HALINA KONOPACKA: UNA CAMPEONA MÁS GRANDE QUE SU FIGURA
Algunos la llamaron Miss Olympia, otros Campionissima y, finalmente, otros la conocieron como la Primera Dama de la Segunda República (de Polonia, su país). Esos sobrenombres se los ganó por la clase que destilaba, en la que se mezclaban belleza con erudición y cultura en un cuerpo de 1.81 de estatura que se movía con gracilidad. Era adorada por todos, considerada durante años la persona más famosa de Polonia y directamente nombrada en dos ocasiones la mejor deportista de su nación. Llamaba la atención allá por donde fuera; en las pistas de atletismo, donde despuntó, siempre llevando una boina roja en la cabeza. Era la sensación del momento, reconocida por todos; una atleta tal que a los pocos meses de dedicarse al lanzamiento de disco ya batió el récord del mundo. Tuvo el honor de ser la primera campeona olímpica del lanzamiento de disco, su especialidad, al competir en los Juegos de Ámsterdam 28, los primeros en los que se permitió la participación de la mujer en el atletismo. Su nombre era Halina Konopacka y bien merece ser recordada.
Nacida en 1900 en una zona que por entonces pertenecía al Imperio Ruso creció en Varsovia en el seno de una familia apasionada por el deporte que practicaba diversas disciplinas. La propia Halina lo hacía en natación, hípica, esquí y patinaje, pero abandonó los deportes de invierno porque las instalaciones se encontraban lejos de su casa. Es por ello que se volcó en el atletismo, en el que despuntó no solo en el lanzamiento de disco que le proporcionaría ese histórico primer oro olímpico, sino que también dominaba el lanzamiento de peso, la jabalina, el salto de altura, el de longitud y hasta el pentatlón. Halina era sin lugar a dudas toda una fenómena dominadora excelsa de la técnica. Previamente a convertirse en campeona olímpica lo fue en los denominados “Juegos de la Mujer” realizados en Gotemburgo en 1926 y Praga en 1930, creación de la impulsora del deporte femenino Alicie Milliat.
Antes de contar la historia de película que protagonizó durante la II Guerra Mundial añadiremos más rasgos que nos hacen admirarla aún más: su versatilidad era tal que, aparte de hablar con fluidez tres idiomas, también fue escritora y poeta, publicando varias obras que fueron admiradas por las figuras de la literatura polaca de su tiempo. Sus obras contenían un punto de vista feminista que fue muy valorado. Inquieta, también se lanzó al arte de la pintura. Lo hizo con 60 años, graduándose en la escuela de arte y dedicándose a pintar sobre todo flores. Asimismo tocaba el piano y la guitarra, el conjunto de todo ello la llevaron a ser reconocida como una “mujer del Renacimiento”. Incluso después de retirada del atletismo se pasó a pilotar coches en rallies, se dedicó a diseñar ropa y fundó una escuela de esquí. Una se siente pequeña ante semejante personaje, y eso que aún nos queda por contar la gran aventura que vivió y que, como gran patriota que fue, le permitió contribuir en cierta manera al rumbo histórico de Polonia en el periodo que le tocó vivir.
Halina se había casado con Ignacy Matuszewski, ministro de Hacienda de Polonia que había previsto un año antes de que acontecieran los hechos la invasión de su país por parte de la Alemania nazi. Es por ello que, de manera previsora, ideó un plan: trasladar las reservas de oro polacas a otro país para evitar que se apoderaran de ellas los invasores. Halina y su marido tomaron parte directa en la misión que consistiría en mover el oro mediante coches y autobuses hasta Rumanía. Ella misma conducía el vehículo que iba el último de la cola. Se trasladaban de noche, protegidos por la oscuridad evitando los ataques de la Luftwaffe. De día se ocultaban en bosques, establos, en donde fuera. Los alemanes eran conocedores de la salida de las reservas de oro del país y les perseguían, pero los polacos fueron capaces de llegar a Ucrania a través de Rumanía, descargar allí en un tren 75 toneladas de oro, transportarlas a Rumanía y transferirlas desde allí por mar a un barco británico. No habían acabado en esa travesía los peligros, pues se encontraban en sus aguas submarinos alemanes que tuvieron que esquivar. Así, llegaron a Estambul, de allí hasta Beirut, donde descargaron el oro en barcos franceses que arribaron a la Riviera. Ese oro serviría para aportar recursos al gobierno polaco en el exilio. Cuando Francia fue a su vez invadida por los alemanes, se trasladaría a Gran Bretaña.
Tras esta peligrosa peripecia Halina marchó con su marido a Estados Unidos, dado que, como decimos, Francia había sido invadida. Nueva odisea, ya que para llegar al continente americano el matrimonio tuvo que atravesar España, Portugal y Brasil. Al poco de llegar a Nueva York su marido murió y nuestra protagonista se dedicó a nuevas actividades, sin parar nunca. Volvió a casarse, esta vez con un tenista, pero de nuevo enviudó. Y, como no cabía esperar menos de ella, no se quedó parada, sino que adquirió nuevas aficiones a las que se entregó en cuerpo y alma.
No queremos dejar de lado otra faceta destacable de esta campeona: su labor como inspiradora de otras deportistas mujeres, niñas y jóvenes de su país. Activamente promovió el deporte femenino desde la revista “Start”, en la que durante un tiempo ejerció como redactora jefe. Desde su puesto en el Comité Olímpico Polaco, unido a su popularidad por sus éxitos, inspiró a muchas mujeres a practicar deporte. Aconsejaba a sus compatriotas a que realizaran al menos diez minutos diarios de ejercicio y facilitó la creación y auge de los Clubs Deportivos de Mujeres en la década de los años 30.
En definitiva, toda una completa figura que fue mucho más allá del deporte y de su paso por los anales olímpicos.
Un comentario
Virginia
No conocía esta historia,hacía de todo y todo bien. Espero que en su país aún se la recuerde a pesar de haber pasado tanto tiempo. Una auténtica heroína.