LA MARATÓN DE SAN LUIS 1904: LA MÁS SURREALISTA Y BOCHORNOSA DE UNOS JUEGOS OLÍMPICOS
No podemos pedirles a unos Juegos Olímpicos que se disputaron hace más de un siglo que cumpliera con los estrictos reglamentos que se le exigen a un evento de tal magnitud global, pero la edición celebrada en San Luis (Estados Unidos) en 1904 se llevó la palma de la improvisación, descontrol, desorganización y hasta trampas. Solo su carrera de la maratón (masculina, se sobreentiende, al no estar por entonces permitida la participación femenina) da para escribir un libro de despropósitos. De surrealista cabría calificar todo lo que ocurrió en ella, en parte culpa de la organización, en parte de los participantes, en parte de las circunstancias.
A la organización cabe achacarle la mala elección en la hora de salida: por la tarde, con 32º de temperatura en el agosto de la sureña ciudad estadounidense. A causa de ello el calor hizo estragos en los participantes, acabando solo la mitad de ellos: catorce de los 32 iniciales. Mala previsión también el hecho de que la fuente de agua más cercana al circuito se encontrara demasiado lejana, a 17 kilómetros. Finalmente, la organización fue asimismo culpable de las malas condiciones del terreno por el que los participantes tuvieron que correr, tratándose de lo que comúnmente denominamos “camino de cabras”: unos senderos polvorientos sin asfalto alguno con coches en paralelo que levantaban nubes de polvo (las cuales afectarían directamente, como veremos, a más de un participante).
A los atletas hemos de achacarles las trampas, aunque en algunos casos no fueron premeditadas ni planeadas, sino que la casualidad y las circunstancias las provocaron, de alguna manera. Analicemos unos cuantos nombres propios que hay que destacar:
El que primero cruzó la meta fue el corredor nacional Fred Lorz, lo que no significa que la ganara propiamente. Lorz iba mal, hasta el punto de caerse en el kilómetro 14. Tres kms. más tarde abandonó y fue recogido por un coche, que le llevó hasta el estadio para recoger su ropa. De pronto el coche en el que iba se averió. Ese paseo sentado en el automóvil le sirvió a Lorz para recuperarse, decidiendo llegar por su propio pie al estadio. Según se iba acercando escuchaba el griterío del público. Entró corriendo en el estadio, ante la gran ovación que creía estar contemplando una victoria de un compatriota. Incluso Alice Roosevelt, la hija del entonces presidente, le colocó una corona de laurel en la cabeza, creyéndole vencedor. En cuanto se descubrió la trampa la ovación hacia Lorz se transformó en un sonoro abucheo. La supuesta sanción de por vida, ante el bochorno que supuso su acción, se quedó en un único año. En cuanto acabó Lorz siguió compitiendo, ganando al año justo la maratón de Boston.
Al que sí proclamaron vencedor, injustamente, fue al también atleta local Thomas Hicks, uno de los primeros casos de dopaje. Hicks, payaso de profesión, se sintió como Lorz mal en medio de la carrera, en su caso cuando faltaban 15 kms. para su finalización. Cayó agotado al suelo y ahí se quedó…hasta que llegaron sus entrenadores y le suministraron brandy con sulfato de estricnina, algo que estimula el sistema nervioso pero que se usa generalmente para matar ratas. También se les ocurrió la brillante idea de saciar su sed con agua del radiador de un coche. A Hicks esa combinación de sustancias prohibidas (y nocivas, añadiríamos) le ayudó en parte, pero tuvo que cruzar la meta apoyado en sus entrenadores. En cuanto lo hizo tuvo que ser inmediatamente examinado por un médico. Hicks, a consecuencia de esa combinación tan tóxica que le proporcionaron con tal de que ganara la carrera estuvo a punto de perder la vida.
Otro corredor en serio peligro fue William García. En su caso por lesiones internas que le causaron esas nubes de polvo que levantaban los coches que corrían en paralelo a la prueba. Le encontraron tirado por el sendero.
Y no nos podemos olvidar de otro personaje: el cubano Félix Carvajal. Tenía una modesta profesión (unas fuentes dicen que cartero, otras limpiabotas, en cualquier caso, con pocos recursos). Se empeñó en participar en los Juegos de San Luis y de veras que puso todo el empeño en lograrlo. Durante meses se trabajó conseguir ayudas monetarias en su país; cuando por fin las consiguió las perdió en el camino a la ciudad sede cuando le robaron en un barco. Ello no le impediría lograr su sueño. Llegó a los Juegos literalmente con lo puesto, ropa poco adecuada para correr. Se cortó sus largos pantalones pero no pudo hacer nada sobre su calzado, muy pesado para correr. Lo peor no fue eso, sino que el pobre Félix, sin dinero, llevaba un día sin comer, así que en un momento dado de la carrera se paró para coger unas manzanas. La suerte no estaba de su parte porque resultó que se le indigestaron, tuviendo que echarse un poco para recuperarse (parece que los maratonianos de San Luis 1904 pasaban más rato tumbados que corriendo…). Solo pudo acabar cuarto, pero ¿quién sabe si hubiera ganado si todo hubiera ido como debiera?
Finalmente mencionar a los primeros negros africanos en competir en unos Juegos. Se trata de los sudafricanos Lentauw y Yamasani, que estaban participando en las vergonzantes Jornadas Antropológicos, pero que también lo hicieron en la maratón. También sufrieron un grave percance que casi les cuesta la vida: dos perros salvajes les persiguieron, hasta el punto de casi atraparlos y morderles. Los corredores tuvieron por ello que desviarse del recorrido.
Digna carrera, como decíamos, de toda una novela, no sabemos si de aventuras o de terror.