ADRIANA CEREZO: “NO LLEGUÉ A DISFRUTAR DEL TODO DEL MOMENTO DE LA MEDALLA DE PLATA EN TOKIO”
Cuando Historias de los Juegos entrevistó por vez primera a Adriana Cerezo aún no había sido olímpica, aunque sí suponía una esperanza de medalla para la delegación española que iba a acudir a los Juegos de Tokio puesto que ese mismo año se había proclamado campeona de Europa. Por aquel entonces esta taekwondista madrileña contaba con 17 años, por lo que se le habría perdonado haber vuelto de la capital nipona sin metal alguno en su cuello. Pero lo hizo, una plata que incluso le supo a poco, tan segura de sus posibilidades era. En esa entrevista Adriana, aun sin mostrar timidez, no mostraba la madurez, desenvoltura y naturalidad que muestra ahora, pasado tan solo un año y medio. Adriana ha crecido en todos los sentidos y ahora espera de sí misma para la próxima cita olímpica de París algo incluso más grande que esa plata ganada en Tokio que, como decimos, le pareció insuficiente en un principio: “Cuando sacas la medalla [en semifinales] es un subidón pero ese subidón tienes que bajarlo para ir a la final y luego la final la pierdes. Encima perderla por la mínima y en el último momento me dolió mucho y hasta que te das cuenta que lo que has conseguido es algo importante es una espina que voy a tener siempre. Disfruté, pero no llegué a disfrutar el momento del todo, pero obviamente estoy muy contenta y esa espina la tenemos para seguir recordando todos los días que París está aquí al lado y que no se puede escapar”.
¿Enfado consigo misma al perder la final? Puede, pero ahora confiesa que Tokio 2020 “fue el mejor momento de mi vida”. Poco le importaron a esta taekwondista las restricciones sufridas en ellos por el Covid o que no hubiera público. Casi lo que más le dolió fue que, por culpa de la situación vivida, no pudieran estar apoyándola in situ sus padres “que siempre me acompañan a todos los sitios que pueden y que no pudiesen estar en un momento tan importante, así como mi entrenador, que tampoco pudo ir, lo que me dolió. Igual que me queda la espina de la medalla [de oro] a ellos les queda la espina de poder estar”. Tampoco dejó de disfrutar de la villa olímpica, su primera villa olímpica de esperemos que muchas: “Ya estar en la villa de vecinos con los mejores deportistas del mundo y estar en el mismo edificio con el equipo de baloncesto, el de fútbol, con Mireia Belmonte, con todos los deportistas que admiras es una barbaridad, así que yo viví muy bien los Juegos”.
Ganar la que sería la primera medalla de la delegación española en los Juegos de Tokio quizá hizo que se hablara más de ella y que algún aficionado al deporte en general pero no al taekwondo en particular por fin la conociera. Adriana vivía como en una nube, a sus 17 años viéndose ya medallista olímpica, aunque ella en todo momento de la entrevista se dirija con la palabra “medalla” únicamente a la de oro, como si las otras ni las considerase. Y en esas que se entera por Manoli, la médica del COE, que la campeonísima Carolina Marín no solo la ha visto competir, sino que “estaba súper emocionada. Estuve haciendo un FaceTime a las dos de la mañana en la villa con Carolina Marín y yo flipaba. Fue uno de los momentos en los que me di cuenta de que lo había visto la gente. Para mí significó mucho esa llamada”.
Y así, poco o a poco -o más bien con gran rapidez- Adriana fue tomando conciencia de la magnitud de lo que estaba logrando. Y cuando llegó de vuelta al aeropuerto de Barajas el espectro de lo que había logrado se agrandó ante el recibimiento que tuvo: “El recibimiento tras los Juegos fue brutal, estaban desde mi familia a mis vecinos y compañeros del colegio. No sé cuántas personas podría haber en el aeropuerto, pero una barbaridad. Me hizo mucha ilusión poder ver tantas caras conocidas con esa ilusión y esa alegría por algo que habías conseguido tú y que realmente lo habíamos conseguido todos. Es como cuando gana el fútbol o el baloncesto, que todos vamos con el equipo. En los deportes individuales es como que te da la sensación de que sus medallas son un poco de todos y que la están disfrutando también”.
La madurez de Adriana Cerezo también se aprecia en su manera de gestionar la presión que, sin duda tras la consecución de una medalla olímpica, surge sí o sí: “Los momentos de presión no dependen de lo que la gente piense de mí, sino de mí misma. El tener a la gente detrás es un apoyo. Antes de los Juegos me preguntaban cómo llevaba las expectativas de la gente en mí, ¡peor llevaría que la gente se pensase que iba a perder en primera ronda!. El que la gente te apoye es un impulso más. La presión existirá en ciertos momentos de mi carrera y en la de todo el mundo, pero depende más de la presión que te metas tú mismo. La gente no va a esperar de mí más de lo que espero yo misma. Cuanto más esperen de mí, mejor”.
Fundamental para gestionar la presión y para alcanzar la madurez ha sido su familia. En justicia a su padre particularmente debe corresponderle parte de su medalla olímpica, porque si Adriana estaba en forma era porque su padre se ofreció a ser su sparring durante el confinamiento: “En la cuarentena cada uno hacíamos lo que podíamos para entrenar y a mi padre le tocó hacer de mi sparring, mientras mi madre comía pipas y me animaba, aplaudiéndome. Para mi padre fue una experiencia dura [por los golpes que recibió] pero creo que la disfrutó y luego más al ver que yo a la vuelta de los entrenos estaba en las mejores condiciones. De verdad que lo tuvo que pasar mal porque le fisuré una costilla, se rompió el tendón de Aquiles, le tuvieron que operar y todo, pasó de todo. Mi padre en cierta forma sufrió; fue una experiencia que no vamos a olvidar nunca por lo bueno pero por lo malo también”.
Estando aún en la villa olímpica de Tokio Adriana perdió su medalla recién ganada: “No es que perdiera la medalla, sino que no era consciente de dónde estaba. Después de mi competición yo creo que dormí cinco horas en tres días y me hacían llevar la medalla a todos los sitios para las fotos, etc. así que siempre la llevaba encima y un día caí en que no la llevaba encima. No le dije nada a nadie y la busqué por la habitación hasta que apareció. En total pasó un día entero sin que la tuviera localizada. Menos mal que apareció y pude respirar y dije ´No os lo vais a creer´”.
Ahora ya todo eso es pasado, un pasado brillante y que la ha puesto en el lugar privilegiado que ocupa en el mundo del taekwondo, pero ella ya piensa en París 2024: “Ahora mismo mi objetivo es clasificarme para París y buscar el mejor rendimiento posible. Sobre el papel tenemos que clasificar por ránking. Sobre todo busco el rendimiento, que es lo que trae los resultados”. Si con 17 años Adriana brilló ya en Tokio 2020 en buena lógica ha de esperarse algo grande de ella en París 2024, la “medalla”, que para ella sólo significa el oro. Pero no vamos a presionarla, sino a apoyarla, como ella misma dice.
Un comentario
Virginia
Muy grande con 17 años,en París si todo va bien va a lograr grandes cosas. Le deseo lo mejor.