ABBY HOFFMAN: LUCHANDO DESDE NIÑA POR EL DEPORTE FEMENINO
Abby Hoffman no podía imaginar siendo niña que, con el tiempo, se convertiría en una activista en la defensa del deporte practicado por mujeres gracias a su propio ejemplo. Tampoco podía prever que en un futuro llegaría participar en cuatro ediciones olímpicas y que, tras su retirada, vendría su aportación más importante al deporte: su introducción de lleno en el mundo directivo del deporte en una época en la que era aún más difícil -si cabe- que en la actualidad que una mujer ejerciera cargos.
Para Abby siendo niña lo natural era practicar deporte, concretamente el hockey sobre hielo. Lo hacía desde que tenía tres años, intentando emular a sus dos hermanos mayores. Pero el “problema” es que era niña y por entonces no existían aún ni liga ni equipos de hockey de niñas. Así que los padres de Abby, dispuestos a que la niña no fuera privada de realizar algo que le gustaba y para lo que demostraba tener indudables cualidades, optaron por cortarle el pelo e inscribirla bajo el nombre de Ab en un equipo de niños. Eran los años 50 del pasado siglo, así que era o eso o nada. Era tan buena en su equipo (recordemos, masculino) de Toronto que fue elegida para el torneo all-star, momento en que se reveló que Ab era una niña porque para jugar en el torneo tenía que presentar el certificado de nacimiento. El descubrimiento causó un revuelo porque una niña se les había “colado” en un equipo masculino.
Finalizada de forma tan brusca su etapa como jugadora de hockey Abby no se conformó con apartarse del deporte. Decidió dedicarse al atletismo, deporte que la acabó llevando a cuatro Juegos Olímpicos (los que van de 1964 a 1976). Lo hizo corriendo la distancia de 800 metros en todos los casos, además de añadir la de 400 en los de Tokio 64. Sin resultados destacables, sí que consiguió en los de Montreal, los de casa, un logro hasta entonces inédito al convertirse en la primera mujer canadiense en ser la abanderada de su país en una ceremonia de apertura olímpica.
Pero sus mayores aportaciones las haría una vez retirada, aunque ya en la década de los 70 se había destacado como una de las atletas que intentaron presionar a las autoridades olímpicas para que definitivamente dejaran competir a mujeres en las distancias más largas. No obstante, hemos de remontarnos a la década anterior, la de los 60, para resaltar uno de sus mayores logros cuando tuvo éxito en su lucha para permitir que las mujeres pudieran entrenar en las instalaciones de la universidad de Toronto, que tenían por aquel entonces la única pista de atletismo de todo Ontario.
Su lucha por los derechos de las mujeres en el deporte continuó una vez retirada desde los puestos a los que accedió como dirigente: durante los diez años que van de 1981 a 1991 se convirtió en la primera mujer directora general de Sport Canada, el organismo del que depende la política deportiva del país norteamericano a nivel federal. Además, en 1981 fue la primera mujer en ser elegida en el Comité Ejecutivo del Comité Olímpico Canadiense. Un año más tarde, junto a otra mujer -Maureen McTeer- montó el primer campeonato nacional femenino de hockey hielo. No ha de extrañarnos que la copa que se entrega al final de temporada al equipo ganador se llama la Copa Abby Hoffman. Seguimos con sus cargos: desde 1995 es miembro del consejo de la Federación Internacional de atletismo. Asimismo, en 2003 fue nombrada consejera del ministerio de Salud de Canadá, teniendo altas responsabilidades en la política de estrategia sanitaria de Canadá.
Abby Hoffman ha conseguido todo esto gracias a su valentía, a su entrega al activismo en pro de las mujeres, a sus capacidades, a su incansable trabajo haciendo lobby por las mujeres en el deporte, para que accedan a los programas de apoyo al deporte y a todas las facilidades que ya han adquirido sus colegas masculinos. Trabaja y ha trabajado luchando para que haya igualdad en el acceso al deporte, para que todos, independientemente de su origen, género y raza, puedan acceder en igualdad a la práctica deportiva.
Los que la conocen la definen como “íntegra y perseverante”. Su trabajo después de su carrera como atleta trasciende lo realizado por ella hasta entonces. El primer tortazo con la realidad siendo apenas una niña (o quizás gracias a ese mismo contratiempo) no la paró en ningún momento. Puede que el rechazo sufrido en su niñez forjara la luchadora por los derechos igualitarios en que se convirtió una vez adulta.
2 Comentarios
Virginia
!qué espíritu de superación!,grandes sus padres que no la dejaron atrás. Gran ejemplo.
Roberto
Una historia espectacular. No la conocía y me ha encantado.