ANNET NEGESA: LA ATLETA QUE DEJÓ DE SERLO VÍCTIMA DE ERRORES AJENOS
La atleta ugandesa Annet Negesa sólo soñaba con convertirse en olímpica. Había batido el récord nacional de la distancia de 800 metros y el de los 1.500. Había sido premiada como la Mejor Atleta del Año 2011 de su país. Se había proclamado en tres ocasiones campeona nacional. Había ganado medallas en campeonatos junior internacionales (incluido el Mundial) y en los Juegos Africanos. Había participado en el Mundial de atletismo celebrado en 2011 en Daegu. Es decir, era una promesa de 19 años con serias aspiraciones en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, no probablemente para conseguir una medalla, pero sí para realizar un papel más que digno. Pero Annet no llegó a poder participar en esos Juegos, su sueño.
Apenas quedaban pocos meses para que se celebrara esa cita olímpica cuando avisaron a Annet de que no podría ir. Le habían realizado en una competición un análisis de sangre -cuyo resultado nunca recibió- y, a raíz del mismo, llegó la inesperada noticia bomba: dicho resultado había ofrecido un nivel de hormonas masculinas excesivo y, por tanto, no podría competir. Annet no se esperaba ese resultado. Ella había nacido mujer y vivido siempre como tal, no podía ni imaginar que se confirmara más tarde que tenía órganos genitales masculinos internos, como así resultó ser.
Pero lo peor estaba aún por llegar. Annet acabó sufriendo (ella, su salud y su carrera como deportista) los graves errores ajenos que acabaron mermando su salud, incluida la mental y, por descontado, su futuro como atleta. Malaconsejada por médicos, que le dijeron que debía operarse para, en poco tiempo después, poder volver a entrenar y competir -porque así se lo aseguraron- se sometió a una operación de extracción de los órganos masculinos. La chapuza que sufrió fue de juzgado de guardia. Para empezar, trasladada a Niza, se le habló en francés, idioma que ella no habla. Peor fue que previamente a pasar por el quirófano no se le sometió al tratamiento hormonal estrictamente necesario. Huelga decir que se le mintió sobre una pronta recuperación. De hecho, Annet nunca más pudo correr a nivel competitivo, por no hablar de que se esfumó la posibilidad de ser olímpica.
Negesa se encontró un día con cicatrices en su abdomen que nadie le había explicado. “No estaba enterada de que iban a abrir mi cuerpo”, comenta. Había llegado a pagar 900 dólares, además, por la operación en la que sufrió unos riesgos que nunca nadie le contó previamente. Nunca fue aconsejada ni se le habló de las consecuencias que el proceso quirúrgico podría traerle; podemos afirmar incluso que se la engañó directamente, pues lo que sí se le dijo fue que la intervención era comparable a una mera “inyección”. A nivel físico Negesa sufrió dolores articulares a raíz de la operación. No menos importante fue la influencia que todo ese proceso le supuso a nivel mental: cayó en depresión y se llegó a plantear el suicidio. Por descontando, perdió asimismo becas y todo tipo de ingresos. Su vida había dado un vuelco a todos los niveles.
Annet había sido engañada. Ella sólo quería seguir compitiendo y sólo para lograr ese fin y cumplir con los requisitos de la entonces I.A.A.F. aceptó someterse a una intervención que, insistimos, no fue como se la explicó. Pero la atleta ugandesa no ha cesado de luchar desde su operación. Pidió el pago de la operación y que la Federación Internacional de Atletismo aceptara su responsabilidad, pues uno de sus médicos había recomendado el procedimiento al que fue sometida. La I.A.A.F. negó haber recomendado dicho tratamiento. Sólo la intervención de Negesa en un documental del canal alemán ARD ha elevado su voz y el mundo ha podido conocer su triste historia. Hemos podido saber que a raíz de todo esto la atleta ha tenido que huir de Uganda, pues se arriesgaba a ser encarcelada o incluso asesinada por pertenecer, sin pretenderlo siquiera, al colectivo LGTB dada su condición de persona intersexual. Annet tuvo pues que huir a Europa, exiliándose en Alemania, donde le fue concedido el asilo. Ahora litiga contra la Federación Internacional y se ha convertido en una de las voces que reclama que todo el mundo, cualquier persona, tiene que tener derecho a competir. Cuenta su historia sin tapujos y sus palabras no hacen sino fortalecer a otras jóvenes atletas que pudieran encontrarse en su misma situación. “Dejé de ser una persona que importara a nadie más. Me convertí en alguien inútil para el resto porque ya no podía competir”, ha afirmado Negesa. “Perdí todo. No podía ni tan siquiera ayudar financieramente a mi familia al perder mi beca y mis ingresos”.
Su historia debería hacernos reflexionar sobre el poder de influencia en la vida personal de un o una deportista sólo para que cumpla su sueño de seguir siéndolo. Cómo se puede llegar a destrozar la vida de una persona que simplemente quiere ser olímpica, para después lavarse las manos de las graves consecuencias que han tenido en su vida personal lo realizado en su cuerpo.