MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 35: EL CRITERIO MÁS INVEROSÍMIL PARA CONCEDER UNA VICTORIA OLÍMPICA
La soviética Liudmila Kondratieva y la germana del Este Marlies Göhr protagonizaron, a su pesar –sobre todo pesar para la alemana-, uno de los capítulos más bochornosos de la Historia olímpica. Claro que, de haber ocurrido en Juegos Olímpicos recientes y no en los de Moscú 1980 nada del incidente que las ocupó habría tenido lugar.
Y, hablando de lugares, situémonos, tanto en el lugar como en la época. La edición olímpica de Moscú se vio afectada, como es bien sabido, por el boicot de Estados Unidos y otros países de su ámbito occidental. Ello afectó a la carrera de los 100 metros lisos femeninos, en la que faltó la que era por entones una de las máximas favoritas: Evelyn Ashford. Sin la estadounidense, las posibilidades de llevarse el oro se ampliaban y tanto Göhr como la local Kondratieva aspiraban a lo máximo. De hecho, en las jornadas previas a los Juegos la soviética ya había realizado en los campeonatos nacionales una marca que se habría convertido en récord del mundo, si no fuera porque la IAAF llegó a sospechar de la veracidad de la misma. En cualquier caso, Kondratieva era ya una clara aspirante a la gloria olímpica.
Por su parte, Marlies Göhr, aún no inmersa en el escándalo del dopaje de la antigua Alemania del Este (que le salpicaría de lleno años más tarde), brillaba en la prueba más veloz ya desde el Europeo junior de Atenas de 1975. Participó en la Olimpiada de Montreal, ganando el oro en los relevos 4×100 con el temido equipo de la RDA. Poco más tarde se convertiría en la mujer más rápida de la prueba más corta, llegando a batir el récord mundial en dos ocasiones.
Tanto Kondratieva como Göhr ya se habían visto las caras como máximas rivales en competiciones anteriores a Moscú 80. Dos años antes, en el Europeo disputado en Praga, la soviética ganó en la prueba de los 200 m. a la germana, que por entonces era la máxima favorita. Es decir, los Juegos de Moscú 80, en ausencia de Evelyn Ashford, iban a determinar quién era la dominadora de la velocidad en el mundo, pues tanto una como otra de las contrincantes que ahora nos ocupan iban a la cita moscovita en el mejor momento de sus brillantes carreras. La prueba de los 100 m. iba a dejar claro quién era la reina de la velocidad del momento.
Como no podía ser de otra manera, imperó la igualdad. La misma que había entre las dos corredoras. Y eso que la germana tuvo que realizar una remontada para igualar a su rival de la URSS. Igualdad a la máxima potencia; igualdad en su máxima expresión. Y ahí es cuando la falta de tecnología suficientemente evolucionada y fiable jugó una mala pasada a la germana. Ambas corredoras llegaron a la vez a la meta, pero no podía haber un ex aequo. Durante un tiempo, que se hizo eterno para las dos y sus respectivas delegaciones, los jueces fueron analizando mediante los métodos fotográficos de entonces una a una las coordenadas de llegada, comparando todas sus partes del cuerpo. Así, se determinó que habían llegado exactamente en el mismo punto sus hombros, cabeza, sus caderas y sus piernas. Totalmente emparejadas. ¿Cómo decidir, pues, qué atleta había traspasado primero, aunque fuera por la mínima expresión, la línea de meta? Entonces los jueces adoptaron un criterio que hoy en día –incluso entonces- nos parecería como mínimo injusto, además de sexista: determinar qué pecho cruzó antes la meta. En este caso fue el de ¿casualmente? la atleta local. Es decir: Marlies Göhr se vio perjudicada por tener menos pecho que Liudmila Kondriateva. La alemana puede decir libremente que su escaso volumen pectoral le impidió proclamarse campeona olímpica de la prueba reina en los Juegos de Moscú 80; tal como suena. La tecnología actual no habría permitido tener que tomar esa decisión.
Se dice que hay justicia poética y también aplicable al deporte. En este caso Kondriateva acabó lesionada la prueba, lo que le impidió participar en esos Juegos, sus Juegos en casa, en las pruebas de los 200 m. y relevos 4×100, perdiendo de esta manera dos claras oportunidades de medallas. Por el contrario, Göhr se llevó el oro en los citados relevos. Solo años más tarde Göhr tuvo que apechugar con acusaciones de dopaje que habría llevado a cabo en 1983 y 84 con el medicamento prohibido Oral-Turinabol. Seguramente no dejó de ser otra víctima más del dopaje de estado realizado en la ex RDA, donde en muchos casos los propios deportistas ni sabían lo que les estaban haciendo tomar. Pero eso es otra historia…