NA LI, LA REVOLUCIONARIA DEL TENIS EN CHINA
Habrá gente que incluso se sorprenda de saber que Na Li ha sido, sin duda, una de las deportistas de élite más influyentes del orbe. Cuando empezó a practicar tenis –tras pasar por el bádminton, infinitamente más popular en su país, China- este deporte de la raqueta era prácticamente inexistente en su nación, potencia en muchos otros deportes olímpicos. Quizá la tardía inclusión (en realidad, regreso) del tenis en los Juegos Olímpicos no lo hizo lo suficientemente atractivo al coloso chino como para que su estado invirtiera en él. Ya se sabe que el deporte en China se mueve desde el Estado, aunque precisamente sería Na Li la que hiciera cambiar, en parte, el mismo sistema. Sería esta tenista china la que lo removió y no solo eso, pues subió increíblemente las cifras de practicantes del tenis en su país, de ahí que hablemos de su influencia, pues China, con su estratosférica población, no es como para despreciar cuando se pone en serio a practicar un deporte.
Na Li fue mejorando en este deporte tanto que se convirtió en la primera tenista asiática en ganar un Grand Slam y lo hizo no una, sino dos veces (el de Roland Garros de 2011 y el Open de Australia de 2014). También subió tanto en el ránking WTA que se colocó a un escalón del número uno y, cuando decidió retirarse por múltiples lesiones, aún se mantenía en el Top 10. Eso sí, su paso por los Juegos Olímpicos, que es lo que nos importa aquí, fue mucho más discreto, pues en los de Sidney no pasó de primera ronda, en Atenas no llegó a participar, en Pekín, en casa, consiguió su mejor puesto aunque resultó ser la siempre despreciada “medalla de chocolate” (=cuarto puesto) para finalizar su periplo olímpico en Londres 2012 en el que repitió su papel de Sidney.
Pero Na Li destaca más que por sus resultados deportivos por haber plantado cara a todo un cerrado sistema estatal chino. El gobierno chino se llevaba el 65% de sus ganancias e imponía su entrenador. Eso pasaba con ella y, naturalmente, con el resto de sus compañeros. La tenista se rebeló y venció en la batalla burocrática. Fue criticada, eso sí, por pedir públicamente separarse de un sistema fiscal que le asfixiaba, así como en las decisiones meramente deportivas. La lucha contra el sistema fue dura, pero la ganó, teniendo finalmente que ceder sólo el 12% de sus ganancias. Además, con ello arrastró al resto de sus compañeras, pues la medida se aplicó no únicamente a ella. Fue, por ello, una pionera. Al grupo de tenistas beneficiadas gracias al coraje de Li (en realidad, solo las cuatro mejores chinas del circuito) se le llamó “Vuela sola” y eso es lo que hizo Li, con indudables éxitos. Tantos, que a la “subversiva” Li le llegaron a ofrecer un puesto importante en la política de su país. Parecía que la portadora de problemas se había convertido justamente en la abanderada de, si no el deporte chino en general, sí el del tenis de aquel país. Había que aprovechar su creciente fama, recién ganados sus mayores trofeos del Grand Slam. Pero Na Li no pasó por el aro. La burocracia no iba con ella, una vez que había conseguido vencerla.
Antes de retirarse debido a las lesiones –aunque lo hizo ya a una relativamente avanzada edad, 32 años-, a Na Li aún le quedó pasar por un mal trago. Al vencer en el Open de Australia su país la premió con 130.000 dólares. Dinero que ella no quería por no tener que “devolver favores” al gobierno. Pero éste digamos que le tendió una trampa: la esperaron en su llegada al aeropuerto y, convenientemente, le hicieron entrega del dinero con sus respectivas fotos para dejar constancia del acto.
Ahora que Na Li -a quien la siguiente generación de tenistas chinos reconocen como un ejemplo a seguir y a la que deben el modelo actual, más beneficioso con los deportistas de élite-, se ha retirado, no ha parado de seguir siendo emprendedora y un modelo para otros deportistas retirados: tiene su propia escuela de tenis, línea propia de ropa deportiva, reality televisivo, hasta película sobre su persona…Incluso ha creado una especie de parque temático con hotel, spa y restaurante incluidos que denomina “Li Na Land”. Ahora sus ingresos anuales superan a los que tenía cuando era tenista profesional y se encontraba entre las mejor pagadas entonces, pero hay una cifra que es posible que le guste más a la tenista: después de ella o, mejor dicho, gracias a ella, el número de practicantes de tenis en su país se multiplicó por quince, suficiente como para, revoluciones fiscales aparte, convertirla en una destacadísima deportista con una gigantesca influencia, tan grande como la de su propio país.