PHILIP NOEL-BAKER: EL MEDALLISTA OLÍMPICO GANADOR DEL PREMIO NOBEL DE LA PAZ
Philip Noel-Baker fue una figura de lo más peculiar en el mundo del olimpismo cuya sombra se extendió por campos supuestamente tan alejados del deporte como la política y la diplomacia hasta convertirse en el único caso de medallista olímpico ganador de un galardón posiblemente más prestigioso: el Premio Nobel de la Paz.
Peculiar lo es incluso desde su nombre, pues Philip Baker adoptó el apellido de su mujer -Irene Noel-, que antepuso al suyo propio. Y eso que estamos hablando de una persona nacida en 1889, todo un adelantado a su tiempo. Noel-Baker fue el sexto de siete hijos de un cuáquero canadiense que se trasladó por trabajo a Gran Bretaña. Philip recibió una educación exquisita en prestigiosas universidades, llegando a convertirse en presidente del Club Atlético de la Universidad de Cambridge de 1910 a 1912. Se gradúa con honores y recibe premios por sus conocimientos en leyes internacionales pero los Juegos Olímpicos pasan a un primer término en su vida pues se aproximan los de Estocolomo de 1912, primera de las ocasiones en las que el joven Philip tiene ocasión de participar en unos Juegos. Lo hace en la prueba atlética de los 1.500 m. donde es finalista pero sólo alcanza el sexto puesto. Tendría tiempo de resarcirse años más tarde, pero para ello ha de esperar a que se restablezcan los Juegos Olímpicos, interrumpidos por la Primera Guerra Mundial.
No se queda parado Philip Baker durante el conflicto armado. En él, además de conocer a la enfermera Irene Noel, que se convertiría en su esposa, organiza un servicio de ambulancias que operó en el frente francés durante dos años, para pasar a partir de 1916 a ayudar en otro servicio de ambulancias, esta vez en Italia, ya que Baker no combatió en el frente al ser objetor de conciencia. Sus labores ayudando médicamente a los soldados le valieron medallas militares tanto de su país como por parte de las autoridades de Francia e Italia.
Finalizada la guerra se retoman los Juegos Olímpicos y Noel-Baker no pierde la ocasión de luchar, esta vez sí, por una medalla. La edición tiene lugar en Amberes en 1920. El mediofondista tiene, además, el honor de ser el abanderado de su país y figura asimismo con capitán del equipo de atletismo. Su labor en la carrera de los 1.500m debía en principio ser la de apoyar a su compatriota Albert Hill, quien había vencido en la de los 800m. Así hace pero, de paso, Noel-Baker acompaña a su compañero en el podio ocupando el segundo escalón.
Poco antes había comenzado su extensa y fructífera carrera como diplomático. Su primera y destacada labor sería en 1919 siendo uno de los creadores de la Liga de Naciones, formando parte de la Secretaría y sirviendo de ayudante del Secretario Robert Cecil. El atleta lo compaginó con sus estudios y, ya en la década de los 20, inicia su andadura en el Partido Laborista. Sería farragoso detallar aquí todos sus cargos políticos, así como académicos, pero nos centraremos en lo que le llevaría a hacerse merecedor del Premio Nobel de la Paz. ¿Cómo un atleta consigue tan “inaccesible” galardón? Ya hemos podido anticipar algunos de los méritos de este británico con su labor durante la I Guerra Mundial. En los años 30 es el ayudante de Arthur Henderson cuando éste ejercía de presidente de la Conferencia Mundial de Desarme que tuvo lugar en Ginebra. En el siguiente gran conflicto mundial, la II Guerra Mundial, su trabajo es aún más trascendente en ese sentido. Para empezar, habló en el Parlamento británico contra el bombardeo aéreo a ciudades alemanas por razones morales.
Paralelamente Philip Noel-Baker no abandona su carrera como atleta. Participó en los Juegos de París 24, aunque una lesión le impide ser finalista en “su” prueba, la de los 1.500m. Su siguiente relación con unos Juegos Olímpicos sería en la organización de los celebrados en Londres en 1948, los primeros tras la Gran Guerra. Llevaba ya años ocupando diversos cargos políticos y su persona fue una lógica y excelente elección para estar al mando de la organización, desde su puesto en su caso de ministro responsable de los Juegos de Londres 48. Aún le quedaría otra edición olímpica en la que, en cierta manera, participaría: sería en los Juegos de Helsinki 52 donde actuaría al frente de la delegación británica.
Volvamos a las labores que le hicieron merecedor del Premio Nobel de la Paz. Noel-Baker se había convertido en los años posteriores a la II Guerra Mundial en un abogado del desarme nuclear multilateral. No hay que despreciar tampoco su participación en la creación de la Sociedad de Naciones. De entre todos los delegados, él es el que lidera el grupo que delinea las restricciones y obligaciones de los miembros de las Naciones Unidas. Poco antes de recibir el Nobel había escrito “La carrera de armamentos: un programa para el desarmen mundial”. 20 años más tarde, esto es, en 1979 cofundó la Campaña por el Desarme Mundial. No abandonó el activismo antinuclear hasta prácticamente su muerte. Hombre meritorio sobre el tartán y en los despachos abogando por el desarme mundial.
Un comentario
rinconolimpico
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