CHARLES FERNÁNDEZ: EL MISIONERO CON ESPERANZAS DE MEDALLA EN TOKIO 2020
Charles Fernández practica el que puede que sea el deporte más minoritario de entre todos los olímpicos -pentatlón moderno- y, además, proviene de uno de los países con peor bagaje en los Juegos Olímpicos, Guatemala. Sin embargo, es un atleta a destacar por múltiples razones. Además de encontrarse entre los diez mejores del mundo y contar con un palmarés nada despreciable a nivel junior y a nivel continental Charles Fernández destaca por su “otra” labor, aparte del deporte: es misionero.
Nació en Estados Unidos hijo de guatemalteco y estadounidense, pero desde los siete años se trasladó con su familia al país centroamericano. Se siente guatemalteco de pura cepa y afirma competir por su país, más que por sus logros individuales. Charles se aficionó al pentatlón moderno por la simple razón de que lo practicaba su padre, uno de los primeros practicantes en los años 80 de este deporte en Guatemala. Le acompañó en un evento y se interesó por esta especial modalidad deportiva que combina cinco deportes. En realidad Charles empezó con tres de ellos, practicando el triatlón, pero ya con 14 años empezó a entrenarse en los cinco: natación, hípica, esgrima, tiro y atletismo. Los éxitos le llegaron temprano: es doble campeón en los Juegos Panamericanos (además de conseguir un bronce en la prueba de relevo mixto), campeón mundial junior en 2016 y bicampeón de los Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Su especialidad de entre las cinco modalidades es la esgrima, con la que consiguió el récord mundial de puntos. Fue nombrado mentor para los Juegos Olímpicos de la Juventud que tuvieron lugar en Buenos Aires en 2018, nombramiento directo del presidente del COI, Thomas Bach. Participó, en fin, en los Juegos Olímpicos de Río, aunque no superara un 15º puesto que está más que dispuesto a mejorar en Tokio 2020. Como logro deportivo que excede ese ámbito hemos de nombrar que Charles Fernández es uno de los candidatos para formar parte de la Comisión de Atletas del COI.
Pero nos interesa especialmente lo que hay detrás de este indudablemente prometedor deportista: su otra faceta, la de misionero. No hace sino heredar la vocación de sus padres, ambos misioneros. De hecho, cuando se trasladaron a Guatemala siendo Charles aún niño fue para ayudar a las comunidades más desfavorecidas del país centroamericano, aquellas que viven en una pobreza extrema. Vivió así su infancia Charles en los pueblos de las montañas guatemaltecas. Junto a sus padres ayudó a las comunidades locales construyendo centros educativos, casas, escuelas, iglesias y centros comunitarios. Vivir tan inmerso entre la población local le ha hecho sentirse muy unido al pueblo guatemalteco, pese a no haber nacido allí y es por eso que les quiere brindar sus triunfos deportivos. El trabajo duro realizando todas esas actividades le ha ayudado sin duda a tener disciplina deportiva, absolutamente imprescindible si se quiere llegar a algo en el deporte. La motivación en el caso de Charles Fernández funciona en los dos sentidos: el trabajo con las comunidades le da fuerza para entrenar y los triunfos deportivos le impulsan a seguir ayudando a la gente que le rodea.
Si en Río 2016 fue uno de los participantes más jóvenes su triunfo en los Juegos Panamericanos de Lima en 2019 le colocan entre los favoritos para conseguir colgarse una medalla en Tokio 2020. Al menos, ese triunfo le ha espoleado mentalmente y ahora se siente más potente como atleta. Ya se lo cree y, sobre todo, proporcionar una medalla a Guatemala le empuja a “poner al país en lo más alto”. Más maduro, Charles Fernández será un atleta al que no habrá que quitar ojo en Tokio 2020.