MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 106: UN ERROR DE LOS MÉDICOS DESPOJA DEL ORO A RICK DeMONT EN MÚNICH 72
En los Juegos Olímpicos, como en cualquier competición deportiva, hay tramposos y hay víctimas de las trampas. Lo difícil es ser las dos cosas a la vez. En el caso que trataremos ahora hay matices sobre la primera cuestión, muchos matices, y hay una víctima clara.
Los hechos ocurrieron en los Juegos de Múnich 72. En el equipo de natación de Estados Unidos sobresalía la figura de Mark Spitz, pero eso no le convertía en el único nadador de ese país con serias aspiraciones a subirse al podio e incluso en más de una ocasión. El jovencísimo Rick DeMont, de 16 años, venía con el objetivo de ganar en la prueba de 400 metros y, sobre todo, la de 1.500. En efecto, se alzó con el primer puesto en la final olímpica de 400 metros en una carrera muy peleada con el australiano Brad Cooper. El ganar el oro, irónicamente, supuso el principio de su calvario y protagonizar uno de los hechos más vergonzosos de la historia de los Juegos de los cinco aros en el que le tocó pagar un gravísimo error ocasionado por otros. Porque a Rick le despojaron de su oro al dar positivo en el control antidopaje. Y sí, Rick no negó la presencia de esa sustancia prohibida en su cuerpo, pero que estaba contenida en una medicina que él tomaba por ser asmático.
En la preparación previa a los Juegos el propio nadador había informado a los médicos y oficiales del equipo olímpico de Estados Unidos que tomaba esa medicina. Ellos y sólo ellos eran los encargados de informar al COI con cierta antelación para que este organismo diera el visto bueno y DeMont pudiera participar en la cita olímpica sin problema alguno. Es una práctica habitual, pues aunque contengan sustancias prohibidas los deportistas olímpicos pueden tomarlas si están en medicamentos necesarios para su salud. Siempre y cuando se avise con tiempo al Comité Olímpico Internacional para que éste dé su consentimiento. Rick avisó a las autoridades de su país pero éstas no informaron al COI. Se dio además la circunstancia de que el nadador había sufrido un ataque de asma ya en la villa olímpica de madrugada, tomando una nueva pastilla a la mañana siguiente.
Tras el escándalo al retirar la medalla a un campeón olímpico el COI estuvo debatiendo durante unos días qué hacer con DeMont, ya que tenía que competir en las series de clasificación de la prueba de 1.500. Si decidían a su favor, aún podría el joven americano conseguir una medalla en su prueba reina. En efecto, Rick participó en las series clasificatorias pero antes de que tuviera lugar la final determinaron que no podría continuar y le expulsaron de la villa olímpica. Adiós a dos medallas casi seguras y, probablemente, del metal más preciado.
En esos días en que el COI debatía qué hacer con él, pues no se descartó ninguna posibilidad, el joven de 16 años quedó solo a merced de los interrogatorios de las autoridades deportivas. Nunca le acompañó, asesoró ni defendió ningún médico u otro miembro del Team USA. Abandonado, los adultos auténticos culpables de un error garrafal se lavaron las manos. Escuece aún más saber que el COI ofreció una alternativa: exonerar a Rick y devolverle la medalla de oro si se cumplía una única condición: que los médicos del equipo de Estados Unidos aceptaran su error. Ni ellos ni nadie del Comité Olímpico de ese país lo hizo. Años más tarde, en 1996, DeMont demandó al Comité Olímpico de Estados Unidos por los daños causados. No fue hasta 2001 en que finalmente reconocieron su culpa y le pidieron al COI que devolviera la medalla a DeMont, pero ya era demasiado tarde.
Si estos hechos nos producen rabia lo que ocurrió con el nadador, la auténtica y única víctima del asunto, nos producen tristeza. Su forma de ser cambió: se convirtió en una persona realmente hastiada, enojada al máximo. Posteriormente pasó por años de depresión, en los que se sentía desilusionado y perdido. Pero, por otra parte, pudo demostrar a todos que era el mejor nadador de sus distancias, ya que un año después de su frustrante experiencia olímpica -que no consta en los anales al haber sido descalificado- ganó el oro en el Mundial de Belgrado en la distancia de 400m no solo batiendo el récord mundial, sino añadiendo el plus de convertirse en el primer hombre que bajaba de la barrera de los cuatro minutos. También se hizo con la plata en la distancia de los 1.500m. Ese mismo año fue votado como el Mejor Nadador del Mundo.
Con el tiempo se convirtió en uno de los entrenadores más prestigiosos del mundo. Participó en los Juegos de Atenas y en los de Pekín como entrenador asistente de la selección masculina de Sudáfrica para posteriormente trabajar como entrenador principal en la Universidad de Arizona. A día de hoy Rick DeMont sigue queriendo que se haga justicia o, en sus propias palabras, “que se repare un error histórico”.
Un comentario
Virginia
Da mucha rabia, un oro y mucha gloria tirados por la incompetencia y la soberbia de los que tenían que estar trabajando para los atletas y que no cumplieron con su deber. Una vergüenza.