KAZUYOSHI FUNAKI, EL SALTO PERFECTO QUE HIZO HISTORIA EN NAGANO 98
Los deportes evolucionan: lo hace su material, sus técnicas, sus movimientos…Los saltos de esquí no son una excepción. Podríamos imaginar, en este caso en concreto, que hablamos de la evolución en los esquíes, en los trajes –que sin duda se ha producido-, pero nos vamos a referir a la evolución en la técnica del salto.
Hasta bien entrados los años 90 del pasado siglo el vuelo se hacía con la llamada “técnica en paralelo”, que no necesita explicación con esa denominación tan explícita. Su mayor exponente y saltador más notorio históricamente fue el finlandés Matti Nykänen. Pero ya en los Juegos de Calgary, celebrados a fines de los 80 (en 1988) surgió una brecha en el estilo, cuyo precursor fue el checo Jiri Malec, que realizó una variación en la posición de los esquíes en el vuelo, pasando de la técnica en paralelo vigente hasta entonces a la técnica en V, abriendo los esquíes en esa forma. Todo con la única intención de alargar la distancia de los saltos.
Hay que recordar que la nota final de los saltos de esquí se mide por dos baremos: distancia recorrida y puntuación de estilo de cinco jurados. Con la técnica en V se podía, científicamente, aumentar la distancia, pero se corría el riesgo –como en realidad sucedió- de bajar la puntuación de estilo, puesto que en sus comienzos -y durante años-, esa posición fue muy mal acogida por los jueces, quienes la consideraban antiestética. Ya se sabe que a veces a las innovaciones les cuesta abrirse paso y el mundo del deporte no es una excepción. La técnica del salto casi no había evolucionado desde que se impuso la postura estirada con los brazos pegados (que ahora, por cierto, también se despegan para alcanzar más distancia), en los años 60.
Malec había iniciado un punto de no retorno, pues la técnica en V fue adoptada poco a poco por todos los saltadores, que habían comprobado sus bonanzas. Llegó un momento en que a los jueces no les quedó más remedio que adaptarse o morir, hasta aceptarla como hecho consumado.
Los japoneses, tan dados a la experimentación tecnológica y que se habían convertido en una potencia en saltos, dedicaron un grupo de científicos a estudiar cómo podían mejorar sus saltadores. Aplicaron todo tipo de cálculos matemáticos y ramas científicas: desde la geometría hasta la trigonometría. El resultado fue concluyente: los esquíes en V suponían la mejor fórmula aerodinámica. Ese estudio lo realizaron al poco de la aparición de la innovación mostrada por el saltador checo, cuando aún no estaba generalizada.
Y entonces llegó una edición invernal de Juegos Olímpicos a celebrarse en suelo japonés: la edición de Nagano 98. Ya en la anterior disputada en Sapporo 72 había brillado un saltador local, el primero de los más grandes de ese país: Yukio Kasaya, primer japonés en ganar un oro en saltos de esquí. En la edición de Nagano los locales presentaban un potente equipo cuyo miembro más joven era Kazuyoshi Funaki. Cuando Funaki consiguió la plata en el trampolín más corto nadie hacía presagiar que se iba a convertir en historia del deporte y de los Juegos Olímpicos con su segundo salto en la competición del trampolín largo, el de 120 metros.
En su primer salto se colocó en el cuarto puesto. Las miradas de los 40.000 espectadores japoneses estaban más puestas en Masahiko Harada. Funaki, que provenía de la misma ciudad –Yoichi- que el mítico campeón de Sapporo 72, Kasaya, estaba además entrenado por éste. Kasaya siempre había sido el modelo a seguir por Kazuyoshi, mas nunca imaginó que le iba a superar.
Se presentó a la cita olímpica con un gran bagaje previo de victorias en la temporada 97/98, pero su primer salto en la final olímpica del trampolín de 120 metros resultó algo decepcionante. Por el contrario, su compatriota Harada había realizado un espléndido salto. Tanto, que la medición electrónica no pudo registrarlo, teniendo que ser medido manualmente. Aún no había aparecido en el marcador su puntuación total cuando le tocó saltar a Funaki. Mientras las pobladas grades esperaban ansiosas que se revelara el misterio de la gran marca sin duda conseguida por Harada Funaki saltó; saltó una barbaridad: 132.5 metros. Pero no solo eso –y aquí está su hazaña que le colocó en los anales del olimpismo-: lo hizo con tal perfección de estilo, con tanta elegancia y suavidad en todas sus fases: despegue, vuelo, posición del cuerpo, aterrizaje, que todos, absolutamente todos los jueces le concedieron la puntuación máxima: 20. Ha sido –de momento- la única vez en que se ha producido la unanimidad de jueces en cuanto a puntuación perfecta se refiere en unos Juegos Olímpicos. Nadie más lo ha conseguido. Fue, además, la primera vez que se conseguía un oro con la técnica en V, para entonces ya totalmente instalada en los saltos. Funaki, además, volaba con una variación particular de esta técnica, pues su cuerpo se colocaba de manera más plana entre los esquíes que en su forma más habitual.
Kazuyoshi Funaki, que fue “premiado” por haber conseguido semejante logro con portar la bandera de su país en la ceremonia de inauguración de los siguientes Juegos, los celebrados en Salt Lake City, alargó su carrera muchos años más, hasta 2012, año en que se retiró. Desde 1998 ya formaba parte de la historia de los saltos de esquí.