FINALES OLÍMPICAS CON POLÉMICA: SALTOS DE TRAMPOLÍN EN MOSCÚ 80 Y BOXEO EN ÁMSTERDAM 28
En el mismo momento en que la decisión de un juez o un árbitro deportivo puede incidir en el resultado final de una competición siempre habrá polémica. Si esto ocurre en una final olímpica con las medallas en juego el posible error arbitral pesa como una losa. Sobre dos casos polémicos en sendas finales olímpicas trataremos en este artículo.
La primera tuvo lugar en los Juegos de Moscú 80. El deporte: saltos de trampolín, categoría masculina. La prueba: trampolín de 3 metros. Varios saltadores pelean por diferentes colores de medallas. El local Aleksandr Portnov es uno de ellos. Antes de estos Juegos no había conseguido ninguna medalla destacable…pero competía en casa en un deporte donde los jueces puntúan y todo queda en sus manos. Llegados a la última manga Portnov realiza un pésimo salto. De haberlo calificado, habría bajado hasta el cuarto puesto y quedado, por tanto, fuera del podio. Pero el soviético alega que había sido distraído por el ruido del público y pide repetir el salto. Inconcebiblemente, le conceden el deseo. En su segunda tentativa para realizar su último salto sí que consigue una gran ejecución que le otorga la suficiente puntuación como para superar al mejicano Carlos Girón (plata) y al italiano Giorgio Cagnotto (bronce). La protesta del soviético había sido absurda pero más lo fue que le fuera admitida. Todos los saltadores actuaron bajo los mismos niveles de ruido y, es más, según manifestó Girón “a nosotros no nos afecta el ruido”. Según el subcampeón olímpico “Portnov vacilaba siempre en ese salto. Perdió altura, se abrió y cayó”. Las quejas oficiales de la delegación mejicana -y no solo- no prosperaron. Lo más controvertido del caso fue la presencia de un mejicano -Javier Ostos- que se abstuvo en la votación sobre la reclamación oficial. En aquella época Ostos buscaba la reelección como presidente de la Federación Internacional de natación y los votos de la potente Unión Soviética podrían venirle muy bien. Se concluye así uno más de los controvertidos episodios de la historia olímpica.
Otro podio con polémica tuvo lugar en la categoría de peso gallo en los lejanos Juegos de Ámsterdam 28. En este caso la controversia tuvo lugar en las semifinales y fue protagonizada por el sudafricano Harry Isaacs y el estadounidense John Daley. El primero fue declarado vencedor a los puntos en una de las decisiones más polémicas del boxeo olímpico (y eso que ha habido muchas de éstas) Pero la polémica no fue esa decisión sino lo que ocurrió justo después de la misma. Al ser declarado perdedor Daley, espectadores americanos saltaron sobre la mesa de los jueces. Crónicas de la época afirman no haber visto nunca nada igual; los altercados alcanzaron grandes proporciones. Como resultado se dio la vuelta a la decisión y Daley fue declarado ganador. Si el tumulto y la confusión ya eran grandes un juez contribuyó al caos: no se sabe si con buena fe o influido por las protestas del público, el caso es que declaró que había confundido a los dos contendientes durante el combate y, por tanto, se cambió su decisión. Todo ello en medio del desorden general y la intervención de la policía. Pese a apelaciones posteriores de los sudafricanos, se mantuvo el desenlace. Isaacs se tuvo que conformar finalmente con la medalla de bronce y Daley no ganó el oro, que se llevó el italiano Vittorio Tamagnini en una final en la que ocurrió algo semejante a lo acaecido en la semifinal, pero esta vez el damnificado fue Daley. ¿Justicia poética?