OLIVÉR HALASSY: EL CAMPEÓN OLÍMPICO CON UNA PIERNA AMPUTADA Y SU HEROICA VIDA
Hay veces en que una encuentra por casualidad una historia olímpica de tintes épicos. Esta es una de esas veces. El protagonista respondía al nombre de Olivér Halassy. Había nacido en 1909 en Újpest, Hungría y acabó ganando tres medallas olímpicas. Hay una larga lista de olímpicos con tres medallas de los Juegos a sus espaldas, pero ninguno de ellos las logró con una pierna amputada, como fue el caso de Halassy. Cuando contaba ocho años de edad se cayó de un tranvía en movimiento en el momento en el que intentaba subirse a él. No pudo salvarse su pierna izquierda desde la rodilla para abajo y tuvo que ser amputada.
Pero a Olivér desde siempre le gustó practicar deporte y entró a formar parte de la sociedad deportiva de su localidad Újpesti Torna Egylet, centrándose en la natación y el waterpolo. En ambos acabaría destacando Olivér. Tanto, que entró pronto a formar parte de la selección nacional de su país, una de las más potentes del mundo en waterpolo, si no la que más históricamente. Con 19 años participó en su primera experiencia olímpica, en los Juegos de Ámsterdam de 1928. Se convertiría así en el primer amputado en competir en unos Juegos Olímpicos. Oscar Pistorius tardaría décadas en imitarle, con la diferencia que Halassy se colgó tres medallas al cuello.
En sus primeros Juegos Halassy jugó en todos los partidos y marcó tres goles. Ganó, junto a su equipo, la medalla de plata. Repitió presencia en la siguiente cita, la de Los Ángeles 32, y en la que le seguiría, la de Berlín 36. De nuevo Olivér Halassy tomó parte en todos los partidos, no en vano era considerado el mejor en su puesto – el de central- del mundo. También poseía una gran personalidad que le convertían en el líder natural de su equipo. A ello hay que unir un gran dominio del balón y del aspecto mental del juego. Y, aunque no parezca tan necesaria el uso de las piernas en el waterpolo, son esenciales para impulsarse y moverse por la piscina. En Los Ángeles 32 y Berlín 36 se hizo, junto con sus compañeros de la selección húngara, con dos oros olímpicos.
Si ya eran destacables sus logros en el waterpolo hay que añadir los que consiguió en la natación, pues consiguió incontables victorias en diversas distancias en grandes campeonatos, destacando el oro en el Europeo de 1931 en la distancia de 1.500m estilo libre. Esa victoria se produjo pocas horas después de haber ayudado a su selección a conseguir el título continental de waterpolo. Halassy se excusó ante sus compañeros por no participar en las celebraciones. El esfuerzo mereció la pena, puesto que acabó ganando. Exhausto tras la finalización de la carrera, fue sacado literalmente de la piscina con la ayuda de otro nadador húngaro, que le llevó en volandas hasta el vestuario. Tras un poco de descanso volvió a la piscina donde fue ovacionado por el público. Incluso los jueces árbitros pararon para aplaudirle.
¿Quieren más épica? Durante la II Guerra Mundial su país fue ocupado por los alemanes. Halassy escondió a muchos atletas –y no solo- de origen judío en el sótano de su casa. A uno de ellos, médico, le dio un anillo propio, heredado de su padre, para que en caso de necesidad le ayudara en su huida. En efecto, gracias al anillo el médico consiguió salir del país.
Poco después de finalizada la guerra nuestro protagonista encontraría un indigno final a su vida. El 10 de septiembre de 1946 se produjo su muerte en extrañas circunstancias. No tenemos la seguridad sobre cómo transcurrieron los hechos, pero todo apunta a que fue parado por una patrulla de soldados soviéticos que pretendían confiscar su coche (en realidad, de su suegro), a lo que se negó el campeón. Al parecer, fue asesinado por dichos soldados soviéticos para robarle el automóvil. En su momento se obligó al “silencio” de las circunstancias de su muerte, alegando que había sido víctima de un atraco por simples ladrones. A la prensa internacional llegó esa versión. Su familia fue amenazada por las autoridades soviéticas (recordemos, por entonces invasoras de su país) a mantener el silencio. En cualquier caso, su muerte fue violenta, absurda, inesperada y temprana.
Un comentario
Virginia
¡Madre mía que hombre!, un auténtico héroe. Que muerte tan absurda y temprana, estas personas no tendrían que ser olvidadas nunca.