LIS HARTEL, LA PRIMERA MUJER QUE GANÓ A HOMBRES INCLUSO AFECTADA POR LA POLIO
La siguiente historia es una historia de superación y de coraje. De esas que demuestran de qué pasta están hechos los grandes campeones. Lis Hartel, una danesa nacida en el lejano 1921, se subió al podio olímpico en dos ocasiones y, lo que es mejor, demostró al mundo que una mujer podía vencer a hombres en un mundo copado por ellos y que, para más inri, una paralítica podía vencer a cualquiera.
Lis Hartel se había convertido en amante de los caballos desde pequeña, cuando su madre la entrenaba hasta que sus capacidades demostraron ser tan grandes que necesitó ser entrenada por un profesional. De entre todas las especialidades ecuestres prefirió la de doma, aún no olímpica cuando ella empezó. Ya había alcanzado un gran nivel en pruebas internacionales cuando, con 23 años y estando embarazada, sufrió una poliomelitis aguda. La polio se extendió por los países nórdicos en el periodo de entreguerras y a Lis le tocó padecer su versión más aguda. Debido a ella se le paralizaron las piernas desde las rodillas y también le afectó a los brazos y piernas. Afortunadamente, dio a luz a una niña sana pero parecía que su prometedora carrera como amazona había llegado a su fin. En absoluto. Rendirse no estaba en los planes de Hartel. Con la ayuda de los suyos, Lis fue recuperando poco a poco movilidad –básicamente en las extremidades superiores-, aunque ello le costara más de una caída del caballo al no poder controlar sus músculos.
Lis luchó no solo contra la enfermedad sino que también tuvo que hacerlo contra el reglamento. Cuando la doma entró en el programa olímpico todas las pruebas hípicas estaban cerradas no solo a las mujeres, sino a los hombres que no fueran oficiales militares. Por ello Lis Hartel no pudo ser olímpica en los Juegos de Londres 48. La prohibición duró hasta los Juegos de Helsinki 52. Con 31 años, Hartel tomó parte en ellos, logrando la plata. Con ese logro había pasado ya, de entrada, a la historia del deporte, pues se trataba de la primera medalla de un deporte individual ganada por una mujer en competición directa con los hombres (Como se sabe, desde entonces hombres y mujeres participan juntos en las mismas pruebas ecuestres en JJ.OO. y resto de competiciones). El hecho de que lo hiciera muy mermada físicamente aumenta, sin duda, su mérito. De hecho, Lis tenía que ser ayudada para subir y bajar de su caballo Jubileé, pero se negó a mantenerse en el podio sentada durante la premiación. Lis consiguió mantenerse de pie en el mismo.
El éxito olímpico se repetiría cuatro años más tarde con una nueva medalla de plata. Correspondía a los Juegos de Melbourne 56, aunque las pruebas hípicas hubieron de desarrollarse en Estocolmo por la prohibición de entrada de caballos en Australia debido a una enfermedad equina. Con todo, la propia Hartel se sintió en vida más orgullosa de otras labores benéficas, más que de sus éxitos deportivos. Estas se centraban en dos campos interrelacionados entre sí: una fundación –en Holanda- sobre el poder terapéutico de los caballos (equinoterapia se denomina esta rama) y la lucha por mejorar la calidad de vida de los enfermos de poliomelitis, gracias en gran parte a la ayuda de los caballos. Sin duda Lis Hartel merece un lugar de honor en la historia olímpica por partida doble e incluso triple por el espíritu olímpico que desarrolló para la mejora de los enfermos, una vez retirada.