ALDO MONTANO: “CONVERTIRME EN CAMPEÓN OLÍMPICO EN ATENAS CONLLEVÓ MUCHA RESPONSABILIDAD EL RESTO DE MI CARRERA”
Hoy toca hablar de y con un ejemplo de constancia en la alta competición. Tras un comienzo explosivo ganando por sorpresa el oro olímpico en Atenas con solo 25 años (pocos para su deporte, la esgrima) sigue manteniéndose en la élite a sus 39 años…y piensa llegar a Tokio 2020, al menos se prepara para ello, con una motivación especial que nos contó en esta entrevista exclusiva para Historias de los Juegos. Pero comencemos por el principio: sus antecedentes familiares de los que ya escribimos y que Aldo Montano, el tirador italiano que nos ocupa, nos habló con cariño: “Mi abuelo empezó con dos medallas olímpicas en Berlín 36 y Londres 48. Después transmitió esa pasión a su hijo, que es mi padre, y a varios primos de éste, de tal modo que en los Juegos del 72, 76 y 80 coincidieron cuatro primos medallistas olímpicos, creo (hace las cuentas de los primos). Desde el 80 tuvieron que pasar algunos añitos hasta que en el 2004 llegara otro Montano, que soy yo”. Puede que todo venga de la pasión por la esgrima que ha creado en Livorno, su ciudad natal, su club: “un club muy fuerte donde la tradición por la esgrima es muy importante, un club que tiene ya 150 años. Durante estos años siempre ha creado campeones y ha alimentado el deseo de desarrollarse. Pasan los años pero el nivel es siempre alto. Yo he seguido adelante con esta tradición porque me he enamorado de la esgrima desde pequeño”.
Y así, Aldo Montano llegó a los Juegos de Atenas 2004 “joven, en mi primera experiencia olímpica, los pensamientos eran ligeros, no sentía responsabilidad, así que llegó la competición perfecta: el momento justo en el lugar justo a la edad justa”. Y añade: “Siempre tuve la esperanza de ganar ese oro [en la competición individual], pero la realidad estaba bastante alejada de poder ganarlo”. Esa edición de los Juegos y su correspondiente oro se convirtieron de esta manera en “el recuerdo más bonito que tengo de este deporte. Llegar a una Olimpiada es un sueño. Participar ya es maravilloso; tener el sueño de poder incluso ganarla es algo ya inmenso. Además, ganar el primer oro en sable masculino italiano desde 1920, alguien de mi misma ciudad, Livorno, es un dato que ha dado aún más importancia al hecho en sí”.
Pero ese oro olímpico en los inicios de su carrera no supusieron una trayectoria estable y en ascenso, sino llena de altibajos, que el tirador italiano compara como la vida misma, tras contarnos cómo de irregulares fueron esos años tras la gloria olímpica: “Convertirse en campeón es una responsabilidad, un placer, es algo positivo, pero lleva consigo también mucha responsabilidad. Los años siguientes fueron un poco difíciles para mí. Vencí en el Europeo del año siguiente, seguido de una bajada en mi rendimiento en el 2006 debido a una lesión grave que me tuvo fuera de las pistas. Cuando volví en el 2007 quedé segundo en el Mundial. Es decir, mi vida deportiva ha consistido en altos muy altos y en bajos muy bajos. Creo que esto es una metáfora de la vida, porque creo que no he sido un campeón que ha ganado hace 15 años y ha seguido ganando todos esos años; he ganado, he perdido, me he lesionado, he caído, me he levantado, he regresado, he vuelto a ganar, he vuelto a perder…Es algo que ocurre en la vida normal de todos nosotros. Todos tenemos cosas positivas y negativas, las cuales nos llevan por desgracia a estar abajo, pero después sabemos reaccionar y reencontrar el objetivo justo para regresar una vez más y más fuertes”.
No le han desanimado a Montano los altibajos ni las lesiones, pues con 39 años sigue ilusionado con su deporte: “En 2001 entré en la selección italiana, en un Europeo. Llevo, por tanto, 16 años con la selección y todavía me divierto porque creo que la pasión no es nada si no tiene un contenido de diversión, de placer, de estar sobre la pista y sentir esas sensaciones de adrenalina, de querer medirse todavía con chicos que ahora tienen 20 años, 19, 18…Yo tengo 39, así que hay diferencia, pero el espíritu tiene que ser el mismo, con una concepción diferente del deporte, del ser hombre, pero con el espíritu aún joven de querer divertirse sobre la pista, en entrenamientos y en competición. Tal vez en entrenamientos sea más duro; la competición es la parte más divertida de este juego”.
Antes de hablar de su presente y su futuro retomamos su pasado, aún medallista de nuevo en Pekín y Londres tras el oro individual de Atenas -además de la plata por equipos en los Juegos del 2004-. Tanto en Pekín como en Londres subió al podio, esta vez con sendos bronces en la competición por equipos del sable: “Ambas medallas fueron muy emocionantes porque se consiguieron las dos tras dos grandes remontadas. Era la competición por equipos y, además, a mí me tocó cerrar la parte final, así que fue muy importante para mí. El bronce es muy importante, conseguirlo o no. Fue algo mágico. Además, compartirlo con los compañeros de equipo tiene un peso especial, lo hace aún más bonito. En Londres igual, pero antes, con una remontada preciosa contra Bielorrusia para acceder a semis. Luego por desgracia perdimos las semifinales contra Corea, pero se trataba de una Corea imbatibe y fuerte ese día y luego contra Rusia nos fue más fácil que contra ellos en Pekín, más relajado. Fue difícil, pero digamos que perdí menos años de vida (risas)”.
Distinto fue su periplo antes y durante la última edición olímpica en Río: “Me presenté tras una temporada de clasificación solo individual. Gané dos competiciones, en diciembre y en enero, obteniendo el pase a los Juegos, pero tenía una grave lesión en la espalda. Decidimos que me operara. Estuve parado cuatro meses, llegando de esta manera a los Juegos en un estado en absoluto ideal. Me había recuperado, pero no al 100%. Hacer unos Juegos en estas condiciones no es siempre positivo. Había que tomar esta decisión: operarme con dudas o ir con muchos dolores. La operación fue bien, pero necesitaba un poco más de tiempo. No tuve suerte en los emparejamientos, ya que tenía un número alto pero al perderme gran parte de la temporada empecé a bajar, por lo que me encontré con tiradores fuertes. Gané el primer combate, pero perdí el segundo. Una pena, porque estaba en muy buen momento de forma a principio de temporada. Gané dos torneos seguidos, cosa que no hacía desde hacía mucho tiempo. Estaba bien. Por desgracia las lesiones forman parte del deporte. Hay que saber aceptarlo. He pasado en mi carrera varias operaciones…y sigo aquí”.
Y si pensábamos que su recorrido olímpico había llegado a su fin nos equivocamos, o al menos esa es la idea. Para Tokio 2020 tiene una motivación, o mejor dicho dos, que el livornés nos explicó: “Me he casado hace poco y tengo una niña de meses. Cada cuatrienio tiene su propia historia. Creo que la fuerza de este cuatrienio es haberme convertido en padre. Mi mujer es atleta y su sueño es participar en unos primeros Juegos Olímpicos. Trabaja duro para ello y me ha pedido hacer este trabajo juntos por nuestra hija. Yo ya no tengo edad (risas), para mí es un poco duro pero, bueno, lo he tomado como un reto. Vamos año a año porque no puedes hacer grandes proyectos de aquí al 2020. Este año está andado más o menos bien. Veremos el año que viene y poco a poco esperamos poder llegar al 2020 y hacer una Olimpiada juntos, con mi mujer y la hija en la grada, animando”.
Y es que la experiencia olímpica es demasiado potente, incluso cuando deja un regusto amargo como la de Montano en Río 2016 (“como experiencia olímpica es una bonita historia para escribir también”). El campeón italiano resume el espíritu olímpico en una de las definiciones más bonitas que he oído, dicha desde el corazón, desde la experiencia del que lo ha sentido en sus propias carnes: “Los Juegos Olímpicos son el auténtico deporte mundial. En esos momentos, durante un mes, no existen realmente religiones, razas, ideas políticas, es real. Comer en esas enormes mesas, todos unidos y ver, no sé, al afgano junto al israelí. No ocurre en ninguna otra ocasión. Tú tienes tu equipo, tu país, que amas y respetas, pero en los Juegos Olímpicos es el deporte el que está por delante de todo. Es una magia que nosotros los deportistas vivimos en ese momento. Después tu vida es otra, con presiones, pero yo he tenido la suerte de haber vivido varias veces esta experiencia que nos hace crecer, nos proporciona un algo dentro que te llevas contigo y después enseñarás a los hijos, nietos, a las generaciones futuras. Es un respeto a las personas, al prójimo, más allá de su color, nación, continente, etc.”. Después de estas palabras no queda nada que añadir. El auténtico espíritu olímpico captado por todo un campeón.