DEPORTISTAS TRANS EN JUEGOS OLÍMPICOS: SU PASADO, PRESENTE Y FUTURO
La nueva normativa de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) que limita los niveles de testosterona en atletas femeninas en carreras de distancias entre 400m hasta la milla ha creado una polémica al ser afectada directamente la bicampeona olímpica de 800m Caster Semenya. El hiperandrogenismo y las atletas trans no son fenómenos nuevos, pero sí su regulación. A lo largo de la historia de los Juegos Olímpicos no ha participado nunca ninguna atleta abiertamente trans. Esta afirmación nos la da Joanna Harper, física clínica ex atleta y única mujer trans que trabaja en el COI. Desde hace cuatro años colabora en el Comité Olímpico Internacional dentro de un grupo que trata este tema específico. La misma Harper ha intervenido como testigo para la IAAF en el recurso que la atleta Semenya ha realizado contra la nueva norma.
Joanna Harper comprobó, a los nueve meses de iniciar su transición hormonal de hombre a mujer, que su velocidad en carrera había disminuido en un 12%, justo la diferencia que hay entre la categoría y femenina. Como científica se interesó en esta circunstancia para, con el tiempo, publicar el primer estudio que analizaba el rendimiento deportivo de las personas trans realizado en el mundo. Por ello se ganó el puesto de asesora del COI y ser además coautora de las directrices que el COI ha publicado en los últimos años.
“El COI me contacta cuando me necesitan para un asunto específico. En los últimos dos años he formado parte de un grupo que ha elaborado las regulaciones del COI realizadas en 2016 sobre los requisitos para deportistas transgénero y su reglamentación, relacionándonos con las Federaciones Internacionales, algo que ya está finalizado pero aún no se ha puesto totalmente en práctica. Esperamos que esto ocurra a lo largo de 2019. No es que tenga una responsabilidad u obligación específica, sino que trato las cuestiones según surgen. Según van ocurriendo las cuestiones mi grupo de trabajo resuelve los problemas”, nos comenta en Madrid con ocasión del I Congreso sobre Deporte y Diversidad. La doctora Harper insiste en que el COI sólo ofrece líneas de actuación y no reglas: “El COI tiene una serie de normas sobre los atletas transgénero que publicaron en 2016 pero quien de verdad controla quién compite en unos Juegos Olímpicos no es el COI, sino las Federaciones nacionales. Cada federación nacional elige quién ha de representar a su país, lo cual crea grandes diferencias entre los países. Existen países incluso en los que se considera honorable matar a personas transgénero y, por descontado, ningún deportista trans representará a esos países en unos Juegos Olímpicos. El COI no realiza controles sobre los atletas transgénero, sino que sólo ofrece una serie de normas. Son las federaciones nacionales las que realizan el auténtico control”, subraya.
¿Cómo trabaja el grupo del que forma parte Harper?: “Nosotros tomamos las decisiones. Somos un grupo de 20 a 25 personas, todas con educación y opiniones claras. Nos sentamos para trabajar en la creación de un consenso. No hay una sola persona que lleve la voz cantante y se haga siempre lo que esa persona diga. No siempre se siguen las propuestas que realizo”. No todo está claro en este tema. Coexisten muchas opiniones diferentes, en muchos casos encontradas. Más peso en este caso no lo tiene el COI, como nos insiste Joanna Harper, sino las federaciones: “Entre el COI y las Federaciones Internacionales hay desacuerdos significativos. Por ejemplo, la Federación Internacional de Voleibol quiere crear un reglamento específico, cosa que aún no han hecho. Hay una jugadora brasileña de élite a la que no dejarán jugar a nivel internacional. Esta Federación no ha cooperado sobre el tema, pero el nivel de cooperación entre el COI y las Federaciones Internacionales varía según qué deporte”. Menciona Harper el caso del voleibol. En efecto, la brasileña Tiffany Abreu lucha por convertirse en deportista olímpica, la primera abiertamente trans. No es la única, pues en el mismo caso está la haltera neozelandesa Laurel Hubbard. Ambas aspiran ser olímpicas en Tokio 2020. “Hasta el momento no ha participado en ningunos Juegos Olímpicos una persona abiertamente transgénero. Al no haber habido, no ha habido ocasión de que se creara una controversia sobre algún atleta trans participando en unos Juegos. El COI permitió por primera vez la participación de atletas trans en los Juegos de Atenas 2004, pero no ha habido hasta ahora. Es posible que este panorama cambie en los Juegos de Tokio. Entonces veremos qué es lo que sucede”. El dato no es del todo preciso, pues en ediciones ya pretéritas se han dado casos de participantes que lo hicieron como mujeres y sólo muchos años más tarde se descubrió que eran hombres. Recordemos el caso de la polaca Stanisława Walasiewicz o el caso de Dora Ratjen, que le “birló” el puesto a la atleta Gretel Bergmann sólo por ser ésta judía, siendo sustituida por un hombre camuflado de mujer en los Juegos de Berlín 36.
Muy distinto es el caso de las atletas nacidas mujeres que han ido perdiendo su condición femenina mediante la toma de sustancias dopantes, en algunos casos a espaldas de su propio conocimiento, como el triste caso de la alemana del Este Heidi Krieger que acabó convirtiéndose en hombre (Andreas Krieger) tras el abuso de hormonas. No es este el caso de Caster Semenya, nacida mujer con hiperandrogenismo. A este respecto, las directrices del COI establecen que los deportistas transgénero no están excluidos de la competición pero sí se establece que los hombres que se convierten en mujeres han de cumplir una serie de requisitos, a saber: no cambiar de sexo en los siguientes cuatro años (para evitar que el cambio de género se haya producido para lograr unos éxitos deportivos); demostrar que su nivel de testosterona esté por debajo de 10 nanomoles por litro en un periodo de al menos 12 meses antes de su competición y durante todo el periodo competitivo de la atleta. De no cumplirlo, se permitirá su participación en la competición masculina. No obstante, según la doctora Harper el límite de 10 nanomoles es claramente excesivo, ya que se suele bajar a 2 nanolones tras haberse sometido a un tratamiento de cambio de sexo y el 95% de las mujeres tienen un nivel de menos de 1.7
La polémica está servida y seguirá para los defensores de las atletas que no se han dopado pero superan los límites de forma natural y los partidarios de la igualdad en el deporte y no dar ventaja sobre sus rivales a aquellas atletas que tengan niveles que los igualen a los hombres. En cuanto a los deportistas operados en cambio de sexo, Joanna Harper nos anuncia novedades para dentro de poco tiempo: “En noviembre de 2019 tendremos una reunión en el COI para discutir profundamente sobre este asunto y será entonces cuando hagamos una serie de declaraciones. El COI es consciente de que existen al menos dos deportistas afectadas por el tema: la jugadora brasileña de voleibol y una deportista neozelandesa. A día de hoy no tienen permitido competir pero hay un 50% de posibilidades de que cambie su situación y se les permita competir”. ¿Veremos competir en Tokio 2020 u otras ediciones olímpicas a deportistas trans? Sólo el tiempo lo dirá.