GIULIA MINUZZO: MUJER PIONERA EN JUEGOS OLÍMPICOS
En unos tiempos en que la mujer ocupaba poco espacio en el deporte la italiana Giuliana Minuzzo representó un paso adelante en la lucha para romper el techo de cristal. Y es que en los Juegos Olímpicos de invierno celebrados en Cortina d’Ampezzo en 1956 la organización tomó una decisión que entonces llamó la atención y hoy en día no consideraríamos ni siquiera relevante: sería una mujer, la citada esquiadora Giuliana Minuzzo, la encargada de pronunciar el tradicional juramento de los deportistas en la ceremonia de inauguración.
La medida supuso un empuje, pues se tomó pese a que en esa edición olímpica las mujeres deportistas participantes sólo suponían el 17% del total. ¿Una forma de dar un paso hacia tiempos más modernos? ¿Quizá un modo de subrayar el mérito de la esquiadora, que en los Juegos anteriores -los de Oslo 52- había conseguido ser la primera deportista italiana en ganar una medalla en unos Juegos Olímpicos de invierno? Sea cual sea la razón (posiblemente una mezcla de ambas) Giuliana Minuzzo entró en la historia olímpica. Por cierto, que en los Juegos Olímpicos de verano una mujer no pronunciaría el juramento hasta llegar a la edición disputada en 1972 en Múnich, siendo en aquella ocasión Heidi Schüller la encargada. El hecho de que en Cortina por primera vez se transmitiera por Eurovision la ceremonia inaugural de unos Juegos de invierno -lo que ampliaría el ámbito de visualización de este hecho- lo convirtió en un poderoso símbolo de modernidad. Curiosamente, Giuliana tuvo que repetir su juramento precisamente debido a la transmisión televisiva, ya que el plano realizado en primer lugar estaba demasiado alejado.
Vayamos a su carrera profesional. Como hemos dicho, esta valdostana (y, por tanto, nacida y crecida en una región montañosa) consiguió una medalla olímpica en el cita de Oslo de 1952. Allí se llevó el bronce en la prueba del descenso, aunque también participó en el eslalon gigante y el especial. Después Giuliana se convierte en madre y al poco vuelve a las competiciones, logrando éxitos.
No creamos que todo fue de color de rosa en su carrera, puesto que no faltaron los problemas. El principal, una acusación de profesionalismo -que, como sabemos, por aquel entonces estaba totalmente prohibido para los participantes en Juegos Olímpicos- precisamente derivada de su condición de madre. Justo antes de la celebración de los Juegos de Cortina que la harían entrar en los anales olímpicos se desató la polémica, que ahora nos parecería absurda. Debido a que su preparación para los Juegos requería un intenso programa de entrenamientos y competiciones que lo hacían incompatible con su maternidad la esquiadora reclamó de las autoridades deportivas el pago de un sueldo para una niñera que cuidara de su hija Silvana. Nos tenemos que poner en la época que vivió, donde otros deportistas, mismamente esquiadores como ella, tuvieron también problemas sobre su supuesta “profesionalidad” por simplemente cobrar por dar clases de esquí. Cualquier cobro hacía peligrar su participación en una cita olímpica.
En cualquier caso finalmente Minuzzo pudo participar en los Juegos que se celebraban en “su” casa y, aunque no lograra en ellos colgarse ninguna medalla, a punto estuvo, pues obtuvo dos cuartos puestos (en descenso y en eslalon especial) quedando tercera en la combinada, pero esta prueba no otorgaba medalla olímpica alguna, sino que sólo era válida para el Mundial de ese año.
Tras los Juegos de Cortina Giuliana vuelve a ser madre, haciendo otro parón en su carrera, pero la competición corría por sus venas y decide que quiere volver a ser olímpica y sacarse la espinita de no haberse subido a ningún podio en los Juegos de Cortina, aunque quedara a tan solo una décima del bronce en uno de los casos. Se apunta para los Juegos de Squaw Valley de 1960, pese a no recibir el apoyo de los dirigentes, y allí sí que consigue medalla, concretamente el bronce en el gigante.
1963 sería el último año en que compitió. Tras su retirada abre una tienda de artículos deportivos en Cervinia, pero su relación con los Juegos Olímpicos aún no había acabado. Con ocasión de los Juegos de Turín 2006 fue la encargada de entregar la bandera olímpica a los representantes de los atletas y jueces en la ceremonia de apertura, estando al lado del esquiador Giorgio Rocca -encargado del juramento como ella lo fue 50 años antes- sujetando la bandera olímpica. Bonito detalle elegir para esa misión a la que fuera la mejor esquiadora italiana de la posguerra.
Un comentario
Virginia
Muy bonito detalle pero anda que no les costó terminar con esas absurdas reglas con cobrar o no, da la sensación que los atletas no comen o no se visten o no tienen que pagar casa o electricidad.