su carrera y, desde luego, su periplo olímpico, justamente en ese combate en el que se jugaba una medalla en los Juegos de Pekín 2008, pero jamás pensó que lo haría de esa manera. Según cuentan, en el largo viaje de vuelta a La Habana no habló ni una palabra. Probablemente estuviera avergonzado por su reacción, pero quien pareció no estarlo fue Fidel Castro, que le mandó un explícito mensaje de apoyo, tanto a él como a su entrenador, subrayando su “total solidaridad”, mensaje que fue muy bien recibido por el entrenador del taekwondista. El que fuera comandante al mando político de Cuba justificó a su deportista con esta frase: “No pudo contenerse”. De hecho, en el momento de la retirada oficial de Matos, éste fue arropado por las máximas autoridades deportivas de su país.