ALFRED NAKACHE: EL NADADOR JUDÍO QUE SOBREVIVIÓ A AUSCHWITZ
La vida de Alfred Nakache, nadador olímpico que compitió por Francia en los Juegos de Berlín 36 y Londres 48, es digna de ser llevada al cine. Nacido en el seno de una multitudinaria (once hermanos) familia sefardí argelina en el momento en el que el país africano pertenecía a Francia, se dedicó a la natación y al waterpolo pese a que (o gracias a que) de niño le tenía miedo al agua. Dado que pronto se vio que el pequeño Alfred tenía aptitudes para destacar en el deporte acuático se mudó a la “madre patria” para progresar. Y vaya si lo hizo. Batió récords nacionales, consiguió medallas en campeonatos y fue elegido para representar a Francia en los Juegos de Berlín 36. Allí conseguiría un cuarto puesto. Por entonces mantenía una rivalidad en las piscinas con su compatriota Jacques Cartonnet lo que, pasados pocos años, pudo haber influido directa o indirectamente en el curso de su vida, como veremos.
Se pueden imaginar que a Nakache le pilló la II Guerra Mundial en plena edad para alistarse en el ejército. Entretanto un decreto político cambiaría su vida para siempre: el llamado decreto Cremieux privó a los ciudadanos franceses nacidos en Argelia -como era el caso de Nakache- de la nacionalidad gala. Desde 1943 no se le permitió participar en competiciones, pese a que dos años antes había batido un récord mundial.
Un apátrida Nakache debido al citado decreto Cremieux toma la decisión de marcharse de la zona no ocupada de Francia huyendo de un futuro en un campo de concentración que se veía inexorable. Primero trató de escapar, junto a su mujer e hija, a España, pero la familia volvió a Toulouse, donde en noviembre de 1943 fueron delatados. Fue el comienzo de su definitivo fin, ya que les esperaba Auschwitz. Allí la esposa y la hija del nadador fueron gaseadas nada más entrar en el campo de concentración. Alfred no tuvo la confirmación hasta años más tarde del destino de ambas. A él, por su parte, le tocó sufrir años de vejaciones, hambre, trabajos forzados y duras pruebas durante su estancia en Auschwitz. Se cuenta que los soldados alemanes le lanzaban objetos a la piscina que él tenía que recoger con la boca y devolvérselos. Fue entonces cuando vuelve a cruzarse en su vida, supuestamente, su otrora rival en las piscinas, Cartonet. Éste había sido filonazi desde antes de la guerra y por ello fue nombrado jefe del servicio de deportes del gobierno. Se dice que fue Cartonet el responsable de la deportación de Nakache, aquel rival que le había superado en competiciones.
Las penalidades de Nakache en ese trágico episodio de su vida fueron múltiples, pero sobrevivió a todas, quién sabe si ayudado por su pasado deportivo que de seguro le proporcionaría fuerza de voluntad. Fue finalmente liberado en Buchenwald, cuando formaba parte de una marcha, llamada “la marcha de la muerte”, de prisioneros de Auschwitz. Pesaba 40 kilos, la mitad de su peso medio. Cuando regresó a Toulouse todos le habían dado por muerto.
Por increíble que parezca al cabo de un año no solo volvió a competir, sino que se proclamaría campeón de Francia y participaría en el récord del mundo del equipo de Francia de relevos. No contento, volvería a ser olímpico en la primera cita postbélica, celebrada en Londres en 1948. Incluso añadió el waterpolo a la natación a la lista de sus participaciones olímpicas.
En la actualidad son numerosas las piscinas por todo el territorio francés que llevan su nombre. Nakache se retiró a la isla Reunión donde fundaría un club de natación. Murió a los 63 años mientras nadaba su diario kilómetro. Este nadador judío no alcanzaría nunca una medalla olímpica pero llegó a ganarse la admiración de los mismísimos nazis, pese a que ello no evitara ni la muerte de sus familiares ni el calvario sufrido en años en Auschwitz.
3 Comentarios
Virginia
Madre mía que historia,pobrecito. Que malisima persona su rival, superale en la piscina y no te lo quites de encima de esa manera. Imagino que la historia impartirá justicia.
Ana huertas
Me encantan tus historias. Son dignas de recopilar en un libro. Enhorabuena
Alberto Víctor
Preciosa historia,a la vez que triste.
Curiosa la superación humana , nunca tiene límite.