Momentos Olímpicos Mágicos

MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 119: UN NIÑO ENCUENTRA LA MEDALLA PERDIDA DEL REMERO VIKTOR IVANOV EN MELBOURNE 56

La final de remo masculina en la categoría de dos sin timonel en los Juegos Olímpicos de Melbourne celebrados en 1956 tuvo un epílogo insólito: uno de los componentes de la embarcación que ocupó el segundo lugar perdió su medalla de plata en las aguas del lago artificial de Wendouree donde se celebraba la competición. Se trata del soviético Viktor Ivanov, quien junto a su compañero Igor Buldakov se presentaba como uno de los favoritos para la prueba gracias a haber ganado tres de los anteriores cuatro campeonatos Europeos.

La pareja soviética no era la única favorita, antes al contrario, la competencia era muy grande en esa categoría pero sus rivales fueron autodescartándose a lo largo de la competición olímpica. Los belgas fueron los primeros en caer eliminados y lo hicieron en la primera ronda de baterías, ante la sorpresa de todos. Los siguientes fueron los neozelandeses, que ni siquiera llegaron a semifinales. Así las cosas quedaba una terna compuesta por los citados soviéticos, los austriacos y los locales australianos para pelear por dos de las medallas, puesto que para todos estaba claro que Estados Unidos era de lejos el mayor contendiente para llevarse el oro. Eran, de hecho, los vigentes campeones olímpicos y habían formado una dupla muy consistente compuesta por Jim Fifer y Duvall Hecht que había superado en su clasificación nacional a los campeones olímpicos.

La prensa recoge la entrega de la medalla a Ivanov de manos del joven Hemingway

Comienza la final. Como se esperaba, la embarcación norteamericana ya empezó dominando, sin pasar en ningún momento peligro su liderato. El oro fue suyo. Australia, eso sí, empezó fuerte, lo que les colocó en primera posición muy brevemente en el inicio de la carrera, pero pagaron el esfuerzo. Pronto les superaron los soviéticos y posteriormente los austriacos (por descontado igualmente los estadounidenses). El resultado final fue de oro para Estados Unidos, plata para la URSS y bronce para Austria con diferencias considerables de tiempo entre todos esos equipos de al menos siete segundos y medio.

Pero la verdadera anécdota de esta competición surgió al acabar la misma. A Viktor Ivanov se le escurrió la medalla -que aún no tenía colgada al cuello- al fondo del lago. La historia cuenta que enseguida saltó al agua para sumergirse buscándola, sin éxito. Otras fuentes dicen que el propio presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, le prometió reemplazársela con una nueva, pero al menos esto último nunca llegó a ocurrir.

Lo que sí pasó fue que, en efecto, Ivanov acabó con una medalla olímpica, pero fue la original que acababa de recibir y que no fue precisamente él el que la encontrara. Un niño de trece años -Andrew Hemingway- paseaba en bicicleta por el lago de camino a su entrenamiento de natación cuando se percató de que había muchos chicos metidos en las aguas del lago (estaban buscando la medalla perdida). Ya cuando volvía a casa tras el entrenamiento se enteró de que aún no había sido hallada la susodicha medalla. Andrew se tomó las cosas con tranquilidad. De vuelta a casa tomó té con su familia para decidir regresar al lago. Como pensó que ya habrían buscado concienzudamente en la zona frente al pontón, donde había caído la medalla, pensó en buscar debajo del pontón. Eureka, su pie la tactó y la cogió. El joven Andrew se la llevó a casa y a la escuela el día siguiente, sintiéndose un “héroe” mostrándola orgulloso ante sus compañeros. ¿Se la pensaba quedar? ¿Cometió un error de adolescente al actuar de esa manera? El caso es que el director del colegio le quitó la medalla y avisó a las autoridades. Hemingway había pasado de ser un héroe a un villano, un ladronzuelo, en fin. Le dieron la oportunidad de entregarle de vuelta a Ivanov la medalla, cosa que hizo en el Ayuntamiento de la subsede de remo -Ballarat-. El remero soviético ofreció a cambio un regalo al joven que había encontrado su medalla y le invitó a comer en el comedor de la pequeña villa olímpica de la sede del remo. El joven Andrew llegó a escribir varias cartas a Viktor Ivanov durante los años que siguieron a este incidente, sin recibir nunca respuesta.

Ivanov poco antes de resbalársele su medalla

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