FREDDIE McEVOY: LA AVENTURERA VIDA DE UN OLÍMPICO VIVIDOR
Escandaloso, intrépido, aventurero, suicida (éste fue su apodo), así definieron en su momento a Freddie McEvoy, el australiano que ganó una medalla en bobsleigh defendiendo la bandera de Gran Bretaña y que llevó una vida de película.
Sobre su aventura deportiva nos tenemos que centrar básicamente en dos deportes: las carreras de coches y el bobsleigh. Como McEvoy, nacido en 1907, quería llegar al máximo nivel y su país no contaba con una federación de bobsleigh, se juntó a unos británicos que entrenaban en Suiza y consiguió entrar en el equipo nacional británico. Junto a ellos conseguiría el bronce en la prueba de Bob a 4 en los Juegos disputados en Garmisch en 1936, donde incluso fue el elegido para ser el abanderado británico. No fue flor de un día ese resultado, pues en los tres años siguientes conseguiría cinco medallas en campeonatos mundiales (tres de ellas oros) entre las pruebas de cuatro y de dos hombres. La medalla de Garmisch le convirtió, por cierto, en el primer australiano en conseguir una medalla en unos Juegos Olímpicos de invierno -aunque fuera defendiendo los colores de otro país-.
La vida de McEvoy puede considerarse más de película que las tramas que protagonizaba su amigo Errol Flynn en Hollywood. Con él compartió casa en la llamada Meca del cine y juntos realizaron muchas aventuras que incluían, por citar un ejemplo, expediciones de submarinismo en México. McEvoy actuó como testigo de la defensa en el caso por el que se acusó a Flynn de violación, por mucho que más tarde pelearan por el uso del opio en el caso del actor. Pese a ello, continuaron siempre siendo amigos. Flynn había comentado que había visto en McEvoy a “su otro yo”: un atleta, juerguista y hombre sagaz.
El medallista olímpico le reconoció al famoso actor hollywoodiense que su intención era casarse con ricas herederas y ¡vaya si lo hizo! Sin detallar todas las vicisitudes y escándalos de sus múltiples matrimonios (como se pueden imaginar se incluyen matrimonios de poca duración, adulterios, bodas con mujeres que le doblaban la edad pero, naturalmente, siempre millonarias, etc.) sí mencionaremos el tipo de vida que llevó McEvoy, habitual de la jet set de la Costa Azul, las estaciones de esquí de St. Moritz y el propio Hollywood.
Nuestro protagonista no se limitó a llevar la típica vida de play-boy, sino que llegó a ejercer varias profesiones, como diseñador de joyas, relaciones públicas, jugador de cartas profesional y…contrabandista. En los casinos de Europa era muy conocido ganando y perdiendo fortunas por igual. La leyenda cuenta que llegó a matar a un hombre durante una pelea en una cantina de Marsella. También se dice que llegó a ganar de golpe 10.000 dólares en una apuesta por completar el recorrido en coche de París a Cannes en menos de diez horas. Como jugador también ganó 25.000 dólares jugando al backgammon en Monte Carlo…dinero que gastó inmediatamente al día siguiente en comprarse un Maserati, coche con el que realizaría varias carreras dentro de su cara afición por las carreras de coches. No ha de extrañarnos conociendo su carácter de vividor el hecho de que, cuando ganaba dinero en las carreras de coches, lo invirtiera en carreras de caballos y cuando ganaba apostando a los mismos se dilapidara el dinero en champán (rosa). Cuando se quedaba sin dinero simplemente realizaba contrabando de diamantes, armas y licores en su yate entre California y México. Se llegó a rumorear que fue espía. De hecho el FBI le investigaba dadas también las asociaciones que tenía con ciertos amigos sospechosos. Se le acusó de ser un antisemita que llegó a trabajar de manera encubierta para el Tercer Reich. Esa era la idiosincrasia de este personaje, él mismo reconociendo ser un granuja. Mujeriego, hedonista, tuvo McEvoy una muerte trágica digna de poner un final de película a su aventurera vida.
Se encontraba junto a su última esposa y otros amigos navegando desde Tánger con destino a las Bahamas cuando el 7 de noviembre de 1951, aún en costas marroquíes, su yate naufragó. McEvoy nadó hasta la costa en busca de ayuda, sin encontrarla. Mientras había dejado a su mujer atada a un mástil a salvo momentáneamente. Al no encontrar ayuda volvió nadando hasta donde estaba ella, para después hacerlo juntos hacia la costa, pero las olas eran demasiado grandes y ambos perecieron chocándose contra unas rocas. No fueron los únicos en perder la vida en ese naufragio, ya que entre los que lo hicieron estaba un austriaco acusado de asesinato. Trágico final para un hombre que llevó una vida azarosa donde casi el menor detalle fue ganar una medalla olímpica.
Un comentario
Virginia
Menuda historia!,en este caso fue un vividor que hacía deporte y se le daba bien hasta ganar medallas pero el espíritu olímpico brillaba por su ausencia. Este hombre también dio una lección, la de no hacer lo que el hacía.