VISTANDO LA SEDE DE JOMA, UNA DE LAS FIRMAS QUE MÁS HA CRECIDO VISTIENDO A LOS DEPORTISTAS EN JUEGOS OLÍMPICOS
El calzado y la ropa que los deportistas de élite han vestido a lo largo de más de un siglo de Juegos Olímpicos ha ido evolucionando constantemente. Cada vez se presta más atención a los tejidos, los diseños, los materiales para que no solo no obstruyan al deportista sino que le faciliten su andar, correr, saltar, etc. incluso hasta el punto de facilitarle la mejora de sus marcas. Por eso que una gran firma dedicada a estas materias invierta en diseño y desarrollo es fundamental. Una de ellas, con cada vez más alcance internacional y mayor presencia en Juegos Olímpicos, es la española -toledana, para más señas- Joma.
Historias de los Juegos visitó su sede central que además alberga un gigantesco almacén que funciona incluso como puerto aduanero, pues a él llegan sus productos realizados en Asia y parten hacia todo el mundo.
Joma ha ido creciendo su presencia en Juegos Olímpicos hasta llegar a vestir en los Juegos de París 2024 al 15% de los deportistas. En la cita de la capital gala más de diez Comités Olímpicos del mundo, más de veinte federaciones nacionales y más de quince deportistas individuales vistieron Joma. Algunos ejemplos: además del CON de España otros de Europa (como Portugal o Armenia), Asia (como Jordania o Kazajistán) y América (como Guatemala y Puerto Rico) se equiparon con Joma. Destacadas federaciones de atletismo, como la italiana, la checa y la marroquí -amén de la española- igualmente lo hicieron, pero también lo hicieron -entre otras- las federaciones croata, eslovena y española de balonmano. A nivel particular, los medallistas olímpicos de tenis Sara Sorribes y Tomáš Macháč vistieron, entre otros muchos, Joma.
La historia de esta firma empezó en 1965, cuando Fructuoso López aún trabajaba arreglando calzado para decidirse a crear su propia empresa, en sus comienzos bien pequeña. Para 1969 ya había montado su primera cadena de montaje. En 1973 creó su logo, que ha ido modificándose. Según pasaban los años fue creciendo en metros cuadrados sus instalaciones y en número de empleados. Con el tiempo fue fichando a deportistas destacados y patrocinando a atletas hasta llegar a la expansión internacional y la aplicación práctica en sus productos de sus investigaciones. El salto olímpico lo realizó en los Juegos de Barcelona 92. En Tokio 2020 ya quince Comités Olímpicos Nacionales confiaron en esta marca, cifra que se consolidó en París.
La firma se ha modernizado en todos los sentidos, pues está comprometida con la sostenibilidad en aspectos como el uso de tejidos reciclados, eliminación del plástico en el packaging, el uso de cartón reciclado en sus cajas o el de polybags biodegradables.
El almacén central, situado en la localidad de Portillo de Toledo, tiene 70.000 m² (que se duplicará en los próximos cuatro años). El diseño se realiza en su totalidad en esta sede y se trabaja en colecciones a dos años vista. Los ingenieros industriales que idean los nuevos modelos o las modificaciones de los actuales realizan ejemplares en impresoras 3D para ahorrar tiempo y dinero, pues los prototipos se pueden sacar de esta manera en diez horas en lugar de los días que tardarían en enviar los diseños a Asia. Todo se hace en 3D, incluyendo la ropa, que ya no se realiza en patronaje. Son cincuenta las personas que trabajan en este departamento. Sus prototipos se consultan antes, durante y después de su realización con deportistas profesionales para saber sus necesidades, por ejemplo en las zapatillas de los marchadores se tiene en cuenta el color: en lugar de usar colores chillones se utilizan los más semejantes al color del asfalto por el efecto de la “ceguera al cambio de color” ya que se intenta que la zapatilla se mimetice con el suelo, no destaque, no se focalice la mirada en ella y, de esta manera, no sean tan destacablemente apreciables posibles faltas sancionables por los jueces.
Volvamos al almacén, auténtico corazón de la sede central. En él se encuentran diez millones de productos en un mismo momento. Se trata en realidad de cinco almacenes robóticos de 150 metros de largo con cinco elevadores que buscan referencias informatizadas. Las cajas localizan el producto en cuestión y hasta que la máquina no calcula que tiene el peso que debería tener -según los productos que debería haber en esa caja en concreto- la caja no retorna, ya completada. La esperará un trabajador que comprobará que todo está correcto. En un día pueden llegar a salir de este almacén para ser distribuidos por todo el planeta 150.000 productos. La informatización llega al punto de que la máquina mira en cada caja el país de destino de la misma y la coloca según proceda.
Pese a sus 500 trabajadores solo en esta sede Joma no deja de ser una empresa familiar. Su creador, Fructuoso López, que sigue diariamente comprobando que todo marcha según lo previsto, nos cuenta que “decidí hacer una marca que con el tiempo perdurara. No hay más secreto que el trabajo. Me centré en trabajar, soñar y triunfar”. Nos deja el que puede ser su lema y que aplica a su marca: “Siempre pensé que tenía que mejorar”. Mejoras que se ven en sus innovaciones, como la fabricación de unas de las zapatillas más ligeras del mundo, por debajo de 130 gramos y hechas de fibra de carbono, las RS-9000 o las prendas con tejidos ultra transpirables con la tecnología micro-mesh system para evacuar el sudor.
Un comentario
Virginia
Que barbaridad,que enormidad y que bien que el fundador siga en la brecha.