SUICIDIOS DE OLÍMPICOS
La lista de olímpicos que se han suicidado es por desgracia larga. Las causas, circunstancias, origen, métodos, etcétera son de lo más variado. Desde los que han cometido suicido por desengaños amorosos (como el caso del judoca brasileño Ricardo Cardoso, muerto antes de llegar a la treintena, o del futbolista italiano Franco Bontadini, justo al superar su 50º cumpleaños) hasta otras razones que iremos conociendo, junto a métodos diferenciados.
-El fondista estadounidense William (Bill) Agee, que compitió en la maratón de los Juegos de Ámsterdam 28, se mató mediante un envenamiento de monóxido de carbono, dentro de su coche. Llevaba años padeciendo mala salud. Aunque en su única participación olímpica sólo alcanzara el 44º puesto no era un atleta desdeñable, pues llegó a vencer en tres ocasiones la maratón de Baltimore, además de los Trials de su país para acceder a los Juegos de 1928.
-Mucho más truculenta es la historia del tenista ruso Aleksandr Alenitsyn. Participó en los Juegos de Estocolmo de 1912, donde llegó a alcanzar el quinto puesto en la modalidad de dobles. Antes de la Revolución Rusa se había proclamado campeón de San Petersburgo, pero al llegar aquélla fue arrestado en septiembre de 1922 por tener relación con países extranjeros. Torturado durante varios días se suicidó en su celda pasados veinte.
-Son más comunes los casos de suicidio por razones mentales. Eso le ocurrió al remero británico Saint-George Ashe. Conquistar el podio olímpico (ganando una medalla de bronce en los single sculls de los Juegos de 1900 celebrados en París) no le evitó caer en lo que se determinó “demencia temporal”, que derivó en suicidio. Nacido en Malta, participó en las principales regatas, como la Henley en siete ocasiones o compitiendo por Cambridge -universidad en la que había realizado estudios- contra Oxford. También intentó cruzar el Canal de la Mancha, pero el tiempo no le acompañó y hubo de ser rescatado. Su medalla olímpica tiene historia, ya que había sido descalificado en un primer momento pero los jueces determinaron una nueva salida de la carrera, en la que finalmente ascendería al podio.
-El alemán Jürgen Brümmer, olímpico en gimnasia en Seúl 88, realizó un pobre papel en esos Juegos, pese a ser el campeón nacional alemán. Su suicidio es particularmente dramático, pues se produjo -saltando desde un viaducto- tras haber matado a su hijo. El chico había sufrido dos años antes graves heridas debido a un accidente en el que fue atropellado por un coche: paralizado, con lesión cerebral, pérdida del habla, dependiente total. El gimnasta nunca superó este trauma y, a consecuencia de ello, se llevó dos vidas por delante: la suya propia y la de su hijo.
-Volvemos a las razones políticas para acabar tomando la drástica decisión del suicidio. Eso es lo que le ocurrió al alemán Werner Beumelburg, no atleta sino árbitro olímpico. Había sido soldado en la I Guerra Mundial, llegando a tomar parte en la batalla de Verdún, tras la cual fue condecorado. Historiador, politólogo y periodista, se convertiría con el tiempo en escritor freelance. Llegado el partido nacionalsocialista a Alemania escribió sobre la anexión de Austria, el antisemitismo y llegó incluso a escribir el diario de guerra de Hermann Goering. Acabada la guerra fue arrestado por el ejército de Estados Unidos y conducido al que fuera campo de concentración de Dachau, aunque fue posteriormente liberado. Tras ese período de su vida trabajó de granjero y prosiguió publicando libros políticos, pese al descrédito que ya tenía. Sus obras literarias fueron prohibidas en la República Democrática Alemana. En 1963 se suicidó.
-Finalizamos con la historia más inverosímil: el suicido de la esquiadora francesa Edith Bonlieu, que competiría en la prueba de descenso de los Juegos de invierno de Cortina de 1956. Provenía de una familia de esquiadores. Su hermano, François Bonlieu llegó a ganar un oro olímpico en los Juegos de 1964. La propia Edith se había casado con otro campeón olímpico: Jean Vuarnet. El caso es que tanto Edith como su hijo menor, Patrick, se unieron al culto de la Orden del Templo Solar que derivó en un suicidio en masa durante los años 1994 y 95 en varios pueblos suizos. Tanto Edith como Patrick fueron dos de esas víctimas, cuyos cuerpos fueron encontrados en tumbas colectivas, vestidos todos con ropas ceremoniales y colocados en forma de círculo y con bolsas de plástico en la cabeza. Esta orden quería establecer su autoridad y poder en el mundo, afirmando la primacía de lo espiritual sobre lo temporal y preparar la Segunda Llegada de Cristo como un rey-dios solar. Buscaban también la unificación de todas las Iglesias cristianas y la musulmana.
Un comentario
Virginia
Todas las cabezas pueden llegar a estar mal,ser deportistas no les libra de las enfermedades mentales,que pena más grande!.