EL TRÁGICO DESTINO DE OKSANA KOSTINA, LA MEJOR GIMNASTA RÍTMICA DE SU ÉPOCA QUE NO FUE OLÍMPICA
Todos conocemos la lucha interna para poder ser parte de las selecciones de según qué país para según qué deporte. Algunas naciones son auténticas potencias en ciertos deportes olímpicos e, injustamente si se quiere, su tercer, cuarto o quinto componente, seguramente con mucho más nivel y méritos que otros olímpicos, se quede fuera de los Juegos por eso, por formar parte de un país que es una potencia en algún deporte en concreto. Rusia lo es, lo ha sido y lo será en la gimnasia rítmica y si ahora los responsables de elegir a las dos únicas gimnastas rusas en los grandes eventos internacionales se ven obligados a dejar fuera del dúo elegido a gimnastas de enorme valor peor situación se daba en los tiempos de la Unión Soviética. Entonces entraban en el mismo equipo gimnastas que ahora compiten por Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Azerbaiyán. Kazajistán, Uzbequistán e incluso alguna por Israel. En tiempos pretéritos todas, de todas las ex repúblicas soviéticas, se concentraban en dos puestos para representar a la U.R.S.S.
En esa tesitura se encontró Oksana Kostina, para muchos, la mejor gimnasta de su generación y de su tiempo. Pero Oksana tenía un problema: procedía de Irkutsk, en la región de Siberia, y no de Ucrania. Cuando Kostina se encontraba en su mejor momento se iban a celebrar los Juegos Olímpicos de Barcelona. Al mando del equipo soviético se encontraba la muy influyente Irina Deriugina, ucraniana. La mala suerte quiso que, aparte de Kostina, las dos mejores gimnastas soviéticas del momento –también grandes, grandísimas, de eso no cabe duda- eran ucranianas y pertenecían al círculo de Deriugina. Se trataba de Alexandra Timoshenko y de Oksana Skaldina. Así que la lucha, que ya de por sí prometía ser dura, para lograr un puesto en el equipo olímpico de lo que para Barcelona 92 se denominó “Equipo Unificado”, iba a ser particularmente difícil para Kostina. De entrada, no parecía encontrarte entre las dos primeras opciones de Deriugina. Y eso que en los meses anteriores a los Juegos Kostina había obtenido excelentes resultados, superando en ocasiones a Timoshenko y Skaldina. En Los Europeos de Stuttgart de ese mismo año Kostina iba primera tras los preliminares, habiendo obtenido cuatro dieces. Sin embargo, un pequeño error en la final individual resultó fatal. Un error que la bajó al tercer lugar final –aunque posteriormente, en las finales por aparatos obtuviera tres oros-, pero aun así se mantuvo por encima de Skaldina.
Sin embargo, los malos presagios para Kostina se cumplieron: no iba a ir a Barcelona. Bueno, a Barcelona sí que fue, acompañada por su entrenadora Olga Buyanova, pero lo hizo por su cuenta y entrenando con el equipo británico. Seguramente confiaba en algún cambio de opinión de última hora. En ese caso, Kostina estaría ahí, dispuesta y en forma para hacer realidad su sueño: ser olímpica. No, no tuvo lugar un final feliz de cuento de hadas. Kostina no fue olímpica en Barcelona 92. Pero el sueño olímpico seguía intacto y la calidad hacía presagiar que podía convertirse en realidad en la próxima cita olímpica de Atlanta. Además, justo después de Barcelona 92 los equipos de la ex Unión Soviética pasarían a participar independientemente. Es decir: sus dos mayores rivales –o más bien otras posibles futuras, puesto que tanto Timoshenko como Skaldina se retiraron tras Barcelona- competirían por otro país. Más gimnastas ex soviéticas podrían ser olímpicas.
Tras el batacazo de no poder ser olímpica en 1992 Oksana Kostina vivió su mejor momento profesional: en el Mundial que se celebró solo unos meses más tarde demostró que era la mejor del mundo, ganando el oro general y oro en las cuatro finales por aparatos. Más no se podía ganar. Todos pensaban que Kostina se iba a convertir en la gran dominadora de ese ciclo olímpico que empezaba entonces. Y es que lo tenía todo para ganar y para gustar: era elegante; representaba el más puro clasicismo ruso, interpretando coreografías basadas en músicas de Stravinski, Rajmaninov o Kachaturian; estaba dotada de expresividad; innovaba cada temporada…Eso, por citar solo algunos de las virtudes que la convertían en una gran campeona.
El cuento, que hasta ahora ha ofrecido una gran pena y varias alegrías, iba a convertirse en cuento de terror. Adelantamos que Kostina no llegó a ser olímpica, ni en Atlanta, para cuyos Juegos se preparaba ya hemos visto cómo, ni en ninguna otra ocasión. Pero eso iba a ser, de lejos, el mal menor. El 11 de febrero de 1993, solo unos meses después de todo lo anteriormente citado, Oksana perdería la vida, apenas entrevista prácticamente, en un accidente de automóvil. Conducía su novio, un medallista olímpico en Barcelona 92 en la modalidad de pentatlón moderno, Eduard Zenovka. Él acabaría reponiéndose. Ella murió a las pocas horas. Más tarde se supo que Zenovka conducía borracho.
Eduard Zenovka tiene otra historia que resumimos brevemente aquí en un párrafo. En los Juegos de Barcelona se llevó la medalla de bronce tras haber caído tres veces de su caballo en la prueba hípica. Tras el grave accidente en la carretera, Zenovka se repuso hasta volver a ser olímpico en Atlanta y allí protagonizó uno de los momentos más dramáticos al caer pocos metros antes de la meta en la última prueba cuando iba primero, perdiendo así la medalla de oro, aunque sí consiguió la plata. Lo curioso, en cuanto a su vida personal se refiere tras la muerte de su novia Kostina, es que llegó a casarse con alguien muy relacionado con la gimnasia rítmica: Irina Zenovka, coreógrafa del equipo nacional ruso de rítmica y de otras gimnastas destacadas de otros países.
Y esta es la triste historia de un portento del deporte de alto nivel que mereció no solo haber cumplido su sueño olímpico, sino de no haberse ido de vacío de unos Juegos . Aunque no llegara a ser olímpica, Oksana Kostina se merece un lugar de honor en la historia del deporte.