LOS MONTANO: REYES DE LA ESGRIMA OLÍMPICA CON SEIS MIEMBROS DE UNA MISMA FAMILIA MEDALLISTAS
Familias olímpicas ha habido muchas, incluso sagas, pero la de los Montano en esgrima supera con creces cualquier otra con logros olímpicos. Los Montano en el mundo de la esgrima nacieron con Aldo Montano, al cual ahora hay que agregar el sénior ya que su nieto, con el mismo nombre, ha seguido aportando muchas alegrías tanto a la familia como a la esgrima italiana. De la pequeña ciudad costera de Livorno, todos han pertenecido al mismo (prestigioso) club Fides, del que Aldo Montano (nieto) nos cuenta que ha seguido dando campeones en sus 150 años de vida sin bajar el nivel pese al paso de los años: “Estas pequeñas ciudades cultivan con fuerza una pasión. En Livorno la esgrima es muy importante. Hay técnicos muy buenos”.
Aldo Montano Sr. tuvo la fortuna de tener como maestro al grandísimo Nedo Nadi. Cuando éste, tras ganar cinco históricos oros en Amberes 1920, decidió trasladarse a Argentina fue el pequeño Aldo quien tomó las riendas del club Fides. Desde el mayor de los Montano no ha decaído la saga, aunque hubo un lapso de unos años de sequía –desde los Juegos de Moscú 80 hasta los de Atenas 2004-, hasta que se formara la tercera generación. El iniciador de la saga sentó las bases, ganando sendas medallas de plata en sable, siempre sable (porque los Montano tienen esa peculiaridad, que todos menos uno, floretista, han triunfado con el sable), en los Juegos de Berlín 36 y Londres 48. Le pilló, como se ve, la II Guerra Mundial. De no haberlo hecho muy probablemente estaríamos contando con más triunfos olímpicos. A ello hay que sumar, entre una gran cantidad de trofeos, cinco oros y una plata en Mundiales. El apellido Montano, pues, empieza a sonar bien fuerte en el mundo de la esgrima.
La siguiente generación es la más próspera en cuanto a miembros y fue la que batió récords. Los integrantes fueron Mario Aldo, hijo de Aldo y sus primos –y, por tanto, sobrinos del iniciador de la saga- Mario Tullio, Tommasso y Carlo. Vayamos por partes, porque es fácil perderse entre tanto Montano y sus respectivos y múltiples triunfos. En cuanto a Mario, ganó tres medallas olímpicas, todas en la competición por equipos y todas con el sable: oro en Múnich 72 y plata en Montreal 76 y Moscú 80. Junto a su primo Mario Tullio –curiosamente, ambos nacieron el mismo día: 1 de mayo de 1948- compartió las dos primeras medallas. El hermano de Mario Tullio, Tommasso, se les unió en el equipo para ganar la plata de Montreal y fue en esos Juegos donde los Montano arrasaron literalmente, porque otro hermano de estos últimos, Carlo, también ganó la plata por equipos, pero en su caso en florete. Así que los Juegos de la ciudad canadiense contaron con cuatro miembros cercanos de la misma familia subidos al podio. No creo que tal gesta haya sido repetida antes o después de lo conseguido por los Montano.
Ni que decir tiene que, si sumamos las medallas en otros grandes campeonatos llegamos a cifras que quitan la respiración. Por citar solo una, la familia superaría entre todos la treintena de medallas únicamente en campeonatos mundiales. No hay estantería en el hogar de los Montano que pueda acoger tanto trofeo.
Pero llegamos a la tercera generación con Aldo Montano, hijo de Mario, nieto de Aldo y sobrino de todo el resto de Montano. Con él no solo llegó el ansiado oro olímpico individual en sable, que se hacía esperar para Italia desde los Juegos de Amberes de 1920. Aldo consiguió tres medallas olímpicas en total: oro en Atenas individual y bronce por equipos tanto en Pekín como en Londres y recogió el testigo de los Montano, de la escuela Fides y de la siempre exitosa esgrima italiana. Se ha dicho de él que en su persona convergen las mejores características tanto de su abuelo como de su padre, reuniendo del primero la solidez con la clase del segundo. Con tanto tirador de éxito en casa, “no podía hacer otra cosa que respirar la pasión por la esgrima desde pequeño, una pasión que mi abuelo llevó por la esgrima a mi padre y a varios sobrinos”. De su padre Aldo heredó también el ya en estos días habitual “grito de liberación” que los tiradores realizan en cuanto acaban victoriosos un enfrentamiento. Hasta que llegó Mario Montano solía reinar la compostura de los tiradores, seguidores de un deporte sucesor de las maneras a la antigua. Se da la circunstancia que el maestro de Aldo no fue su padre –“nunca quiso convertirse en entrenador”-, sino su máximo rival, Viktor Sidyak: “Fue enemigo acérrimo de mi padre en los años 70 y 80, pero mi padre estaba contento con que fuera mi maestro, ya que siempre lo respetó mucho por ser un tirador completísimo, sólido y agresivo. Duro pero fuerte y cuando uno es fuerte es respetado por todos”.
¿Continuará la saga Montano con generaciones venideras? De momento la pequeña Olympia, hija de Aldo, nacida a principios de 2017, ya tiene una fuerte base de inspiración (su madre también es deportista, pero en su caso se dedica al atletismo y quiere llegar a Tokio 2020 junto a su marido) y respirará ambiente deportivo y olímpico en casa. Los Montano, en fin, son como la escuela Fides: pasan los años pero continúan sus éxitos y su alto nivel. Los seguidores de la esgrima sabemos que alguna edición olímpica puede pasar sin ellos, pero tarde o temprano llegará algún Montano y, seguro, se subirá al podio.