Heroínas olímpicas

GERDA WEISSENSTEINER, LA CAMPEONA OLÍMPICA A LA QUE ROBARON SU MEDALLA POR RAZONES POLÍTICAS

Sus logros olímpicos la hacen merecedora de los máximos honores, aunque dudamos de que sea ni tan siquiera conocida fuera de su país o de los seguidores de las dos minoritarias especialidades deportivas en las que ha despuntado. Su nombre es Gerda Weissensteiner. Italiana. Doble medallista olímpica en luge primero y en bobsleigh después. Detentora de varios récords, como el de ser el primer representante azzurro (hombre o mujer) en ser medallista en dos deportes invernales diferentes; en ser la representante italiana de mayor edad en subir al podio olímpico; en ser el deportista italiano con más participaciones en Juegos Olímpicos de Invierno (seis), solo igualada por Wilfried Huber y Armin Zöggeler. Seguro que tiene más, porque lo que sin duda ha demostrado esta deportista es poseer la garra que se les presume a los grandes campeones olímpicos. Veremos dónde está la garra de Gerda Weissensteiner.

Para empezar, destacar siendo la última de ocho hermanos ya dice mucho de su personalidad. De familia modesta, dedicada al campo, cogió el trineo de forma natural para desplazarse por su localidad, Cornedo all´Isarco, desde su más tierna infancia. Al fin y al cabo, no hacía nada que no hicieran sus paisanos. Con ocho años entra ya a formar parte de un club deportivo, siguiendo los consejos de su tío Siegfried, quien sin duda ya había percibido las dotes de la pequeña Gerda. Porque Gerda ha destacado siempre por tener una gran memoria visual, cualidad básica en su deporte para recordar en su cabeza, incluso con los ojos cerrados, todos y cada uno de los detalles de cada pista por la que se iba a deslizar.

Va destacando la bolzanina y pasa a la internacionalidad junior y más tarde, a la senior. Desde su medalla de bronce en el Europeo Junior de 1984 las medallas se suceden, consagrándose en la máxima categoría con una medalla de plata en el Mundial de Winterberg de 1989. Pero ya un año antes la italiana había disfrutado de su debut olímpico, con solo 19 años, en los Juegos de Calgary. Allí finalizó con un 14º puesto. No había llegado aún el momento de la gloria olímpica, pero llegaría, paciencia. En la siguiente edición, la de Albertville 92, casi da la campana rozando la medalla (se quedó a medio segundo de la medallista de bronce). La que se llevó de lleno fue la medalla de chocolate, la del maldito cuarto puesto. Habría seguramente subido al podio si no se hubiera lesionado un mes antes de los Juegos en una rodilla. No pasa nada, Weissensteiner ya asoma sus garra, llegará el día en que arañará de lleno.

En los Juegos de Lillehammer, cuando consiguió el oro en luge

Hasta la próxima cita olímpica la atleta de Alto Adige va ganando etapas de la Copa del Mundo, la clasificación final de la misma, Mundiales, etc. Y así llegamos a Lillehammer 94. Era el momento en que la italiana tenía que demostrar que era capaz de convertirse en campeona olímpica en la especialidad del luge. Y lo logró. Conseguirlo seguramente le supuso menos esfuerzo y dificultad que superar todo lo que le esperaba a su vuelta en los días sucesivos. Por una parte, la trágica muerte de uno de sus hermanos en un accidente automovilístico. Por otra, la polémica que surgió a raíz de unas declaraciones realizadas al conseguir el oro. En una entrevista declaró que “el único idioma extranjero que hablaba era el italiano”, lo que desató las iras y críticas de muchos compatriotas. Como se sabe, los habitantes de su región tienen en su mayoría el alemán como lengua materna. Lo que la campeona quería decir, según explicara más tarde, era precisamente eso: que su lengua materna era el alemán, pero que, independientemente de ello, se sentía “italianissima”. Algún cerrado de mente que no comprende que la diversidad es posible quiso tomarse la venganza ante el supuesto “agravio” realizado por Weissenstein y lo hizo, desde luego, en el peor de los momentos. Mientras Gerda asistía al funeral de su hermano le sustrajeron de su casa su preciada medalla de oro. Ya había recibido amenazas telefónicas a su regreso de los Juegos. No se descarta la teoría contraria: cuando Gerda quiso aclarar y destacar su italianidad (subrayada por imágenes de ella con la bandera tricolor pintada en la cara) fue mal vista por algunos de sus paisanos que no comparten ese sentimiento italiano. En cualquier caso, fuera quien fuera el ladrón y los autores de las amenazas, resulta ser un ejemplo de intolerancia que, en ningún momento, afectó lo suficiente a Gerda.

Cuando se retiró del luge tras los Juegos de Nagano –donde ejerció de abanderada- su parada del deporte duró poco y se pasó al bobsleigh junto a otra campeona olímpica en otro deporte diferente, en su caso el ciclismo en pista: Antonella Bellutti. Al fin y al cabo, las pistas sobre las que se deslizaba, ahora con un vehículo empujado y guiado por su propia fuerza, eran las mismas que ya conocía tan bien Gerda de sus años en el deporte del luge. Con Bellutti participó en los Juegos de Salt Lake City, aunque allí no consiguieran medalla.

Posteriormente cambió de pareja, pasando a competir junto a Jennifer Isacco y con ella empezó a subirse al podio de la Copa del Mundo en este nuevo deporte. Los siguientes Juegos iban a disputarse en casa, en Turín, y allí Weissensteiner consiguió el logro de una nueva medalla olímpica –en este caso el bronce- en una disciplina diversa. Otro merecido colofón a una carrera plena de horas de duro entrenamiento, como cuando el entonces piloto de Ferrari Gerhard Berger daba consejos a la squadra azzurra de luge y la escudería del cavallino rampante les dejaba entrenar en su túnel del viento de Maranello, o como cuando el “exiliado” ex entrenador de la extinta DDR Jentzsch hizo engordar cuatro kilos de puro músculo a Gerda en los días previos a Lillehammer para que mejorara en la fase del empuje inicial. Todos esos –y más- esfuerzos fueron recompensados en la carrera de Gerda Weissensteiner, guardia forestal dedicada ahora a labores de técnico en la selección italiana de luge.

Con su compañera en el bobsleigh Jennifer Isacco, bronce en Turín 2006

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