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GERVASIO DEFERR: “EL DEPORTE ME CAMBIÓ LA VIDA. ME SIENTO EN DEUDA CON LA SOCIEDAD Y QUIERO DEVOLVERLE ENTRENANDO”

Es uno de los deportistas españoles más laureados en Juegos Olímpicos. Sus éxitos como gimnasta fueron acompañados en algún momento de su carrera por algún episodio que ensombreció una por otra parte brillantísima trayectoria. Esos momentos ya están más que superados y nos han devuelto a un Gervasio “Gervi” Deferr optimista, sonriente, currante y con las pilas cargadas. Un campeón olímpico que aún tiene mucho que enseñar, como en efecto sigue haciendo.

Empezamos pidiéndole que nos cuente cómo vivió cada una de sus tres experiencias olímpicas, tan distintas unas de otras, pero todas con un denominador común: salió de todas ellas con alguna medalla colgada al cuello: “A los Juegos de Sídney 2000 llegué con 19 años sin haber prácticamente parado de entrenar desde los cinco. Llegué muy fuerte y muy en forma pero sin haber entendido la adrenalina extra que te da esta competición, los nervios y demás. Por eso en el suelo fallamos, no conseguimos nuestro objetivo, pero luego con el salto nos resarcimos un poquito [ganó el oro]. En realidad buscábamos las dos medallas de oro en esos Juegos porque sabíamos que estábamos fuertes. Podía no salir -de hecho no salió-, pero eran posibles las dos medallas”. Buscaba el oro en suelo (nos atrevemos a decir que posiblemente su aparato preferido) pero llegó otro. Lo mismo le ocurrió en la siguiente cita olímpica, pero antes tuvo que pasar por un calvario: “Hasta los Juegos de Atenas pasé mis peores cuatro años. Primero me rompo los dos hombros, luego recuperándome doy el positivo por cannabis, cuando ya todo eso pasa y empiezo a entrenar me rompo la espalda y al final empiezo a entrenar en febrero de 2004. Casi cuatro años sin poder entrenar. Cuando llego a Atenas y consigo otra vez la medalla (en suelo no consigo medalla pero entro en la final y quedo cuarto), pues bueno. Fue una sensación absolutamente diferente porque en Atenas fue sentir que me quitaba un peso de encima, de quitarme toda esa presión”.

Superado ese duro ciclo olímpico llegó su mejor momento hasta competir en sus terceros Juegos, los de Pekín: “El que considero fue el ciclo olímpico más tranquilo fue el del 2004 al 2008, donde fui encadenando buenos resultados encaminándome a poder estar en Pekín bien. Desechamos la posibilidad del salto porque ya teníamos dos oros y queríamos realmente pelear por el suelo y nos centramos mucho en eso. Yo tenía dos rivales muy directos que eran Marian Dragulescu y Diego Hipolito y a ellos dos los gano y pienso que ya lo tenía, pero el chino [Zou Kai] fue imbatible y saqué la plata que yo la sentí muy feliz porque era por fin mi medalla en suelo. Me dije que ya era momento de retirarse porque si no había podido ganar, pasados cuatro años iba a ser más difícil”. Como veremos, esa retirada fue lamentada por el propio Deferr, que reconoce que “Luego viendo Londres 2012 desde casa pensé “Tendría que haber estado”. Habría sacado medalla seguro, pero a toro pasado y desde casa es fácil decirlo” aunque “la preparación es lo complicado; estar ahí cuatro años entrenando, con competiciones, lesiones, a veces malos resultados, ya no estaba dispuesto a pasar por ello”.

Podríamos pensar que Gervasio Deferr estaba demasiado inclinado por el suelo y el salto, los aparatos que le dieron fama y triunfos, pero nos confiesa que se sentía a gusto con todos…menos en uno: “El salto era más a “a saco”. Era correr como loco y salir, hacer todo lo que puedas y caer en el foso. En suelo hacía más dificultad, hacía muchas más cosas, triples mortales, triples en carpa, el Zapata que hace ahora Ray, pero todo a foso, en caídas blandas. La pista era más dura de la que es ahora. El día que estaba fuerte me lo pasaba genial en suelo y salto, pero es que también me iba a las anillas, a la barra. Me gustaba mucho, menos potro con arcos, que ha sido siempre mi cruz; o se te da muy, muy bien o es un horror, es el único aparato en el que yo no me sentía nunca cómodo, pero en los demás cuando estaba en forma podía divertirme en todos lados”.

A Gervi le quedan dos espinitas clavadas: “El no tener un oro olímpico en suelo eso lo voy a tener siempre y me va a acompañar, pero al menos tengo mi medalla y he tenido muy buenos resultados en campeonatos del mundo, Copas del Mundo…El no poder haber sido abanderado [fue elegido pero al tener que competir al poco tuvo que renunciar] es una espinita pero sé que me sacrifiqué yo por una medalla para todo el país y conseguí la medalla. Yo preferí la medalla, que era un resultado para todos, mientras que lo de abanderado iba a ser solo yo”.

Una vez retirado pasó a convertirse en entrenador ni más ni menos que de un gimnasta con un potencial -como se ha demostrado con el tiempo- increíble: Ray Zapata. Empezar con un proyecto tan importante reconoce que le vino grande: “La etapa como entrenador de Ray Zapata tuvo dos vertientes, porque por un lado seguía entrenando y preparando Juegos Olímpicos con el mismo objetivo de conseguir medallas, pero por otro lado yo necesitaba parar y no pude parar; tuve que seguir porque Ray precisaba de entrenar. Eso me desestabilizó mucho, casi acaba conmigo, casi acabo yo con él. Como gimnasta tenía 25 años de gimnasta, de entrenador tenía cinco minutos, tenía que aprender a ser entrenador y empezar a nivel olímpico es complejo y se me hizo un poco grande. Cuando pude retransmitir los Juegos de Tokio y sacó su medalla me alegró”.

Foto de 20 minutos

El siguiente momento de su trayectoria fue también como entrenador, pero de muy distinta forma: “Estuve un tiempo en el CAR de Sant Cugat, en el Departamento de Preparación Física, como entrenador acróbata para deportes que necesitaban fases aéreas, como la pértiga, lucha (aprender a caer), snowboard, Big Air, etc. Esa etapa estuvo bien pero fue justo después de lo de Ray. Ray se va, yo todavía estoy un poco intentando entender qué me pasa y el propio CAR me coge para ese departamento y estoy un año y medio o así. El trabajo en sí no me desagradaba, pero todavía no estaba yo al 100% y tuve que hacer un parón. Cuando pude hacer ese parón y estar diez meses por y para mí a la vuelta fue cuando vine más fuerte”. Fue ese el peor momento de su vida, que se vio reflejado en su carrera, ya como entrenador. Pero, como dijimos al comienzo, está más que superado. Nos reconoce que no tuvo suerte tampoco con las lesiones y muestra una madurez y responsabilidad apechugando con lo que le tocó enfrentarse cuando fue sancionado por dopaje: “Las lesiones han sido lo que más han marcado mi carrera, el poder entrenar o no. El tema del positivo fueron tres meses en los que yo acepté que entendí que lo había hecho mal y asumía cualquier castigo que me cayese. No cometí dopaje para mejorar, sino que me había despistado en un momento de descanso y lo acepté sin más”.

Es indudable que su carácter le ha marcado. Sólo alguien como él pudo sobreponerse y ganar medallas olímpicas tras los “incidentes” que tuvo en Sídney y en Atenas y que ahora nos cuenta entre risas casi: “El primer día en Sídney me hice un agujero colándome por la ventana de la villa olímpica, se me resbaló el pie y me di con us canto afiladísimo. Estuvimos una semana con los doctores escondiendo el agujero que me hice para que los entrenadores no se dieran cuenta. Yo les decía que era el jetlag, que estaba mareado y cansado y menos mal que fuimos un mes antes, porque era Australia, y tuve tiempo para recuperarme”. Por su parte, en la cita olímpica de Atenas reconoce que “hasta hace tres o cuatro años no sabía que el día antes de la medalla de Atenas habíamos estado de fiesta y liándola parda. No me acordaba. Se ve que estuvimos hasta las 4 de la mañana de fiesta con un montón de deportistas. Yo estaba triste por el cuarto puesto de suelo y me daba igual la final del día siguiente de salto [donde ganó el oro]. Genio y figura.

Ahora entrena a chicos en un gimnasio en el barrio de la Mina de Barcelona. También participa en un programa de entrenamiento en centros de refugiados. Podría haber sido contratado por una lujosa cadena de gimnasios que podrían sacar pecho de contar con un triple medallista olímpico (y doble campeón) pero su personalidad y convicciones le han marcado un camino por otros derroteros, que ahora disfruta y le hacen feliz: “El deporte a mí me cambió la vida, eso lo tengo clarísimo y yo me siento en deuda con la sociedad y quiero devolverle a través de lo que yo sé hacer que es entrenar y ser social, no solo entrenar para conseguir objetivos, sino para aunar a la gente. Podía haber elegido entrenar en un gimnasio económicamente más potente, pero yo nunca he hecho deporte por dinero, si no habría hecho tenis o fútbol. Siempre he pensado que el dinero es el peor invento de la historia, es por lo que se mata la gente…Es necesario, porque hay que vivir y la sociedad está hecha así. Odio el concepto del dinero. Gente que ha nacido con mucho dinero y no ha hecho nada en su vida y de repente tienen un poder que no tiene ningún sentido”.

Así es Gervi, sus hechos, sus pensamientos, sus convicciones. Ha dado dos oros y una plata olímpicas a España. Ahora ayuda a jóvenes sin recursos. Ha pasado por malas rachas y las ha superado. Ha sido capaz de realizar ejercicios brillantes muestras de un talento natural. Ha metido la pata en otras ocasiones. Ha sido, en definitiva, humano y no un campeón endiosado, en los altares, sino aferrado a la tierra. Por superar sus malos momentos le admiramos más que por los triunfos y el arte demostrado en el tapiz de gimnasia.

Foto de Reuters

Un comentario

  • Virginia Bernardi Garrido

    Un gran campeón y un luchador, muy interesante la entrevista y muy merecidos todos los triunfos que espero siga teniendo porque ante todo es una gran persona ayudando a los demás.

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