LONDRES 2012: EL MAYOR ESCÁNDALO DEL BÁDMINTON OLÍMPICO
No faltan ejemplos en determinadas ediciones de los Juegos Olímpicos donde la intervención de los jueces ha resultado ser escandalosa (como en la final de parejas de patinaje artístico en los Juegos de Salt Lake City). Son varios los deportes cuyo resultado depende de la ponderación de una serie de jueces y, por tanto la objetividad, aunque cada vez trate de limitarse al máximo con nuevas reglamentaciones, es imposible. En otros casos -en los deportes de equipo, por ejemplo- las decisiones de los árbitros pueden ser erróneas y comprometer incluso el resultado final. En el caso que nos ocupa ahora la decisión primero del árbitro y después del comité de jueces correspondiente hizo justo lo contrario: tratar de impartir justicia tras la observación de un comportamiento cuanto menos sospechoso de, en este caso, las participantes. Simplemente fueron castigadas por jugar a perder. Ocurrió durante los Juegos de Londres 2012 y resultó ser uno de sus mayores escándalos.
En esa edición debutaba en el torneo de bádminton el sistema de liguilla de todos contra todos. Cuando ésta está a punto de terminar -generalmente en el último partido de la misma-, la supuesta intrascendencia del resultado puede perjudicar a terceros. Si un equipo está ya clasificado, haga lo que haga, puede jugar a perder para evitar según qué rivales en enfrentamientos posteriores. Eso ha ocurrido (y nos tememos que seguirá ocurriendo en el futuro) en infinidad de deportes y grandes campeonatos (recordemos el inefable “biscotto”, tantas veces aplicado que hasta se creó este término para referirnos a él). En la modalidad de dobles femeninas del caso que nos ocupa cuatro equipos lo pusieron en práctica…con desastrosos resultados para ellos, como veremos.
Lo peor es que empezaron “dando ejemplo” las mismísimas campeonas del mundo, las chinas Yang Yu y Wang Xiaoli. Perdieron contra sus rivales surcoreanas Jung Kyung-eun y Kim Ha-na por 14-21 y 11-21 de una forma tan flagrante que despertaron las sospechas del árbitro del encuentro, Torsten Berg. Entre ellas nunca hubo intercambios de más de cuatro volantes en todo el partido, algo insólito. Ni siquiera mostraron sutileza y su “pasotismo” fue captado ipso facto por el público del Wembley Arena, que las abucheó irritado por la falta de competitividad mostrada. Lo que pretendía la pareja china era evitar a sus compatriotas, las potentes Tian Qing y Zhao Yunlei -que habían acabado segundas en su grupo y también eran segundas en el ránking mundial-, en cuartos de final. Ése habría sido su destino de haber ganado el encuentro. Si lo perdían les esperaban unas rivales a priori mucho más asequibles. Los fallos ante la red de las chinas eran tan poco disimulados que, a petición de Berg, se inició una investigación.
Entretanto, y mientras se estudiaba qué hacer al respecto, otras jugadoras parecieron seguir su ejemplo y no quedarse atrás. Así, en el partido sucesivo que enfrentaba a las surcoreanas Ha Je y Kim Min-jung y las indosesias Meiliana Juahari y Polii Greysia, que cayeron derrotadas ante las primeras, también se vieron comportamientos sospechosos y fue investigado igualmente. Ambas parejas, así como las dos citadas anteriormente, ya estaban clasificadas para cuartos de final.
Las investigaciones dieron como resultado una decisión inesperada y ejemplarizante: todas descalificadas, las ocho. La Federación Internacional de bádminton dirimiría que “no dar el mejor esfuerzo para ganar y realizarlo de una manera que es claramente abusiva es perjudicial para el deporte”. No sólo la Federación o el público criticaron abiertamente lo realizado por las ocho jugadoras asiáticas, sino que el mismísimo Sebastian Coe, por entonces al frente del Comité Organizador de los Juegos, calificó como “inaceptable” y “deprimente” el comportamiento de las jugadoras, calificativos que compartió el COI. Incluso llegó a elevarse la voz de alguna que otra jugadora -ajena a ellas ocho, naturalmente- que afirmó que “las chinas suelen manipular los partidos para no cruzarse con sus compatriotas”. Así al menos se expresó la búlgara Alesia Zaitsave.
En su defensa, las jugadoras sancionaban alegaban descansar ante la dureza de los encuentros que les esperaban o que es imposible emplearse a fondo en todos los encuentros que disputan, al estar ya clasificadas. Lo curioso es que hasta en China se criticó tan contrario al espíritu olímpico comportamiento, iniciado por las número 1 del mundo, Yang y Wang. Su delegación realizó su propia investigación y el Comité Olímpico Chino emitió un comunicado oficial declarando “ser contrario a cualquier tipo de de comportamiento que viole el espíritu deportivo y la moral”. Eso por lo que respecta a las autoridades. Entre los usuarios de la red social china Sina Weibo se criticó duramente la falta de espíritu olímpico de sus compatriotas subrayando que “es fruto de una cultura donde la medalla de oro es todo”.
Conclusión: la competición de dobles femeninos de bádminton de Londres 2012 resultó adulterada de la manera contraria a la que pretendían una serie de jugadoras que jugaban al límite del reglamento, si no lo excedían. De poder acceder con mayor facilidad -siempre supuestamente- a la lucha por las medallas a ser expulsadas las mayores favoritas. El bádminton sufrió un varapalo tan grande como el de las propias jugadoras pero, por otra parte, por una vez las autoridades pertinentes demostraron querer aplicar con justicia el reglamento y no tolerar “chanchullos” contrarios al espíritu olímpico.