FERNANDO ECHÁVARRI, ORO EN VELA EN PEKÍN 2008: “NO CAMBIARÍA EL ORO OLÍMPICO POR GANAR UNA VUELTA AL MUNDO”
Fernando Echávarri estaba a punto de cumplir sus sextos Juegos Olímpicos en Tokio cuando, casi a mitad de la preparación, ha decidido frenarla y retirarse “por nuevos proyectos que me llegan. A la preparación olímpica hay que dedicarle el 100% del tiempo”. A nadie se le escapa que Echávarri seguirá vinculado a la vela, aunque no sea en categorías olímpicas. Durante años la ha compaginado con participaciones en regatas “profesionales”, como la vuelta al mundo o la Volvo Ocean Race. Lo más granado de la vela mundial, en definitiva. Aun destacando en ellas –por ejemplo, ganando una etapa de la vuelta al mundo siendo el patrón de una embarcación-, el cántabro afincado en Galicia (si es que un regatista puede afincarse en algún lugar terreno) nos afirmó categóricamente durante la entrevista que Historias de los Juegos mantuvo que él que “No cambiaría el oro olímpico por ganar una vuelta al mundo. El oro olímpico es único” . De paso nos contó las principales diferencias entre las grandes vueltas oceánicas y las clases olímpicas: “Son muy diferentes. En las grandes travesías los equipos son muy grandes. La vela olímpica es más intensa y emotiva. Para mí ésta es más especial”.
Han sido 25 años con la vida pendiente de las citas olímpicas. En ellas, ha vivido de todo, desde cambiar en varias ocasiones de clases porque desaparecían unas y aparecían otras hasta acudir a dos ediciones olímpicas como “sparring”: “Estábamos en los Juegos Olímpicos pero no siempre íbamos a ellos. En Atlanta y Sidney estaba como sparring, es decir, ayudaba a los primeros a prepararse para los Juegos. Entonces las normas olímpicas eran un poco diferentes”. Así, vivió de esta original forma su debut olímpico, sin competir pero viviendo la experiencia olímpica: “Mis primeros Juegos fueron un sueño, una experiencia por vivir. Ya el mero hecho de vivir en la villa, ver cómo se preparaban unos Juegos Olímpicos nos enseñó mucho para el futuro. Después, cuando llegamos a los primeros en que competimos, estábamos más preparados y en los segundos ya llegamos muy preparados, ya pensando más en intentar hacer una medalla”.
Fernando Echávarri habla en plural porque siempre ha competido acompañado, en su caso, de Antón Paz, con quien ha compartido desventuras y éxitos. Empezó en la clase Láser (ésta aún para un único tripulante) con la que acudió a Atlanta 96. Un año más tarde se pasó a la clase Tornado e invitó al citado Antón Paz que le acompañara en esta nueva aventura que tenía como destino final los Juegos de Sidney. Los comienzos fueron duros y la dupla hubo de ser financiada en parte por la familia de Echávarri. La clase Tornado se convirtió con el tiempo en la favorita de Echávarri: “Siempre me han gustado los barcos rápidos”, puntualiza.
Por fin llega su auténtico debut olímpico, en los Juegos de Atenas 2004: “Atenas fue nuestra primera experiencia real y tuvimos problemas como en todas las primeras experiencias”, nos cuenta el regatista. Especificamos nosotros el problema mayor: la variedad de los vientos y la geografía irregular de la costa complicaron mucho las condiciones, tan resolutivas en el deporte de la vela. El dúo español acabaría en octava posición. Pero el panorama cambió de medio a medio en la siguiente cita olímpica, logrando incluso el oro: “Llegábamos [a Pekín 2008] muy fuertes, veníamos de ganar dos Mundiales. Queríamos una medalla. El oro llegó porque fuimos muy preparados y el trabajo que se hizo fue muy bueno”, y añade: “Ganar el oro olímpico fue una experiencia única”. Un oro que dedicaron a las víctimas del gravísimo accidente aéreo de Spanair que se produjo en Madrid en las mismas fechas en que Echávarri y Paz conseguían la preciada medalla.
Más adelante un nuevo cambio de clase: le tocó el turno a la Star, esta vez acompañado de Fernando Rodríguez. El campeón olímpico nos confiesa que “La desaparición de clases olímpicas es un fastidio pero al mismo tiempo son retos nuevos. He tenido que cambiarme de clases en diversas ocasiones y, por tanto, nos hemos tenido que adaptar física y técnicamente. Ha sido muy intenso”. No fue el último cambio de clase olímpica. Le esperaba un gran reto de cara a los Juegos de Río: la clase Nacra 17, de nueva creación en un intento del COI de promocionar los deportes mixtos, cada vez más en auge, ya que consta de una tripulación compuesta por un hombre y una mujer. En este caso Fernando estaba acompañado de Tara Pacheco. El nivel de la pareja se demostró altísimo, pues se proclamaron subcampeones tanto de Europa como del mundo, aunque esos resultados no les acompañaron en Río 2016: “A Río llegamos verdaderamente preparados. Las cosas no salieron, era muy complicado. La nueva categoría en Río, mixta, me pareció muy interesante. La adaptación para esta nueva clase ha sido bastante diferente”.
Este campeón olímpico se ha inclinado siempre por su pasión hacia los Juegos Olímpicos, que define como “un compendio de muchas experiencias, mucha convivencia, mucho trabajo y una gran satisfacción”.
“He compaginado campañas olímpicas con vueltas al mundo, la verdad es que han sido 25 años de carrera muy intensos”, nos cuenta el oro olímpico. La intensidad y el sacrificio se demuestra simplemente con el siguiente dato: “Estuve muy tocado de la espalda tras la clase Láser por cargar con excesos de pesos que teníamos que llevar. En la preparación de Londres, por ejemplo, tuvimos que ganar más de 15 kilos y luego tuvimos que bajar mucho para la siguiente clase. Como también lo alternaba con la Volvo Ocean Race/vueltas al mundo, también tenía que realizar preparaciones físicas específicas para esas competiciones”. En efecto, las exigencias específicas de pesos en determinadas clases le obligaron a cargar con más peso del habitual mediante un chaleco, lo que le produjo una lesión lumbar. Los grandes campeones son ejemplos de grandes sacrificios, como tantos nos han demostrado. Echávarri es uno más.