LAS HEROÍNAS DEL CURLING EN PYEONGCHANG Y SU TRISTE REALIDAD
Una montaña rusa es lo que han vivido en los últimos meses las componentes del equipo femenino de curling de Corea del Sur, sorprendentes subcampeonas olímpicas en los Juegos Olímpicos disputados en casa, en la localidad de Pyeongchang. El curling era un deporte totalmente desconocido en su país, pero un viaje de dos semanas a Canadá de un profesor de educación física surcoreano haría cambiar el panorama del curling en el país asiático. Ese fue el comienzo del autodenominado Team Kim, ya que todas sus componentes se apellidan así. Sin embargo, el mundo decidió llamarlas el Garlic Girls (chicas del ajo) ya que todas proceden de Uiseong, una muy poco poblada zona del país famosa por la producción de ajo. Las jugadoras tienen a su vez motes propios según sus preferencias culinarias en el desayuno, así tenemos a “Pancake”, “Annie” (una marca de yogur), “Sunny” (un tipo de huevos), “Steak” y “Chocho” (un tipo de galleta).
Estas cinco jugadoras hicieron historia en su propio país y, a consecuencia de su inesperado éxito subiendo al segundo cajón del podio olímpico en Pyeongchang, despertaron la pasión por el curling en general y por su equipo en particular en el mundo entero y, de forma desatada, en Corea del Sur. Las cinco modestas Kim de pronto se vieron acosadas por la prensa y por los numerosísimos fans que se crearon en la mágica quincena de febrero de 2018. Cuando el público las encontraba por la calle les gritaban “¡Young-mi!, el particular chillido de la skip del equipo a sus barredoras. De repente, se habían convertido en heroínas nacionales a la altura de las estrellas de los grupos musicales de K-pop, típicos de su país. Se popularizaron, además, infinidad de memes protagonizados por ellas; se publicaron pósters con sus rostros; anunciaron aspiradores, escobas y robots de limpieza. En fin, las “chicas de campo” eran ya oficialmente, las nuevas “reinas de la popularidad” de Corea del Sur.
Hasta aquí, la ascensión de la montaña rusa. Cuando no se había cumplido ni un año de su momento de gloria olímpica se destapó la trastienda del equipo. El Team Kim dio a conocer la realidad de su día a día: sufrían abusos verbales y psicológicos de su entorno técnico. Las jugadoras enviaron una carta al Comité Olímpico de su país denunciando la situación “que había llegado a un punto insostenible”. Las curlers habían sufrido un excesivo control sobre sus vidas privadas por parte de su entrenadora y el vicepresidente de la Federación, padre de la anterior. Éstos les daban órdenes nada razonables, llegando a “violar los derechos humanos de las atletas”, añadieron éstas. Padre e hija infligieron abusos sobre las cinco jugadoras, algo que llegó a reconocer el vicepresidente -que no es otro que aquel profesor de educación física que llevó el curling a su país desde Canadá-, por lo que pidió disculpas públicas. Intentó minimizar el asunto maquillándolo con “uso de términos desafortunados” sobre las jugadoras. De todas formas, y aunque llegó a dimitir, nunca reconoció otra acusación de las “Garlic Girls”: la de arrebatarles los premios en metálico ganados por ellas. La polémica adquirió una dimensión tal que entró el Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo surcoreano realizando una investigación. Más acusaciones surgieron: la entrenadora habría querido entrar también como jugadora en el equipo olímpico, desplazando a una de las componentes. También salió a la luz que la presión fue aún mayor sobre la capitana tras anunciar ésta su intención de formar una familia. Se la separó del resto de jugadoras tratando de minimizar su rol en el equipo e incluso la impedían entrenarse.
En definitiva, el popularísimo grupo, admirado por millones de compatriotas y de aficionados de todo el mundo, vivía una realidad rutinaria lejos de lo que podía esperarse. No todo relucía en su mundo de éxito. Esta es la triste realidad de unas subcampeonas olímpicas heroínas del curling.