MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 111: UNOS “NOVATOS” VENCEN EL ORO OLÍMPICO DE REMO EN BERLÍN 36
De cómo un puñado de universitarios que meses antes no había remado en su vida ganaron un oro olímpico. Eso ocurrió en los Juegos de Berlín 36 con la tripulación de Estados Unidos, una hazaña épica con trazas de argumento digno de película que el cineasta George Clooney no ha dudado en llevarla a la gran pantalla con el título de “The boys in the boat”.
Los nueve componentes (ocho más el timonel) le deben mucho, muchísimo a un tal Al Ulbricksen, el auténtico artífice del milagro. Ubicado en el estado de Washington, se empeñó en formar a un grupo de estudiantes para que desafiara primero a la universidad de California, que había conseguido oros olímpicos en Juegos precedentes, luego a los potentes rivales del Este del país y más tarde al resto de naciones en Berlín 36. Hay que hacer notar que el remo era un deporte muy popular en esas décadas (20 y 30 del pasado siglo); incluso había cromos con los remeros más populares y llegó a haber 90.000 espectadores en pruebas nacionales en Estados Unidos. En los Juegos de Berlín fue el segundo deporte con más seguidores, tras el atletismo.
La elección -dos años antes de los Juegos de Berlín- del grupo de futuribles remeros de la universidad de Washington no era nada fácil. Los aspirantes se veían sometidos a sesiones de remo de tres horas cada tarde, incluso anochecido. Salían con las manos sangrando, llenos de dolores. Los primeros en abandonar las pruebas de selección eran los estudiantes de clase más alta. Mientras tanto se encargó a los hermanos ingleses Pocock -que habían estado en la prestigiosa embarcación de Eton- construir el barco de la universidad de Washington. Los británicos también mejoraron la forma de remar, pues el entrenador encargado no tenía mucha idea (aún no era Ulbrickson) y usaba métodos insuficientes.
Los candidatos se fueron definiendo e incluso crearon un grito de guerra: M-I-B (mind in boat=concentraos). Aún no había una única embarcación definida, pues durante meses Ulbrickson mantuvo varias intercalando elementos de unas y otras hasta dar con el grupo ideal. La tarea que tenían por delante era ingente, pues primero tendrían que vencer en varios enfrentamientos a California para luego marchar al Este del país, con gran tradición, y ganar al resto de equipajes de allí. Increíblemente fueron superando todos esos obstáculos, remeros que nueve meses antes no se habían subido a una embarcación de este tipo, frente a campeones olímpicos. Poco a poco los de Washington fueron subiendo posiciones en la carrera hacia ganarse el puesto en los Juegos para representar a Estados Unidos.
Gran parte del mérito hay que atribuírselo a la ‘cabeza pensante’, el motor de todo esto: el citado Ulbrickson. La exigencia era máxima y la disciplina ídem, pues incluso se les prohibía a los chicos mascar chicle o decir palabrotas. La preparación en serio de cara a los Juegos Olímpicos tiene una fecha concreta: el 14 de enero de 1935, a la vuelta de las vacaciones de Navidad: remarían todos los días, hiciera el tiempo que hiciese. Cambiaron también su grito de guerra: ahora sería L-G-B (Let´s go to Berlin=Vamos a Berlín). Ese año volvieron a competir contra California y en el Este contra las embarcaciones de allí, con resultados algo dispares. Mientras tanto en el país se hablaba de boicotear los Juegos debido al régimen, ya claramente nazi, del país organizador, pero Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Nacional, lo impidió (era un conocido anti-semita).
Para mediados de marzo Ulbrickson ya iba teniendo claro qué componentes iban a formar su tripulación escogida. Mencionemos a uno de ellos, Gordy Adam, que llegó a remar en un enfrentamiento contra California durante dos millas con un corte en su pulgar que le llegaba hasta el hueso sin decir nada a nadie.
Para llegar a ser los elegidos para ir a los Juegos quedaba un último y principal escollo: los trials nacionales, en los que participaban seis barcos. Los de Washington consiguieron la plaza pese a que otros contaban con miembros que sí podrían ir a los Juegos pero que no eran elegibles para las pruebas nacionales debido a su edad, mayor que las de los universitarios de Washington.
Una vez elegidos para representar a Estados Unidos en Berlín 36 quedaba un último obstáculo: recaudar dinero para poder equiparse como era debido. Como anécdota diremos que un donante dio un dólar…pero prefirió permanecer anónimo. En el trasatlántico que les llevó hasta Europa coincidieron con Eleanor Holm, aquella nadadora expulsada sin una razón clara.
Ya en Alemania los primeros entrenamientos de los estadounidenses fueron realmente mal; nunca antes habían remado peor. Incluso golpearon el barco -bautizado Husky Clipper-, que tuvo que ser reparado. Cuando los chicos iban por las calles de Berlín no faltaron los conatos de incidentes, como cuando les saludaban con el grito de “Heil Hitler!” al que ellos contestaban con otro de “Heil Roosevelt!”. Pero lo peor, con todo, fue el fortísimo resfriado que pilló Don Hume, al que incluso, debido al mismo, Ulbrickson apartó del equipo al verlo tan débil. El resto de la tripulación se “amotinó” y exigió que volviera. Hume era el que se sentaba delante del timonel, al que miraba a los ojos y entendía enseguida, sin hablarse siquiera, qué ritmo debía imponer.
Por si fueran pocos los problemas el reparto de calles fue claramente perjudicial para Estados Unidos. Debido a los vientos en el lago Langer las calles claramente más favorecidas eran las situadas en los números más bajos sufriendo las calles 5 y 6 fuertes vientos. Ulbrickson se reunió con los oficiales pidiéndoles que anularan las calles 5 y 6, sin éxito. Pese a todo, Estados Unidos pasó el primer corte y se plantó tras la primera carrera en la final batiendo además el récord mundial propiciado probablemente al mantener un mano a mano con los británicos.
Ya estamos en la final, en la que no faltaba ninguna de las naciones favoritas. Hume fue duda hasta última hora, pues había quedado además muy debilitado por el esfuerzo de la carrera anterior. Nuevo contratiempo: se cambió de forma algo más que sospechosa el sistema de asignación de calles y en lugar de dar las mejores a los mejores tiempos fue al revés: la 1 para Alemania y la 6 para Estados Unidos. El ambiente en las gradas no podía estar más a favor de los locales, pues les apoyaban con gritos constantes 75.000 espectadores, entre los que se encontraba el mismísimo Hitler y toda su plana mayor.
Desde el primer momento se vio que el viento iba a causar problemas a las calles finales, agravado porque ni la calle 5 (de Gran Bretaña) ni la 6 escucharon el grito que anunciaba la salida, partiendo así con desventaja. El viento aumentó. El timonel americano, observando la palidez de Hume, llegó a dudar de que éste pudiera incluso acabar la final. Según iba avanzando la carrera Estados Unidos se iba alejando de la cabeza. A los mil metros (mitad de la carrera) Italia cogió gran ventaja, mientras que las calles 5 y 6 permanecían las últimas. La final estaba acabando y EE.UU. tenía que hacer algo ya. Moch, el timonel, confió en Joe Rantz y le pidió que marcara él el ritmo, subiéndolo. Entonces Hume pareció reaccionar y miró fijamente a Moch. Los de Washington fueron subiendo el ritmo de paladas. Cruzando la marca de los 500 metros para la meta ya eran terceros aunque aún era considerable la distancia con los dos primeros. 200 metros más adelante pudieron emparejarse con el dúo de cabeza. Moch sabía que había que dar más y “mintió” a sus compañeros diciéndoles que apenas quedaban veinte paladas. Fue contándolas hacia atrás y cuando llegó a quince retomó el veinte. Aun así, parecía que se requería un esfuerzo mayor. Llegando a la meta tres países estaban muy igualados, tanto es así que al cruzarla ninguno de los tres sabía a ciencia cierta el orden de llegada. Los alemanes alzaban el puño victoriosos; uno de los italianos vomitó por el esfuerzo. Finalmente los jueces dieron los tiempos: primero Estados Unidos, segunda Italia a tres centésimas, tercera Alemania a un segundo. Hitler decidió marcharse nada más conocer este resultado.
Una última curiosidad: al día siguiente esos tres barcos con sus remeros volvieron al lago sede de la final para ser filmados desde cerca por las cámaras de Leni Riefenstahl para “Olympia”, la película sobre los Juegos que estaba realizando. Muchos consideran que los primeros planos del timonel Moch y toda esa filmación realizada ese día conforman los mejores minutos del film oficial de los Juegos de Berlín.
Un comentario
Virginia
Muy emocionante!