JULIA VASCONCELOS: LA OLÍMPICA QUE ABANDONA EL TAEWKONDO POR ABUSOS PSICOLÓGICOS Y ENGAÑOS DE SU ENTRENADOR
A finales de 2019 una historia conmovió a la opinión pública: Julia Vasconcelos, una taekwondista brasileña que había sido olímpica en los Juegos disputados en su país (=Río 2016), realizaba públicamente varias denuncias a un medio de comunicación brasileño. Duras e impactantes declaraciones que fue desgranando una por una, a cual más dolorosa.
Lo primero que hay que decir es que Julia se vio moralmente obligada a abandonar la práctica de su deporte. El entrenamiento de taekwondo, que durante años le había proporcionado las mayores satisfacciones, le llegó a resultar doloroso, y no hablamos del plano físico. Vasconcelos había llegado a ser plata en los Juegos Paramericanos de 2014, lo que la ponían a la cabeza del equipo brasileño de cara a los Juegos a disputar en casa. En Río, en efecto, compitió, aunque esa vez se fue sin medalla. Para entonces su calvario ya había empezado. Básicamente se sintió sola, en absoluto arropada y, al contrario, despreciada por su entrenador y su equipo técnico, que llegó a realizar abusos sobre ella de tipo económico y psicológico. Para empezar, el entrenador se quedaba con gran parte de las ganancias de la taewkondista y, lo que es peor, abusaba vendiendo a las deportistas las camisetas, cuando era derecho de ellas tenerlas. Su actitud llegó a ser tan rastrera que cobrara a las deportistas los billetes de los autobuses para las competiciones por el doble de precio (60 reales en lugar de 30).
Los abusos psicológicos se unieron a los económicos. Julia tuvo que pasar por el quirófano para operarse una mano y eso, entre otras causas, le provocó una depresión (una de las varias que ha sufrido). En lugar de encontrar apoyo en su entrenador y equipo, se sintió sola y el entrenador empezó a meterse con su peso. Eso le llevó a Julia a padecer bulimia. La comida, en concreto el chocolate, los bollos y la pizza, eran una obsesión para ella. Compraba ese tipo de comida (no precisamente la adecuada para un deportista) y la ingería a mansalva, provocándose luego vómitos. Sin embargo, su desorden alimenticio durante las competiciones -incluyendo los Juegos de Río- era de signo contrario: apenas ingería comida, llegando sólo a 600 calorías al día consistentes en una clara de huevo y un poco de pollo. Se llegó a pasar 20 horas sin tomar líquidos durante la cita olímpica.
El mal trato moral del entrenador se manifestó también por otros derroteros: la madre de Julia se presentó en unas elecciones a concejal de su población. Como un ayudante del equipo también se presentó, se exigió a las deportistas, incluyéndola a ella, apoyar expresamente a dicho concejal, así que Julia no pudo hacer campaña por su madre, sino por uno de sus rivales. Si en cualquiera de los casos antes mencionados ella o alguna de sus compañeras se negaba a claudicar, recibían la amenaza de quedarse fuera de poder participar en competiciones.
Julia, viendo todo el trato recibido, ha confesado que llegó a sentir miedo. Estaba claro que en esas condiciones no podía seguir, ni entrenando ni viviendo, rodeada de temores, abusos, incomodidad y depresión. Así que decidió marcharse de su país y emigró a Estados Unidos gracias a un visado de deportista de élite. Pero en Estados Unidos la vida que se ha encontrado Julia ha sido muy dura: trabaja 15 horas al día, divididas entre una obra donde trabaja de obrera y clases de taewkondo nocturnas. Las pocas horas que le quedan libres las emplea para dormir. Confiesa sentirse agotada, pero en absoluto siente vergüenza por tener que trabajar en una obra. Es el pago que ha tenido que hacer para escapar de los engaños, abusos, estafas, depresiones, bulimia, chantajes y temor provocado por su entrenador. Trabaja duro en Estados Unidos pero por fin se siente libre, según declara. “Esta libertad no se puede comprar”, ha dicho Vasconcelos, la taewkondista olímpica a la que forzaron a llegar a odiar su deporte.