ALEXANDER KARELIN, UN PRODIGIO DE LA NATURALEZA
A veces surgen atletas de una clase extraordinaria y claramente superior al resto que hacen que sobresalgan sobremanera y queden para la Historia. Ese es el caso del luchador ruso Alexander Karelin, considerado de pleno derecho el mejor intérprete de la lucha grecorromana de todos los tiempos.
Karelin se mantuvo invicto desde 1987 a 2000, perdiendo su imbatibilidad justamente en la final de Sidney en lo que se ha considerado como una de las mayores sorpresas de todos los Juegos Olímpicos. Antes había conseguido ya tres oros olímpicos (en Seúl, Barcelona y Atlanta), teniendo especial mérito el obtenido en 1996 dado que venía de una reciente lesión en el Europeo previo (cinco semanas antes de los Juegos, cuando los médicos le aconsejaron dos meses de reposo).
El ruso había sido descubierto de niño debido a su imponente físico -1,78 de altura y 78 kilos con 14 años-. El buscador de talentos deportivos Viktor Kuznetsov le fichó y una vez completado su crecimiento (1,92 y 130 kilos de peso) se dedicó de pleno a este ancestral deporte. De hecho gran parte de la clave de su éxito fue la dedicación. Karelin solía decir que se “entrenaba cada día de su vida mientras que el resto no entrena ninguno”.
El apodado como “Oso ruso”, “Alexander el Grande” y “El Experimento” (se habla de que experimentaron con su cuerpo para llegar a convertirlo en la mole que llegó a ser) mantuvo un récord de no ceder ni un punto a sus rivales durante los trece años de su imbatibilidad, así como de haber ganado 887 combates y haber sufrido únicamente dos derrotas. No es de extrañar que haya entrado en la lista oficial de los 25 mejores deportistas del siglo XX y, sin duda, se le considere el mejor luchador de la Historia. Además detenta otro singular récord: ha sido el abanderado de su país en tres Juegos Olímpicos consecutivos, dato a destacar por la potencia deportiva de su nación.
Además Karelin fue el introductor de un nuevo movimiento técnico que le reportó muchas alegrías: el denominado “Levantamiento Karelin”. Gracias a él agarraba a su oponente, lo volteaba por encima de su cabeza y lo lanzaba al suelo. Ese movimiento le proporcionaba el máximo de puntos que se pueden conseguir en este deporte. El mérito está en que es una técnica extremadamente difícil de realizar en su categoría, la de los luchadores de más peso. Y es que El Experimento era capaz de levantar más de 1,5 veces su peso, así como de levantar hasta 205 kilos en el movimiento de dos tiempos propio de la halterofilia. Asimismo era capaz de levantar tres veces 400 kilos en el ejercicio de peso muerto. Un portento de la naturaleza, los entrenamientos y/o los experimentos genéticos de la antigua URSS (o un combinado de todos, más bien).
Gran parte de su éxito se debió a su infernal método de entrenamiento. Karelin, como buen ruso, estaba acostumbrado al frío. Este luchador corría habitualmente por colinas cubiertas de un metro de nieve y con una temperatura de hasta -20 grados. Era capaz de subir varios pisos con una nevera a su espalda, la cual pesaba más que él mismo. Por si fuera poco, para entrenarse remaba durante horas en lagos y talaba árboles con los que posteriormente cargaba. Todo ello le permitió gozar no solo de una descomunal fuerza, sino de una resistencia brutal que le permitía correr a un ritmo de 16,4 kms y tener un volumen aeróbico como el que tienen los remeros o los decathletas (recuérdese que Karelin pesaba 130 kilos).
El presente de Alexander Karelin puede resultar algo inesperado: tras graduarse en pedagogía entró en política invitado por el mismísimo Putin y ha sido representante en la Duma de la provincia de Novosibirsk y posteriormente de la región de Stavropol. También es miembro de la Duma para asuntos internacionales.