Concienciados olímpicos,  Heroínas olímpicas

KATARINA WITT: «EN SARAJEVO 84 NO FUI CONSCIENTE DE LO GRANDE QUE SON UNOS JUEGOS OLÍMPICOS HASTA MÁS TARDE»

Si alguien de las nuevas generaciones aún no conoce a esta alemana que dejó huella indeleble en la historia del patinaje y de los Juegos Olímpicos es hora de que corrijan esa carencia, pues Katarina Witt no solo consiguió lo que muchos años antes solamente pudo lograr otra leyenda del patinaje como fue Sonja Henie, -esto es, ganar dos oros en ediciones olímpicas consecutivas-, sino que especialmente su número de “Carmen” en los Juegos de Calgary ha quedado en la memoria de todos.

Charlamos con ella ejerciendo sus funciones de embajadora de los Laureus, donde colabora activamente en su fundación, algo que no le es ajeno, como veremos. Empieza contándonos cómo vivió su primer oro olímpico teniendo aún una edad temprana: “Al ser tan joven en los Juegos Olímpicos de Sarajevo y ser mis primeros Juegos creo que no llegué a ser consciente de lo grandes que son unos Juegos Olímpicos hasta más tarde. En Sarajevo viví una competición muy igualada con Rosalynn Sumners, Kira Ivanova, Anna Kondracheva…Luché por el oro ya que durante los años previos (81,82 y 83) fui mejorando y, por supuesto, al ir a los Juegos mi objetivo era ganar el oro. Lo hice lo mejor que pude y creo que realmente funcionó”.

Su famoso programa de «Carmen». Foto de su página web

Pero la alemana del Este aún tenía que ofrecernos el número de su vida en la siguiente cita olímpica y lo hizo dándose el caso de elegir el mismo tema musical que su mayor rival en algo que se denominó la ‘Batalla de las Carmen’: “En Calgary 88 la llamada ‘Batalla de las Carmen’ fue algo único porque nunca antes había ocurrido que dos competidoras patinaran con la misma música y, a pesar de eso, lo interpretamos de forma muy diferente. Siempre consideré a Debi Thomas una rival muy muy fuerte. El año anterior luchamos muy duro ambas en el Mundial celebrado en Cincinnati y las dos hicimos el programa de nuestra vida, así que ambas esperábamos más o menos el mismo resultado en los Juegos Olímpicos”. Sin embargo, no sería Thomas la única rival de peso de Witt: “luego además estaba la canadiense Elisabeth Manley, que era una heroína en su país y competía en Canadá. Ella realmente realizó el mejor programa de su vida en esos Juegos. Se suponía que íbamos a luchar por el oro dos cuando llegó una tercera, que acabó ganando la plata. Creo que fue una noche muy dura para todas nosotras. Había muchas expectativas sobre los hombros de Debi, pero yo también tenía mucha responsabilidad hacia mi país. Pero a pesar de tanta rivalidad y competición dura recuerdo una noche realmente grandiosa, con un pabellón abarrotado. De verdad que disfruté mucho poniéndome en el papel de Carmen en esa pista y realizar mi programa”.

Para entonces Katarina Witt ya se había convertido en un icono. Mientras la prensa destacaba su belleza ella recibía premios a la Mejor Deportista del Año…y cartas de sus admiradores, hasta 35.000. No queremos imaginarnos cómo habría sido en los tiempos actuales de las redes sociales: “La popularidad que alcancé era más fácil en esa época que en la actual, porque además al vivir en Alemania del Este la verdad es que no teníamos en mi país esa “cultura de las estrellas”. Los deportistas éramos reconocidos por la calle, pero lo que nos pasa es que tú ganas un día y al siguiente otro te puede ganar, así que siempre tienes que estar a tope y esperar que puedan superarte en la siguiente competición”.

Tras Calgary pasó al profesionalismo y, por eso mismo, perdió el derecho en participar en ediciones olímpicas (por entonces se prohibía hacerlo a deportistas profesionales), pero Katarina no lamenta el camino que tomó: “Soy totalmente feliz de todo lo que logré, cuando tras Calgary me convertí en patinadora profesional”. Pero pudo volver a ser olímpica en la edición celebrada en Lillehammer, cuando por fin se permitió la participación de los deportistas profesionales. Aunque de la localidad noruega volviera sin medallas, considera esa experiencia olímpica una de las mejores, por varios motivos: “La razón por la que volví en los Juegos de Lillehammer fue principalmente porque pude competir por primera vez por la Alemania unificada y usar la visibilidad que te dan unos Juegos Olímpicos para lanzar una declaración de paz porque diez años antes había ganado mi primera medalla de oro en Sarajevo, que mostró el esfuerzo de un pueblo unido para crear unos Juegos y luego sufrió una horrible guerra y por eso volví para decirle al mundo “No os olvidéis de Sarajevo”, una ciudad donde una vez todo el mundo se unió en paz, gentes de distintas razas, religiones, etc. Creo que el deporte está sobre todo para tender puentes y que puede ser un ejemplo para el mundo”.

En Lillehammer ofreció una faceta muy distinta, podemos decir que incluso opuesta, a la que mostró en su celebérrimo número de ‘Carmen’. Sorpresa: la “reina de la belleza sobre el hielo” se presentó patinando un papel masculino: el de Robin Hood: “El patinaje es fuerza y belleza. Somos atletas. Ganas porque eres la mejor, no ganas porque eres guapa; ganas porque compites bajo difíciles circunstancias y lo haces bien. En Lillehammer quise mostrarme de otra manera, no como la ‘sexy Carmen’, una Carmen seductora, toda una mujer. Quise hacer justo lo opuesto. Siempre me gustó salir y sentirme poderosa. Me encantó sentir esa fuerza en la pista de hielo haciendo un papel masculino, ser un Robin Hood en mallas, sin llevar falda, pero seguir siendo una mujer, por eso me encantó ese número que realicé en mi programa corto”.

Desde hace años Katarina Witt demuestra que no solo fue una de las patinadoras más talentosas y que causaba fascinación sobre una pista de hielo: también se dedica a ayudar al prójimo: “Tengo una fundación que creé en 2005 donde ayudamos a niños y jóvenes con deficiencias físicas, especialmente a través de programas del deporte. Este año realizaremos el proyecto número 1000 desde que empezamos. Es una labor que realmente me enorgullece, ver cómo estos chicos se desarrollan a través del deporte para lograr ser más independientes en sus vidas”.

Nos da igual si fue una “reina de la belleza sobre el hielo”. Ahora se ha convertido en una “reina de corazones” o, si se prefiere, una “hada madrina”. Una campeona concienciada, como nos gusta denominar a los deportistas que se emplean para ayudar a otros.

El programa de Lillehammer como Robin Hood

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