SAM WILLOUGHBY: LA LUCHA DE UN CAMPEÓN ANTE LA ADVERSIDAD
Sam Willoughby lo tenía todo hace pocos meses: medallista olímpico, dos títulos mundiales en su categoría -la ciclista de BMX-, juventud y una novia con fecha para casarse. Australiano, había conseguido su mayor logro deportivo en los Juegos de Londres de 2012 cuando aún no había cumplido los 21 años. Allí ganó una meritoria medalla de plata que no pudo refrendar en la siguiente cita olímpica. En Río fue finalista, pero hubo de conformarse con el sexto puesto. Su prometida, la estadounidense Alise Post, sin embargo le emuló, ganando la plata en Río 2016 en el mismo deporte. Poco después la vida de Willoughby dio un giro de 180º. El día 10 de septiembre, durante un rutinario entrenamiento en una pista que tenía más que conocida –la de Chula Vista, cercana a San Diego- cayó, produciéndole graves consecuencias. Perdió el equilibrio y se encontró boca abajo, yaciendo en el suelo. Enseguida el rider se dio cuenta del grave alcance. Algo iba mal, muy mal, ya que no sentía sus piernas. No tenía dolores, pero había perdido toda la sensibilidad en las extremidades inferiores.
El parte médico dijo que tenía fracturas en las vértebras C6 y C7, pero lo peor era la compresión que sufrió su médula espinal. El atleta australiano había perdido la movilidad de su cuerpo de cintura para abajo. Operado en sucesivas ocasiones, le sustituyeron las vértebras afectadas por otras de titanio y otras se fusionaron con placas mediante tornillos.
Y ahí es cuando comenzó el lado positivo de su accidente, si éste puede existir. El apoyo al ciclista fue abrumador, sobrecogedor casi. Seguidores y desconocidos aportaron la suficiente ayuda financiera para poder avanzar en las operaciones y recuperación del accidentado australiano. Se recaudaron 240.000 dólares. Los mensajes de ánimo también ayudaron a la rehabilitación del medallista. Durante los cinco meses que pasó hospitalizado no le ha faltado motivación, por parte de familiares y amigos, de su perra Mila –que, afirma, resultó terapéutica para él- y de la enorme cantidad de seguidores que no cesaron de apoyarle. Aún más fundamental fue el apoyo incesante en los ejercicios físicos de la recuperación es el que le ha ofrecido su novia Alise. Porque Sam está empeñado en volver a caminar. Se ha negado a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas y hace rehabilitación sin parar para que el planeado día de su boda con Alise, en el mes de abril, él acuda caminando hasta el altar. Es algo en lo que se ha empeñado y estamos seguros que conseguirá. Al fin y al cabo la lucha la lleva innata, tanto en su carrera deportiva como en la personal, pues Willoughby es un hombre creado a sí mismo. Con tan solo 16 años cogió literalmente sólo su mochila y se marchó de su hogar en Adelaida. Con poquísimo dinero en una cuenta bancaria agarró su bici de BMX y se marchó a la lejana California, donde compañeros ciclistas le alojaron hasta que sus resultados en carreras le permitieron pagarse la habitación en un motel. Pronto, muy pronto, para 2012, ya era el número uno mundial, campeón del mundo y medallista olímpico.
Ahora, además de sus exigentes ejercicios de recuperación, se dedica a educar a niños a través de la cultura de la bicicleta en la asociación Happiness Cycle, así como que ha creado la fundación Road 2 Recovery (=camino a la recuperación) para asistir a los deportistas del cross (BMX, motocross, snowboard, skateboard, mountain bike, surf, etc.) que han tenido lesiones que han provocado el final de sus carreras y carecen de otros ingresos. Un fin en el que ha puesto mucho empeño y, conociéndole, llevará adelante. Otro ejemplo de campeón dentro y fuera de las pistas.