DAVID KATOATAU: EL OLÍMPICO QUE LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO
Es muy probable que no les suene el nombre de Kiribati, salvo que sean unos locos del olimpismo y se vean completo el desfile inaugural de los Juegos Olímpicos. Si es así, algo les sonará el nombre. Se trata de una nación, aunque minúscula. Está formada por 33 islas y atolones coralinos que forman parte de Micronesia. Es, pues, un estado perteneciente a Oceanía. Aunque su naturaleza la convierte en un paraíso, tiene un bajísimo nivel de vida. Es decir, cuenta con pocos recursos –a todas luces insuficientes- para poder combatir su mayor problema: su baja altitud le hace correr serio peligro de desaparición por inundaciones debidas al calentamiento global. ¿Qué por qué hablamos de Kiribati en un artículo olímpico? Pues porque su deportista –olímpico- más destacado nos ha querido llamar la atención sobre el principal problema de su país y lo ha hecho desde su participación en Juegos Olímpicos.
David Katoatau es haltera y ha participado ya en tres ediciones olímpicas. Si en las primeras -las de Pekín 2008- lo hizo tras recibir una invitación (por pertenecer a un continente con escasa participación olímpica), se convirtió en un héroe nacional en los Juegos de Londres 2012 al ganarse el derecho a participar en ellos sin necesidad de invitación. Con ello se convertía en el primer deportista de Kiribati en clasificarse por méritos propios a unos Juegos. En Londres quedó en el puesto 17º y repitió como abanderado en la ceremonia de inauguración. En el siguiente ciclo olímpico fue mejorando en su prestación, llegando a ganar el oro en los Juegos de la Commonwealth disputados en Glasgow en 2014 en su categoría. Así que a los Juegos de Río acudió con más garantías, aunque se quedó al borde de la medalla olímpica, obteniendo un sexto puesto final en su grupo. Pero David Katoatau se llevó de Río más aplausos que incluso los halteras locales por algo que comentaremos más adelante. Algo que ya había realizado en su desfile durante la inauguración donde, una vez más, fue el abanderado de su país.
Pero lo más destacado en Katoatau no son sus resultados, de por sí meritorios teniendo en cuenta los escasísismos medios con los que entrena. En su país no hay gimnasios, así que David levanta pesas al lado del mar. Para no quemarse al cogerlas, por el sol, tiene que entrenar a las 6 de la mañana. Tuvo que trasladarse a Nueva Caledonia para entrenar, aunque tampoco es que allí las condiciones sean mucho mejores. Pero David es una persona positiva, que nunca pierde la sonrisa. Sigue compitiendo y lo hace a buen nivel y, lo que es mejor, gracias a que sigue compitiendo en grandes eventos internacionales con gran visibilidad aprovecha la misma para situar a su desconocido país en el mapa. Y no lo hace con intereses económicos o para atraer más turistas. Lo hace por la propia supervivencia de su país.
Él mismo ha sufrido en sus carnes los efectos del cambio climático. Con el dinero ganado por la medalla de oro en los Juegos de la Commonwealth construyó una casa a sus padres, ya que la anterior había desaparecido por el efecto de un tifón. Lo malo es que la nueva está cerca de la costa, lo que da pocas esperanzas de futuro. Y su propia casa fue también destruida por las olas pocos meses después de ser construida. Los científicos predicen efectos devastadores en al menos 21 islas de Kiribati. El nivel del agua aumenta y toda la superficie de las islas, no solo las playas, está a escasísimo nivel del mar. La sombra de su desaparición por inundaciones está siempre ahí.
Katoatau ha llamado la atención de la gente –y lo ha conseguido, si no mismamente no se habría escrito este artículo- realizando una particular danza, que sobre todo salió en los medios a raíz de los Juegos de Río, aunque en realidad ya había realizado en otras competiciones internacionales previas. El haltera ha “usado” el espectáculo que realiza para que, al menos, el resto del mundo nos enteremos no solo de que existe Kiribati, sino del peligro de desaparición que tiene. También es una llamada para la ayuda internacional ya que, como dice el propio Katoatau “no tenemos recursos propios para salvarnos nosotros mismos”. El baile tras sus levantamientos, conseguidos éstos o no, también lo realizó durante el desfile inaugural de Río 2016. Allí daba vueltas y más vueltas bandera en mano. Con ello consiguió atraer la atención de cámaras, prensa y espectadores.
Paralelamente el olímpico escribió una carta abierta a todo el mundo describiendo la tristeza e impotencia que le causa la situación que padece su país. Como deportista de élite representante de su nación y con visibilidad al participar en grandes eventos deportivos Katoatau siente su responsabilidad para llamar la atención del mundo. No es de extrañar, por tanto, que el atleta haya sido nombrado recientemente embajador del cambio climático por los Comités Olímpicos Nacionales de Oceanía pues, por desgracia, el problema no afecta sólo a Kiribati, sino a un buen puñado de islas en el Pacífico. Para hacernos una idea de la gravedad del asunto sólo un dato: Kiribati compró por valor de siete millones de dólares tierras en las islas Fidji para asegurarse tener un potencial refugio para la población, así como tierras cultivables para obtener productos.
David Katoatau se ha convertido, gracias a su conciencia social, en un abanderado –nunca mejor dicho- de una causa noble que pretende remover las conciencias de todos los habitantes de la Tierra y solidarizarnos con los problemas de habitantes lejanos que padecen cuestiones causadas por nosotros mismos. No hace falta ganar medallas olímpicas para que un deportista se gane el respeto de todos nosotros.