CAROLINA PASCUAL: “SACRIFIQUÉ TODO PARA ESTAR EN LO MÁS ALTO EN BARCELONA 92”
Carolina Pascual tuvo a la vez fortuna y desgracia por nacer en el momento en que nació. El lado positivo es que vivió el mejor momento de su carrera como gimnasta de rítmica en su país, por lo demás en la mayor cita deportiva posible, la olímpica (en los Juegos celebrados en Barcelona). Tuvo otra suerte: en su época, los países de la antigua Unión Soviética aún competían unidos formando una única entidad, denominada “Equipo Unificado”. Las gimnastas de ahora han de enfrentarse, por el contrario, a varias súper potencias de la misma procedencia soviética, compuesta por las rusas, las ucranianas y las bielorrusas. Muchos menos puestos que “dejan libres” las campeonas del Este. Pero Carolina también pilló una época parca en beneficios económicos practicando su deporte, aunque fuera en la élite y, sobre todo, unos métodos de entrenamiento draconianos tales que la obligaron a retirarse a una edad demasiado temprana, debido a la dureza de la vida que tenía que llevar una gimnasta de rítmica: “Yo entrenaba 12-13 horas al día. Ahora están más repartidos los entrenamientos, están distribuidos de otra manera, para compaginar los estudios. Todo va evolucionando y ha cambiado mucho”.
Carolina Pascual destacó desde muy niña, algo raro para una “occidental” en un deporte absolutamente dominado por ex soviéticas y búlgaras. No es que haya cambiado mucho el panorama, bien es cierto. Que una occidental consiguiera una medalla olímpica se antojaba fuera de todo guión previsto y, sin embargo, esta jovencísima alicantina lo logró, llevándose la plata en los Juegos de Barcelona 92: “Mi experiencia en Barcelona fue un sueño hecho realidad porque trabajaba con la mentalidad de poder llegar y la suerte también de que Barcelona había sido la ciudad elegida para albergar los Juegos del 92, así que mi ilusión de estar en unos Juegos Olímpicos se agrandó todavía más al celebrarse en mi país. Para mí fue un acontecimiento único para el que sacrifiqué todo para estar en lo más alto y dejar a España en un buen lugar”, contó a Rincón Olímpico la ex atleta.
Pascual lo consiguió contra todo pronóstico…menos el suyo propio: “Esperaba la medalla. Si no fallaba ni cometía ningún error sí [que podía conseguir medalla]. Ya lo estaba visualizando meses antes de los Juegos. En el desfile inaugural yo ya lo veía. Si no había ningún error la medalla estaba ahí”. No nos deberíamos de extrañar de la confianza en sí misma de la gimnasta de Orihuela si tenemos en cuenta que con tan solo diez años ya ni más ni menos que Rusia le ofreció una considerable cantidad de dinero para competir por su país. Estamos hablando de Rusia, la gran, grandísima cantera de la rítmica mundial.
En el momento de su histórica medalla contaba con escasos 16 años, edad en la que fácilmente podría verse afectada por la presión: “Había mucha presión, se notaba porque se sentía. Parecía que la gente estaba haciendo el ejercicio conmigo en el tapiz. Parecía que se querían echar a la pista. Para mí fue espectacular y sin ese apoyo hubiera sido más duro”. Porque el ejercicio de Carolina se desarrolló en medio del delirio colectivo de un público, el de la rítmica, tradicionalmente entregado con las gimnastas: “Todo el país estaba conmigo, apoyándome. Se notaba que el público estaba con los deportistas españoles. Yo lo viví mucho, con apoyo en la pista, durante mi actuación, que fue impresionante. “¡Vamos, vamos Carolina!, ¡Hasta el final!”, me gritaban. Haciendo un buen trabajo hasta el final. Creo además que fui una de las únicas que no falló nada en todos los Juegos Olímpicos”.
La disciplina que tuvo que soportar Carolina (fue discípula, durante años, de la prestigiosa entrenadora búlgara Emilia Boneva, por entonces seleccionadora nacional): horas de entrenamiento, duro régimen alimenticio, etc, hicieron que meses después de alcanzar el cénit de su carrera, esa plata de Barcelona 92, Carolina decidiera retirarse. Eso pese a que acababa de ganar otra medalla de plata, esta vez en el Mundial de 1993, disputado en su Alicante natal. Confiesa haberse arrepentido de la pronta retirada, pero su cuerpo le dijo basta. Incluso sin la medalla en la competición más prestigiosa Carolina habría quedado satisfecha de su carrera, según nos confesó: “Si no hubiera conseguido medalla estar representando a tu país en unos Juegos Olímpicos ya es algo muy gordo, pero conseguirla es el sueño de cualquier atleta: llegar a lo más alto”.
Vivir el momento olímpico con 16 años fue toda una fascinación para ella, como cuando veía a Michael Jordan en el comedor de la villa olímpica, a Montserrat Caballé cantar el himno en la ceremonia de inauguración o “desfilar justo detrás del ahora rey Felipe VI, que fue el abanderado en Barcelona”. Porque estar en unos Juegos Olímpicos ya era cumplir un sueño para ella: “Yo veía los Juegos de niña por la tele, a Marta Bobo en Los Ángeles 84 y a Maisa Lloret en Seúl 88 y quería estar ahí”. Eso sí, tuvo que privarse de todos los entretenimientos de la villa olímpica porque “estábamos muy concentradas, nada de tonterías. El momento concentración hay que llevarlo hasta el último momento. Disfruté poquitas horas de la villa olímpica, si acaso con la selección de fútbol, fuimos a la playa un poquito…Una vez conseguido nuestro objetivo, eso sí. Nosotras teníamos que conservar toda nuestra energía para estar a tope en la competición. No había ni un segundo para tonterías”. Carolina nos deja con una frase lapidaria que es el leit motiv de todo campeón: “Cualquier deporte conlleva un sacrificio”. Ella es uno de los ejemplos más palpables.