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MOLLY SEIDEL: LA CORREDORA QUE NOS DEMUESTRA QUE LOS CAMPEONES TAMBIÉN SON DE ESTE PLANETA

Molly Seidel ganó el bronce en la maratón de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Detrás de ese logro -la primera medalla en esa prueba para Estados Unidos en 28 años- hay una historia de lucha y superación que contar antes y después.

Nacida en el seno de una familia deportista, desde los once años de edad empezó a mostrar hábitos como golpear compulsivamente la madera u orar “para que Dios no se enfadara conmigo”, hábitos a los que sus padres no dieron importancia pero que después se demostraron formar parte de un comportamiento dentro del denominado desorden obsesivo-compulsivo. Algo más tarde, ya en la universidad, empezó a padecer desórdenes alimenticios que le duraron tanto como para provocarse el vómito en los baños del aeropuerto de Tokio al llegar allí para disputar los Juegos Olímpicos. Tardaron años en diagnosticarle que padecía también trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

Tratemos ahora su recorrido como atleta. De hecho, su mera participación en la prueba de maratón olímpica de Tokio fue casi una casualidad, pues ella no se dedicaba a esa distancia. Molly era más bien una atleta de élite en la distancia de los 10.000m y campeona universitaria de campo a través. Aún más lejana se veía la posibilidad de ser olímpica en Tokio cuando pasó la mayor parte de 2019 lesionada, pero se lanzó a la maratón espoleada por su hermana. Se clasificó primero a los trials de su país al ganar una media maratón. Molly Seidel por aquel entonces estaba muy lejos de ser la típica atleta olímpica, ya que tenía que realizar varios trabajos (entre los que se encontraban estar ocho horas de pie sirviendo en la barra de un bar y siendo cuidadora de niños, entre otras labores) para poder sobrevivir. A eso le unimos la operación de cadera que sufrió en 2018 el día de su cumpleaños en la que los médicos le dieron un 50% de posibilidades de poder correr como atleta de nuevo. Todo parecía estar en contra de lograr una medalla olímpica, a la que no podía ni aspirar en sus mejores sueños meses antes de la cita olímpica.

Foto de Kevin C. Cox/Getty Images North America/Getty Images

Es cierto que los Juegos de Tokio se retrasaron un año pero esa espera no ayudó precisamente a Seidel, pues durante la pandemia sufrió ansiedad. Eso sí, corrió antes de la celebración de los Juegos tan solo la segunda maratón de su vida con una buena marca que la empujó hasta Tokio donde, como hemos dicho, ganó la medalla de bronce.

Y entonces, después de la consecución de ese gran logro, volvieron los problemas de salud mental. La fama y la presión que le causaron la medalla olímpica hicieron mella en ella, sobrepasándola. Acudió a terapia y tuvo que luchar, además, con lesiones. En la maratón de Nueva York de 2021 se rompió dos costillas, en la de Boston de 2022 se tuvo que retirar en medio de la carrera por una lesión de cadera…En cuanto a su salud mental fue estudiada antes de la celebración del Mundial de 2022 y el resultado fue confirmar que no estaba bien, así que renunció a dicho campeonato para empezar un tratamiento sobre desorden alimenticio. Durante meses Molly luchó por curarse en todas las facetas y sólo regresó a la competición en 2023, empezando por una media maratón en Tejas. Le está costando a Molly salir adelante, nada está siendo fácil para ella pero ya tiene en mente poder clasificarse para la cita olímpica de París 2024. Es consciente de que ha pasado por muchos momentos malos, que su motivación puede llegar a estar por los suelos pero a veces tiene esa sensación de que “conseguí una medalla olímpica. Puedo con todo”. Su mentalidad se ha fortalecido: “He pasado por momentos duros pero eso me ha llevado a un gran crecimiento personal”.

Molly Seidel es otra prueba más que nos demuestra que también los grandes campeones del deporte son, ante todo, personas humanas, como cualquiera de nosotros, y que no son inmunes a tener altibajos mentales, no son superhéroes (o superheroínas). Sí que lo pueden llegar a ser si logran superar esos obstáculos, tanto físicos como mentales, y vuelven a parecernos esos seres que parecen ser superiores a nosotros.

Foto de Shuji Kajiyama/AP

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