JEN LEE: EL PORTERO DE PARAHOCKEY AL QUE ES CASI IMPOSIBLE METER UN GOL
Jen Lee es un jugador de hockey hielo paralímpico. Años antes se alistó al ejército de Estados Unidos y combatió en Irak. Perdió su pierna izquierda, que le tuvo que ser amputada pero, contrariamente a lo que podamos pensar, no la perdió en la guerra, sino en un accidente de moto en su país.
Jen Lee nació en Taipei, aunque junto a su familia emigró a Estados Unidos con ocho años. Creció siendo un amante de los deportes, llegando a competir en baloncesto y atletismo en sus años de instituto. Al vivir en San Francisco el hockey hielo no fue nunca una opción, pues ese deporte es más minoritario en el estado de California. Fue al graduarse cuando Lee, motivado tras los ataques del 11-S, se alistó en el ejército donde, como mencionamos antes, llegó a combatir en Irak, concretamente entre 2006 y 2007.
El 21 de marzo de 2009 se encontraba en Savannah, Georgia. Pensó en darse una vuelta en moto junto a cuatro compañeros del ejército. Un paseo realmente largo porque atravesaron el estado hasta llegar a Florida. Fue allí, en la localidad de Jacksonville, donde Lee fue golpeado por un coche que provocó que saliera disparado de su moto. El accidente fue tan grave que le ocasionó la amputación de su pierna izquierda.
Como ocurre en tantos y tantos deportistas paralímpicos que se han convertido en ello debido a accidentes ocurridos en el transcurso de su vida, el accidente es cierto que cambió para siempre la vida de Jen, suponiendo un antes y un después, pero como en tantos y tantos casos, no necesaria y exclusivamente de forma negativa. A causa del accidente Jen conoció el deporte del hockey hielo que, como veremos, le ha convertido en una estrella. Trasladado al denominado Centro para los Intrépidos, una institución médica dedicada a la rehabilitación de militares, le ofrecieron como opción terapéutica el hockey hielo adaptado, dentro de un programa para ayudar en la rehabilitación de exsoldados. Y, como ocurre en tantos casos, fue el conocimiento y la práctica de este deporte, en principio como mero medio de rehabilitación, lo que permitió que Jen Lee se convirtiera en triple campeón en los Juegos Paralímpicos.
Muy pronto, casi nada más conocer esta nueva disciplina deportiva para Jen, entró en el equipo nacional. Y, como en el caso de otros deportista paralímpicos, reconoce que haberse comprometido con este nuevo deporte le sirvió para tocar esa tecla que le hizo cambiar el chip mental y dejar de sentir lástima de sí mismo y probarse que podía hacer algo que merecía la pena. Lee se compara con sus colegas que han sufrido lesiones graves como la suya pero habidas en el campo de batalla, provocadas por explosivos, etc. “Ellos mantienen su sonrisa y quieren volver a la unidad y continuar luchando”, ha llegado a afirmar en alguna ocasión.
Ya tenemos a Jen Lee dedicado en cuerpo y alma a su nueva pasión y lo hizo de forma brillante. Ocupando el puesto de portero ha defendido su portería de forma tal, que sus estadísticas abruman. Sus primeros Juegos Paralímpicos fueron los de Sochi de 2014, aunque allí todavía era reserva, sin apenas jugar. Eso a pesar que en ese ciclo paralímpico sólo había encajado cuatro goles de 36 disparos en los catorce partidos que disputó. Lee volvió a ser olímpico en Pyeongchang, donde junto a su selección volvió a colgarse al cuello la medalla de oro. Tras esos Juegos y la retirada del portero titular, Steve Cash, Lee ya se hizo dueño y señor de la portería, con resultados inmejorables para su equipo pues en todo el torneo paralímpico de Pekín no encajó un solo tanto a lo largo de cuatro partidos (165 minutos), recibiendo un único gol completando una estadística de 30 goles a favor y uno en contra en todo el torneo. En la final que le enfrentó a Canadá, sin ir más lejos, realizó 16 paradas. En los Juegos disputados en la capital china, por cierto, Lee realizó una doble función, pues sirvió de intérprete a su equipo al dominar la lengua china.
Entre medias sufrió la pérdida del fallecimiento de su madre, pero siguió su consejo de no abandonar sus estudios. Entre los Juegos de Sochi y los de Pyeonchang se tomó dos años para dedicarse en exclusiva a sus estudios universitarios. También abrazó el budismo, la religión de su familia a la que él nunca había prestado atención.
Hay que contar una triste anécdota que vivió relacionada con sus logros en Juegos Paralímpicos pero que, afortunadamente, tuvo final feliz: Un par de meses después de los Juegos de Pekín a Jen le robaron su mochila con sus medallas de oro paralímpicas, la cual se encontraba en el interior de su coche. Enseguida lanzó un mensaje en sus redes pidiendo que le ayudaran a recobrar sus medallas. Final feliz, pues la mochila apareció más tarde en un parque de bomberos cercano.
Un comentario
Virginia Bernardi Garrido
Otro ejemplo a seguir, la palabra rendición no está en el diccionario de estos atletas.