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GREG LOUGANIS: LA OSCURIDAD TRAS EL BRILLO DE LOS OROS DEL MAYOR SALTADOR OLÍMPICO

Detrás de un gran campeón suele haber una gran historia. Esta es la del que puede que sea el mayor saltador de trampolín/plataforma de todos los tiempos, el estadounidense Greg Louganis. El mítico saltador tuvo que superar no pocos obstáculos desde su niñez. Adoptado a los ocho meses y medio hijo de unos padres samoanos, el pequeño Greg sufrió lo que ahora denominamos “bulling” por su color de piel, llamándole “negrata” hasta el punto de que Greg pensaba de niño que su origen era africano. Y no solo por eso, sino que también sus compañeros de escuela le llamaban “retrasado” por sus problemas con la lectura. Aún no habían descubierto que era disléxico. Su padre adoptivo siempre fue extremadamente frío y duro con él. A Greg no le quedaba más remedio que refugiarse en su madre y su hermana, a la que acompañaba de niño a clases de danza y acrobacia. Así comenzó su afición por actuar ante el público y los espectáculos físicos, ya que pronto él también se pondría a practicar estas disciplinas, llegando a aparecer a los nueve años en un programa de talentos locales. Pronto superó a todos sus compañeros de edad, despuntando con sus habilidades. Durante una década ganó trofeos en concursos de talentos de acrobacia y bailes formando pareja con una niña. Poco después su madre le apuntó al deporte que le haría famoso. Eso le salvó del ambiente enrarecido en casa con su padre y con una madre totalmente sometida por éste. Lo que saben pocos es que su madre le apuntó a este deporte por miedo a que se rompiera el cuello realizando acrobacias. Para que nos hagamos una idea de la presión que sufría por su padre contaremos que, siendo niño, y viendo que le superaba un nuevo salto (el mortal y medio de espaldas), su padre le obligó a intentarlo en la piscina de casa pegándole con el cinturón hasta quemarle.

El ambiente en el colegio no era mejor: además de los insultos ya mencionados le llamaban “mariquita” por dedicarse a hacer acrobacias. Sin embargo, le elegían el primero en los deportes por estar particularmente dotado. Aun así, no dejaban de pegarle. Como consecuencia de ello, ya desde muy jovencito llegó a plantearse el suicidio, una constante que le aterró en diversas etapas de su vida. Generalmente los intentos por acabar con su vida, a base de pastillas y cortes, le salían tan mal que ni siquiera sus padres se enteraban. Entonces comenzó la espiral negativa en la que se adentró Greg: empezó a fumar, a consumir marihuana, speed, alcohol, cocaína…Entró en una fase desafiante y rebelde en la que llegó a atacar a sus padres, que tomaron cartas en el asunto: llamaron a la policía y estuvo internado seis meses en un centro juvenil.

A nivel deportivo Greg Louganis tuvo mucho mérito, pues carecía cerca de su casa de instalaciones: sólo contaba con trampolines de 3 metros en malas condiciones y nada de plataformas de 10. Le tocaba realizar largos recorridos buscando instalaciones. Por fin, se trasladó a otro estado para trabajar con un entrenador de cierto nivel encontrándolo en la persona de Samy Lee, el cual había sido bicampeón olímpico en la plataforma. Lee resultó ser muy duro, pero también le expresó su confianza de que podría llegar a los Juegos Olímpicos de Montreal 76. Así lo hizo, con apenas 16 años. Hay que decir que se clasificó para la cita olímpica debido a un error de puntuación en los trials americanos en el trampolín de 3m, lo que le facilitó su calificación.

Foto de Corbis- Bettmann/UPI

A Montreal había llegado como la “estrella del futuro”; sin embargo, las cosas no marcharon como deberían haberlo hecho. El equipo le veía con malos ojos, pues se pensaba que estaba allí por mera suerte. El ambiente era muy malo, faltando un auténtico espíritu de equipo. Ni siquiera permitieron el acceso a su entrenador. Acabó sexto en la primera competición, la del trampolín de 3 metros. Lee, su entrenador, tenía un secreto: “usaba” a Louganis para intentar impedir que el italiano Klaus Dibiasi superara el récord de oros del saltador americano. Efectivamente, la final de la plataforma de 10m estaba encabezada tanto por Louganis como por Dibiasi tras ocho saltos. En el noveno falló Louganis, logrando el italiano un oro más. El resultado motivó fuertes críticas de Lee a su pupilo, lo que le hundió. Aun así, Greg se alzó con una valiosísima plata y se llevó también el elogio de la leyenda italiana, que en el podio le dijo al jovencísimo saltador americano que estaba convencido de que en Moscú 80 se alzaría con los dos oros.

En los Juegos de Montreal se produjeron otros hechos que marcarían en cierto modo a Louganis: por una parte un juez se le insinuó para acostarse con él, algo a lo que se negó el joven Greg. Por otra, prestó ayuda para que el saltador soviético Sergei Nemtsanov desertara. A la vuelta de su primera experiencia olímpica un jovencísimo Louganis se había convertido en un personaje popular y hasta deseable; “milagrosamente” desaparecieron los insultos hacia él.

Con una complexión física perfecta, fuerte y con capacidad por parecer fácil lo que hacía, Greg Louganis sufrió a lo largo de su carrera muchas lesiones y golpes. El más grave puede que sea el que ocurrió en 1979 en la plataforma de 10m en un encuentro Estados Unidos-Unión Soviética en Tiflis. Se golpeó la cabeza, se desmayó durante 20 minutos y tuvo alucinaciones al despertar. Dos semanas más tarde ganó el Mundial. Sin sufrirlo en sus propias carnes, sí le afectó mucho psicológicamente el salto que causó la muerte al saltador soviético Sergei Shalivashvili en los Juegos Universitarios de 1983, del que fue testigo. Greg se sintió culpable indirectamente, porque el soviético se había visto “obligado” a igualarle realizando un salto (triple y medio inverso) que por entonces sólo realizaba Louganis. Tras el suceso, se puso el vídeo con el salto del malogrado saltador una y otra vez para ver en qué había fallado y no repetir su error.

Pese a que gracias a sus éxitos deportivos su vida había cambiado, seguía padeciendo periodos depresivos y no cesaron sus intentos de suicidio. Entretanto, combinaba los entrenamientos con clases de danza e interpretación, otra de sus grandes vocaciones.

Los Juegos de Moscú 80 estaban destinados a ser los de su consagración. Se había preparado a conciencia pero, como es sabido, el boicot de su país le privó de lo que tenía que haber sido una competición exitosa para él. En su lugar, una enorme decepción. Y entonces, se agravó el rechazo hacia él de otros saltadores, la mayoría compañeros suyos, que llegaron a negarse a competir con él por su condición homosexual -aunque él no la confesaría hasta pasados muchos años-. Si pretendían hundirle en su rendimiento se equivocaban. Para entonces Louganis ya entrenaba con Ron O´Brian, persona clave en su carrera, quien le motivaba proponiéndole que superara récord tras récord (mayor número de títulos nacionales, mayor número de dieces, etc) que iba logrando uno tras otro.

Llegamos así a los que, por fin, esta vez sí que iban a ser los Juegos de su consagración: Los Ángeles 84. Era el favorito para los dos oros y los consiguió. Los 12.000 espectadores del estadio de natación gritaban el nombre de su ídolo local. Ante la presión, Greg se calmaba entre salto y salto escuchando la música de “Carros de fuego” y tocando a su oso de peluche Garvey que hacía las veces de amuleto. En la final de los 3m se olvidó al peluche en su habitación…y su entrenador tuvo que ir a por él. Finalmente ganó rompiendo el récord de los 700 puntos y con 92 más que el segundo clasificado. A ese oro le siguió el de la plataforma. Tras el reto conseguido pensó en retirarse, en lo más alto, porque además su condición de amateur le impedía ganar dinero. Entonces la federación de su país cambió el reglamento para permitirle participar en anuncios y patrocinios.

En ese momento comenzó una relación más que tóxica con el que se convertiría en su representante y pareja. Para ahorrar detalles escabrosos, sólo diremos que se trataba de una persona que le humillaba y vejaba, en público y en privado (llegando a la violación). Después de años de tiras y aflojas le acabó estafando una gran cantidad de dinero, aprovechándose de las ganancias que el saltador había generado fuera de sus competiciones y dejándole en la ruina.

En el aspecto deportivo se preparaba para los Juegos de Seúl 88. Pocos meses antes se enteró de que era seropositivo y de que su novio/representante tenía SIDA. Se planteó seriamente no acudir a los Juegos, pero había trabajado duramente durante años. Poco antes de acudir a la gran cita Louganis estaba siendo tratado con AZT, un medicamento muy tóxico que, entre otras cosas, no le dejaba dormir. No era ni de lejos la mejor situación para encarar una gran competición deportiva. No podía permitirse el lujo de dejar de entrenar; al contrario, no bajó el ritmo. Su entorno sufrió en esos días previos a los Juegos, incluso ya en la capital surcoreana, una situación que tampoco ayudaba: el yerno de su entrenador se acababa de suicidar y su madre, graventemente enferma, falleció estando ya en Seúl. Aun así, no quiso abandonar a Greg y ni siquiera le informó de los hechos. Y entonces, en las preliminares de la primera competición -trampolín de 3 metros- tuvo lugar el famoso “incidente”, por el que Greg, que iba en cabeza, se golpeó con el trampolín provocando una sangrante herida. Increíblemente, siguió en competición y consiguió clasificarse para la final, que acabaría ganando, así como la de la plataforma. Tras el golpe y antes de la final, su entrenador le obligó a repetir el salto fallido una y otra vez para que perdiera el miedo y no se alejara tanto del trampolín (lo que quita puntos). Aunque parezca mentira, el suceso le hizo librarse de parte de la presión, ya que de repente había dejado de ser el favorito. Casi sufrió más en la final de los 10m, con un testa a testa con el chino de 14 años Xiang Ni. Nunca había tenido a un rival tan pegado. Todo quedaba para el último salto, el que había “matado” a Shalivashvili. Tenía que hacerlo perfecto si quería ganar. Iba a ser el último salto de su carrera. Lo consiguió. Era el primer saltador masculino en ganar dos oros en dos Juegos consecutivos.

En 1993 creyó que había llegado el momento de su muerte. Su enfermedad avanzaba y él había perdido mucho peso. Sin embargo, se recuperó. Actualmente se ha convertido en un referente en la lucha contra el SIDA. Si era ya apreciado como deportista, siendo una leyenda y todo un ídolo de su deporte, ahora lo es también en el sentido social, como icono de una lucha a la que presta toda la ayuda posible, mediante charlas y participando en actos benéficos.

Greg Louganis ha ganado muchas competiciones y medallas destacabilísimas, pero paralelamente ha sufrido desprecios, insultos, ataques, engaños…Afortunadamente no afectaron a su carrera deportiva, quizá incluso le supusieron más fortaleza. El campeón en que se convirtió está hecho de toda esa amalgama de aspectos positivos y negativos.

Foto de Mike Powell/Allsport

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