SAMIR AÏT SAÏD: PRUEBA DE SUPERACIÓN TRAS SU ESPELUZNANTE LESIÓN EN RÍO 2016
Cuando en el escenario de los Juegos Olímpicos de Río Samir Aït Saïd elevó su mirada para contemplar los aros olímpicos pensó: “He cumplido mi sueño”. El gimnasta francés, nacido en Antibes, se había perdido los Juegos de Londres debido a una lesión. Estaba convencido que en la cita olímpica de 2016 su prestación iba a dar que hablar…y así se cumplió, pero de la peor de las maneras. Durante las pruebas clasificatorias se lesionó de gravedad saltando en el potro. Una de esas lesiones que se quedan en las retinas de todo aquel que la haya visto. Ese tipo de imágenes que producen escalofríos solo con recordarlas, pues su pierna izquierda quedó colgando como si fuera de goma, provocándole una doble fractura y una salida en camilla de los Juegos. Hasta ahí su participación olímpica. Las imágenes dieron la vuelta al mundo. Sin duda se convirtieron en unas de las más vista de esos Juegos, a su pesar. A cambio, el gimnasta galo recibió en sus redes sociales miles de mensajes de apoyo que sin duda le sirvieron para superar anímicamente todo lo que se le veía encima: operación y postoperatorio.
El ciclo olímpico que siguió no le fue precisamente fácil al bueno de Samir, pues a la pandemia que todos hemos padecido se unió la muerte de su padre, al que querría haber dedicado una medalla olímpica. Samir puso todos sus esfuerzos en resarcirse en los Juegos de Tokio. Su clasificación directa, durante el Mundial disputado en Stuttgart en 2019, le hizo quitarse un peso de encima. Ahora “solo” quedaba lograr la medalla en Tokio. Allí fue elegido -no sin la sorpresa de algunos- el abanderado de Francia en la ceremonia de inauguración. Seguramente premio a su esfuerzo, lucha y afán de superación. Porque si de algo puede presumir Aït Saïd es de haber luchado durante estos años, porque nadie regala nada, y menos en el mundo del deporte. No podría finalmente ofrecerle una medalla, de conseguirla, a su padre, ya fallecido, pero sí se libraría de todos los fantasmas que le persiguieron desde su triste debut en Río. Samir llegó a la convicción de que volver a caminar significaba en realidad para él estar en Tokio 2020. Lo demás no importaba tanto. Empeñado en hacer un buen papel, se hizo con un puesto en la final. Todos sus contrincantes tenían razones de sobra para lograr el éxito, pero Samir quería una nueva oportunidad, tras su grave lesión en Río que le impidió mostrar al mundo sus capacidades. Para llegar a Tokio en la mejor de las condiciones no dudó en adelgazar 10 kilos. Según declaró él mismo, su lucha no era contra sus contrincantes, sino “contra sí mismo”. Samir luchó y luchó bien, aunque se quedó a un paso de subirse al podio, en su caso en la especialidad de anillas, pues acabó en el cuarto puesto. Pero Samir había ganado. Los que hayan visto en qué estado quedó su pierna durante aquel fatídico salto en los Juegos de Río valorarán en alto grado el mérito de haber continuado y haber sido olímpico de nuevo. La medalla tendrá que esperar.