MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 53: EL INESPERADO ORO LOCAL DE FANÍ JALKIÁ EN ATENAS 2004 EN LOS 400 VALLAS
Los espectadores griegos no se esperaban una avalancha de medallas locales en sus Juegos de Atenas 2004, pero sí daban por hecho que les harían felices los podios “seguros” de sus atletas estrella Kostas Kenteris y Ekaterini Thanou. Su escándalo por dopaje es otra historia –de hecho, de las más rocambolescas que han dado los Juegos Olímpicos-, así que su obligada ausencia no solo fue una decepción para el público local, sino que aumentó la presión de los deportistas helenos, cada vez más obligados a obtener medallas.
Curiosamente, en medio de la presión, la medalla en atletismo llegó donde menos se esperaba y de alguien con la que no se contaba; quizás por eso mismo, liberada de responsabilidad alguna, consiguió no solo medalla, sino la de oro Faní Jalkiá. La atleta nacida en la localidad griega de Larissa contaba con 25 años por aquel entonces. El año de los Juegos celebrados en Atenas era aún una desconocida fuera de su país. Ostentaba el récord nacional –logrado un año antes-, que suponía tan solo la 50ª marca a nivel mundial ese año. Pocos meses antes de los Juegos, eso sí, realizó algunas marcas interesantes en diversas competiciones. Aun así, no la convertían ni de lejos en una de las favoritas para subir al podio olímpico.
Comienzan los Juegos y la progresión de Jalkiá va en aumento. Desde la primera batería bate su marca personal, pero más asombró su marca de las semifinales, donde logró establecer un nuevo récord olímpico. El panorama de favoritas iba cambiando hacia la final.
En la final la atleta local se presentaba con la mejor marca, el citado récord olímpico (y 5ª mejor marca mundial de la historia). La seguían la rumana Ionela Târlea-Manolache, seguida de la ucraniana Tatiana Tereshchuk, la estadounidense Sheena Johnson y la australiana Jana Pittman. Las cuatro últimas excepto Tereshchuk habían sido durante toda la temporada las consideradas favoritas para el trono olímpico junto a la rusa Yuliya Pechonkina –también presente en la final-, detentora del récord mundial. La rumana se había proclamado dos veces campeona europea, mientras que la australiana había logrado el cetro mundial en 1999. Supuestamente los tres puestos del podio deberían disputárselo entre ellas cuatro. Pero todo lo previsto resultó erróneo y la carrera de 400 metros vallas femenina podríamos afirmar que dio el “campanazo” en cuanto al atletismo de esa edición olímpica se refiere.
Al inicio de la carrera que da una vuelta completa a la pista de atletismo la rusa Pechonkina se pone en cabeza, casi tomando la medida de su rival más cercana. Es en la segunda curva cuando la local Jalkiá, con la bandera griega dibujada en su brazo, avanza disminuyendo la distancia con las primeras. También en la cabeza estaba situada desde casi el comienzo de la carrera la australiana Pittman. Parecía que Pechonkina y Pittman iban a disputarse el oro, cuando se llevaba la mitad de la carrera. Saliendo de la curva queda poco más de cien metros para el final de la carrera. Es entonces cuando despierta la ucraniana Tereshchuk, que iba por la calle 1. En la salida de la antepenúltima valla ya lideraba la carrera la griega, agrandando su distancia en el siguiente obstáculo. Cuando se disponía a saltar la última valla le seguía la corredora de la calle 1. Un esfuerzo final de la rumana Târlea hace que consiga subirse al segundo cajón del podio, superando in extremis a Tereshchuk. La líder inicial, Pechonkina, realiza un desastroso final en liso, quedando muy retrasada ya en las últimas vallas. Pittman, con opciones hasta la penúltima valla, donde iba aún con claras posibilidades de medalla, es superada por las corredoras europeas de las primeras calles. Podio europeo pues y, sobre todo, sorpresa mayúscula en lo más alto del mismo, con una atleta con la que no se contaba hasta las mismas semifinales olímpicas.
Acabada la prueba y en medio del delirio local, Faní Jalkiá quiso decirle al mundo, mediante una entrevista en la zona mixta, que Grecia era capaz de llegar a lo más alto, tras el bochorno provocado por sus máximos atletas Kenteris y Thanou.
Pero Jalkiá no debería haber hablado demasiado alto y proclamado las bondades del atletismo heleno, puesto que años más tarde fue incluso expulsada de otros Juegos Olímpicos, los de Pekín. Ya su victoria en Atenas había despertado dudas por la tremenda evolución en las marcas de la atleta griega justo a tiempo de los Juegos en su país. Más dudas provocó aún que no participara en ninguna competición durante todo el año postolímpico sin motivo aparente. Pero lo peor llegó en Pekín 2008, donde dio positivo por esteroides, justamente el mismo tipo que había sido detectado también en otros deportistas griegos de tres deportes diversos (natación, atletismo y halterofilia) hasta el punto de haber sido descalificados hasta 15 deportistas griegos que iban a competir en Pekín.
Lo sucedido en Pekín deja un poco en duda el resultado de la final de Atenas. Nunca se desposeyó de su oro a Jalkiá y el público griego pudo vivir una noche mágica doblemente: por la victoria y por lo inesperado de la misma.